ARTIST ALLEY: LA CAJA CHICA DEL COMIC LOCAL

El aguinaldo en el callejón

Ultimamente, la historieta argentina tiene una compulsión por intentar establecer un “canon” sobre qué es la “nueva” historieta argentina. O peor, la del futuro. Algunos sacan antologías de sus autores predilectos. Otros arman un colectivo editorial. Y otros más, como Argentina Comic-Con, recurren al “artist alley” o “callejón de los artistas”, larga serie de mesas donde los dibujantes reciben pedidos del público para esbozar en el momento (y cobran por ello), entregan encargos previos o venden láminas con sus obras.

En Argentina Comic-Con, la participación en el Alley es por invitación: la convención contacta a los dibujantes. Y así, sin tanto bardo en torno a la etiqueta de “nueva historieta argentina”, construye también su canon. Uno inestable, que cambia cada edición y en cierta medida se va expandiendo y recortando también según la disponibilidad de los convocados: no todos soportan tres jornadas consecutivas de 10 o 12 horas de convención quema-mentes o pueden arreglárselas para instalarse allí y dejar sus otros trabajos. Y a veces pueden, pero no siempre vale la pena: no toda la obra de los autores emergentes e incluso de consagrados en el circuito conecta fácilmente con el público de la Comic-Con, más cercano a los mainstreams norteamericanos y nipones que al palo local.

Para los que pueden, sin embargo, participar supone un lindo ingreso extra. Un dibujante, incluso, lo definió ante el NO como “un aguinaldo”. Lo cual ya es bastante, porque es bien sabido que ser un mercenario del plumín, con todo el amor del mundo por la tinta china o la wacom, no te hace muy acreedor a aguinaldos y otros beneficios laborales. A fuerza de prints (pagados por los artistas) y bocetos en el momento, a precios razonables (50 o 100 mangos los prints, los bocetos según qué, cómo y cada quien), con dibujos de personajes o series de moda, la mayoría se vuelve a casa hecho, incluso los que por redes sociales despotricaban contra el evento antes de ser invitados.

Algunos llevan sus libros también, pero salvo publicaciones como la revista Terminus, que encaja mejor con el espíritu del festival, en general las publicaciones se venden algo menos. A fin de cuentas, el print es un consumo más inmediato y sencillo, y de eso trata Argentina Comic-Con en lo que a cultura pop respecta. Y la convención gana con esto por partida doble: salda fácilmente la parte de “Comic” de su nombre con eso y algún invitado internacional de renombre y, de yapa, engorda la lista de invitados al encuentro poniendo el nombre de todos esos dibujantes que, a su modo, también constituyen el “canon Comic-Con”.