En un cartel se lee “centro de testeo rápido”. Pero la realidad no engaña. En Mar del Plata, en plena temporada, en pleno auge de turistas, la espera por un diagnóstico de coronavirus puede extenderse por cuatro, cinco, seis horas o más, inclusive. Hasta hace unos días, eran muy pocos los que aceptaban semejante demora pero hoy, a fuerza de costumbre y de una pandemia que tampoco afloja, se ve más tolerancia, aunque ningún puesto sanitario sigue exento de discusiones y momentos de tensión permanentes.

“Acá aplauden cuando alguien entra y no sale por un rato. ¿Viste cuando vas al teatro, no arranca la función y la gente aplaude? Bueno, es lo mismo. Quizás pasan cinco minutos y en la cola empiezan a aplaudir. No podés parar porque si no se genera cierta tensión pero la verdad es que tampoco se pueden hacer 60 testeos por hora. No te dan las manos. No somos máquinas ni autómatas; esto no es algo mecánico. Acá siempre hay un contacto humano y físico, hay que dar una mínima contención”, dice Carlos Gómez, que cubre la salita de Ameghino, uno de los espacios municipales que ofrecen test para coronavirus.

A pesar de situarse en un barrio alejado del centro y de los puntos turísticos tradicionalmente más concurridos, la demanda excede a la del vecino y se extiende por largos kilómetros: casi la mitad de los que se acercan son veraneantes de Capital u otros puntos de la Provincia. “Recibimos montones de turistas que están de vacaciones en Sierra de los Padres o en cuatro campings que también hay por esa zona porque este es el lugar más cercano que tienen para testearse. Vemos una población muy variada”, confirma el trabajador de la salud.

Y lo mismo sucede en cada boca de diagnóstico. Los trailers móviles de testeo que hasta este miércoles funcionaban en Playa Grande y en el skatepark de la Bristol --ambos se mudaron tras el desborde en los sectores costeros-- fueron los testigos más evidentes de la masiva concurrencia de turistas, con colas de hasta siete o diez cuadras. “El sistema no está colapsado pero la poca tolerancia que hay complica las cosas. Y es entendible que haya tensión porque esto se llama ‘centro de testeo rápido’ y estar cuatro horas esperando tampoco tiene sentido”, razona Gómez, en una entrevista con Página/12.

En el caso de Ameghino, la fila rodea toda la manzana. Si bien la atención comienza a las 8, las personas se acercan cuatro o cinco horas antes con tal de asegurarse un lugar. Pero esta situación también trae complicaciones operativas porque algunos no soportan la espera bajo el sol de verano y se descomponen. Entonces, una enfermera tiene que venir a atenderlos, hay que trasladarlos a guardia y así se suman más y más demoras. “Hay gente que también viene en colectivo con todo para la playa y quiere que la testees ahora porque si no le arruinás la mañana. Pero cuando le mostrás toda la gente que hay antes, sale a los gritos diciendo ‘entonces yo me voy a la playa’ y sigue camino, algo que no tiene razón de ser”, asegura el enfermero.

Ni baños

Pero no solo sufren los que van a testearse: también sufren los que testean. Gómez, que preside la seccional municipal de la Asociación Sindical de Profesionales de la Salud (Cicop), revela que el personal de la salud no tiene agua ni baños en estos centros. “Uno de los síntomas más comunes de este covid-19 es la diarrea y nosotros no tenemos baño para ofrecer a la gente. Es una locura”, reconoce, y agrega: “Nosotros tampoco tenemos nada. En nuestro caso, se improvisó un zoom que antes se usaba para reuniones y en otros lugares de la ciudad lo único que se colocaron fueron carros o tráilers donde también faltan baños”.

“A una enfermera que trabajaba en Playa Grande la siguieron hasta el baño porque solo le permitían ir a un baño que estaba dentro de un negocio, cruzando la calle. Ni en los balnearios la dejaban entrar al baño”, recuerda, y apunta: “Esto no se trata solo de la angustia de las personas que están esperando para hacerse el testeo sino también del maltrato de una gestión que planificó llevar ahí a profesionales municipales sin pensar dónde iban a tener cinco minutos para descansar o para tomar agua”.

Para el trabajador, la administración del intendente Guillermo Montenegro es responsable de los desbordes que provoca el coronavirus en Mar del Plata, que desde el jueves reporta más de 1600 casos diarios y convive con casi 8 mil pacientes activos. “Entre octubre y noviembre el municipio empezó a desmantelar muchos centros y a sacar todo lo que había y eso demuestra falta de gestión porque todos ya sabíamos la temporada exitosa que se venía encima. La ciudad pasó a ser una improvisación”, denuncia, y afirma: “No solo se sacó recurso humano sino que también hay pocos reactivos para hacer los testeos”.

“En los tráilers móviles hay una exposición inexplicable. Porque delante de una vidriera se expone cómo se hace un testeo a cada uno de los que pasan. De un lado está la persona que hace el trámite administrativo y del otro está la enfermera haciendo el hisopado, y eso lo ve todo el mundo. En Alfar nos pasó que la gente estaba mirando cómo se hacía el testeo. Ya es terrible tener que ir a un lugar para saber si tenés una enfermedad pero encima hay que soportar que todos vean cómo te meten un palo en la nariz, si estornudás o no, si tenés algún sangrado… eso es tétrico y marca la falta de gestión y de cuidado”, insiste el hombre de la Cicop.

