Desde Brasilia

Hacia un gobierno de salvación nacional que contemple fuerzas populares unidas a la derecha no fascista. Luiz Inácio Lula da Silva avanza en la construcción de una alianza amplia con el propósito de vencer los comicios de octubre y garantizar la gobernabilidad en un eventual tercer mandato presidencial en el que será necesario reconstruir un país devastado durante la gestión de Jair Bolsonaro, quien buscará su reelección.

Es en ese contexto que el exmandatario saludó este domingo al Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST) en la celebración de su 38° aniversario. "Felicito al MST por su lucha por un Brasil mejor, para que miles de familias tengan hoy y mañana donde vivir,trabajar y cultivar alimentos sanos para el pueblo brasileño".

El mensaje fue enviado pocos días después de que el coordinador del MST, Joao Paulo Rodrigues, manifestara su respeto hacia el conservador,Geraldo Alckmin, posible candidato a vicepresidente en la fórmula encabezada por Lula, del Partido de los Trabajadores (PT).

Alckmin fue gobernador de San Pablo y candidato a la presidencia en 2006 y 2018 por el Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB).

El aval a la postulación de Alckmin dado por el importante dirigente sin tierra Rodrigues, citado en el diario Folha de San Pablo, repercutió en la izquierda donde esa posible nominación fue objeto de algunos cuestionamientos. Entre quienes fruncen el ceño ante Alckmin están Guilherme Boulos, líder del Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST) y miembro del Partido Socialismo y Libertad (PSOL) y Rui Falcao, ex presidente del PT.

Encuestas

Encuestas publicadas entre el martes y viernes pasados coincidieron en ubicar a Lula como favorito con una amplia ventaja sobre Bolsonaro. Más aún: los sondeos recientes así como los realizados a fines de diciembre proyectan un eventual triunfo en la primera vuelta del 2 de octubre sin necesidad de ir al ballottage del 30 de ese mes. Algo que sería inédito dado que todos los triunfos del PT, en 2002 y 2006 con Lula así como 2010 y 2014 con Dilma Rousseff, se lograron en segundas vueltas.

Con tamaño respaldo de la opinión pública Lula no precisa contar con un vice que le agregue votos sino de alguien capaz de ampliar la coalición con la cual retornar al Palacio del Planalto para un tercer mandato. Se trata de un desafío histórico para alquien que descendió por última vez la rampa del palacio presidencial el 1 de enero de 2011 con un ochenta por ciento de popularidad.

Si bien las candidaturas aún no fueron formalizadas Lula ha dejado poco margen de duda respecto de que el otrora gobernador paulista será su compañero de fórmula.

"¿ Tenemos visiones de mundo diferentes con Alckmin ?, Sí las tenemos pero eso no impide colocar las divergencias en un rincón para poder gobernar. No tendré ningún problema si tuviera que hacer una fórmula con Alckmin para gobenar este país. Ganar las elecciones es más fácil que gobernar y gobernar significa conversar con las personas, por eso necesitamos alianzas", planteó el extornero mecánico el miércoles último durante una rueda de prensa con medios independientes sin la presencia de los grupos periodísticos dominantes .

Alckmin, recientemente desafiliado del PSDB y por lo pronto sin partido, mantiene diálogo fluido con sectores de la burguesía fóbicos al PT y es capaz de persuadir a facciones de la derecha que además de estar desengañadas con Bolsonaro comprendieron que si éste fuera reelecto podría implantar algo parecido a una dictadura.

El diario Valor Económico, nada simpático con el PT, escribió que luego del guiño de Lula hacia Alckmin, la Bolsa de Valores de San Pablo subió y el dólar bajo. Y el portal O Antagnoista, que tampoco comulga con la izquierda, reveló que Bolsonaro por poco agrede a un asesor cuando fue informado sobre otra encuesta que lo da como perdedor en octubre.

Sin triunfalismo

Dar como posible la victoria lulista es razonable, considerarla segura puede ser políticamente temerario. Por ello en el PT recomiendan a su militancia evitar caer en un triunfalismo que la lleve a considerar que Lula ya garantizó su retorno al Palacio del Planalto y bajar la guardia prematuramente.

Una lectura realista del escenario político este Brasil postdemocrático indica que los ocho meses restantes hasta los comicios podrán ser un campo minado de operaciones bolsonaristas destinadas a sembrar inestabilidad.

Basta con repasar lo ocurrido en las primeros veintiún días de este año: mientras Lula se afianzaba en las encuestas el excapitán retomó las amenazas contra jueces del Supremo Tribunal Federal y volvió a insultar a la oposición a través de un discurso similar al utilizado en setiembre cuando lanzó una estrategia con la expectativa de dar un golpe de estado.

Si Bolsonaro abandonó sus ataques a las instituciones durante algunos meses esto fue debido al fracaso de la conjura golpista de setiembre – cuando sus concentraciones fascistas convocaron menos gente de lo esperado – pero no porque se haya convertido al credo democrático.

Aunque sectores de la prensa intenten edulcorar al gobernante, lo cierto es que nunca desistió de recrear en Brasil una crisis similar a la montada por Donald Trump el 6 de enero del año pasado cuando hordas de ultraderecha tomaron por asalto el Capitolio de Washington alegando un fraude electoral a favor del demócrata Joe Biden.

En aquellos días del frío enero norteamericano el hijo de Bolsonaro, Eduardo, estuvo en la capital estadounidense donde se reunió y fotografió junto a Ivanka Trump. La hija y asesora del exmandatario republicano fue convidada a declarar en el comité parlamentario estadounidenes donde se investigan los hechos de enero 2021 en los que pudo haber tenido algún grado de complicidad el diputado Eduardo Bolsonaro según publicó el portal brasileño Congreso en Foco.

El congresista Bolsonaro, hombre de peso dentro del Clan Bolsonaro y amigo del publicista Steve Bannon, impulsor de una alianza internacional extremista, aseguró no haber estado implicado en la invasión del congreso aunque la reivindicó además de sugerir, en varias ocasiones que algo similiar podrá ocurrir en Brasil si en octubre próximo se perpetrara un "fraude" a favor de Lula.

Nunca, o casi nunca, Eduardo Bolsonaro habla sin el permiso de su padre.