El distanciamiento ya fue

En los papeles, la premisa de los after beach se acopla perfecto a la lógica de la pandemia: entretenimiento al aire libre, tal como recomienda el Ministerio de Salud. Los problemas, sin embargo, se evidencian después, con eventos multitudinarios, sin barbijo, sin distanciamiento, sin pase sanitario que valga, y sin ningún otro tipo de cuidado o control. Y esta postal es la que, increíblemente, se repite todas las noches en Playa Grande e inmediaciones mientras, a la mañana siguiente, se amontonan las personas en busca de un testeo para saber si están contagiados o no.

“Playa Grande y la Bristol están llenas de gente, de personas amontonadas bailando. No se está cuidando eso. La temporada pasada a la mayoría de las personas se le pedía que mantuvieran su burbuja y mucha gente se tomaba el trabajito de respetarlo pero eso ya se perdió. Y no se trata de acusar al que se divierte pero lo que es evidente es que se dejaron de lado los cuidados”, advierte Gómez, y reitera: “Si en una superficie donde deben entrar 5 mil personas, terminan metiendo a 20 mil jóvenes, entonces eso nos dice que hay falta de cuidado y prevención. Nos cuesta entenderlo”.

Pedido público a Montenegro

Frente a este marco, los principales efectores de salud de Nación y Provincia le solicitaron este fin de semana al intendente Montenegro que abra los 33 Centros de Atención Primaria de la Salud (Caps) que dependen del municipio para descomprimir la alta demanda de testeos en este tramo de la tercera ola.

Montenegro tiene que cumplir con la parte que le toca al nivel de atención primaria de salud en estos tiempos de emergencia y que los vecinos de Mar del Plata y Batán merecen. Esta solicitud es absolutamente viable dado que el municipio cuenta con suficiente recurso humano y la mayoría de los insumos necesarios para realizar estas prácticas son provistos por el Ministerio de Salud provincial a través de la Zona Sanitaria”, se apunta, en la nota que se hizo llegar a Página/12.

La solicitud pública la hicieron directores del Hospital Interzonal Dr. Oscar Alende y el Materno Infantil Don Victorio Tetamanti junto a los responsables de Zona Sanitaria VIII, del Instituto Nacional de Epidemiologia “Juan H Jara”, de la UGL de Pami y de Ioma, tras reunirse con la titular de la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses), Fernanda Raverta.

Operativo en riesgo

El crecimiento acelerado de la pandemia no solo resiente a la salud sino a otros sectores claves del turismo, como los guardavidas. Esta semana, uno de los gremios llegó a pedirles a los trabajadores del sector que fueran igual a sus puestos, a pesar de ser contactos estrechos de covid-19, para no poner en riesgo la continuidad del operativo de seguridad en las playas durante este verano: es que de 700 titulares, ya hay entre 280 y 300 aislados. “Los suplentes están casi todos trabajando. El sistema está al borde del colapso”, grafica a este medio Diego Sánchez Cabezudo, de la Unión de Guardavidas Agremiados (UGA).

El dirigente reclama la aplicación “inmediata” de las terceras dosis y testeos rápidos para los compañeros de aquellos casos positivos. “Nadie determinó todavía si los guardavidas, tomando las precauciones debidas y trabajando al aire libre, somos contacto estrecho o no y, por ende, quizás se esté aislando indebidamente a los compañeros y poniendo en riesgo el operativo”, sostiene, e insiste: “En 10 días, si no cambian los protocolos y la visión de contacto estrecho, colapsa todo. Es imposible seguir pensando igual que el año pasado. Se equivocaron y no quieren reconocer el error”.

¿Y los mozos dónde están?

Los relevamientos de esta semana que hizo la Unión de Trabajadores del Turismo, Hoteleros y Gastronómicos de la República Argentina (Uthgra) marcan que hay unos 4 mil empleados aislados, lo que representa casi el 30 por ciento del personal del sector. El número, naturalmente, repercute fuerte en bares y restaurantes y los dueños tienen que recurrir a conocidos o familiares para poder cubrir todas las suplencias.

“O los mismos dueños se ponen a laburar o traen al hijo, a la hija, al familiar o al conocido que tengan. A veces las cosas se lentifican y se le explica al cliente que podemos estar un poco más demorados de lo normal pero el servicio se termina sacando adelante”, dice Hernán Szkrohal, titular de la Cámara Gastronómica de Mar del Plata, y remarca: “Todos entendemos que hay que convivir con el virus porque no queda otra. Hoy no está la alarma de la primera o segunda ola; esto se toma como una gripe fuerte. Es cierto que nadie le gusta estar engripado una semana pero no hay una situación de pánico”.

El empresario tiene expectativas de que el escenario de la pandemia tienda a normalizarse en las próximas semanas y permita el pleno desarrollo de la temporada. “La prioridad es poder sacar la temporada adelante. Nuestro sector no está colapsado y, de hecho, la gran mayoría de la gente que se aisló ya está volviendo después de pasar los días que corresponden así que entendemos que pronto esto tiene que estar relativamente solucionado”, confía.