¿Es posible pensar en el psicoanálisis poscolonial? ¿Se puede romper con el modelo occidentalizado del psicoanálisis? O mejor dicho: ¿cómo se puede vulnerar la lógica occidento-centrista del psicoanálisis? ¿Cómo puede darse esa ruptura o irrupción del psicoanálisis en contextos tan diferentes? Algunas de estas preguntas las ha estudiado en detalle el italiano Livio Boni, doctor en Psicopatología y Psicoanálisis, dueño de una destacada trayectoria en Francia. Y una más: ¿Qué pasa con la intervención del psicoanálisis en el sentido común? Este intelectual sostiene que el sentido común que cabría impugnar "consiste ante todo en cierto imaginario histórico relativo a la historia de la disciplina, que se concibe con demasiada facilidad como una suerte de producto cultural ‘de lujo’, reservado a la civilización conocida como ‘occidental’".  Siguiendo a Boni, a partir de allí, contra esa idea preconcebida o "espontánea" --parafraseando a Althusser--, "conviene trabajar en una geohistoria crítica, apta para permitir que asomen otros lugares y otras secciones de historia, secuencias en las cuales el psicoanálisis pudo existir bajo otras formas y otras modalidades, irreductibles a la mera equivalencia psicoanálisis = modernidad occidental”, según plantea. De estos temas dialogará mañana con Jorge Reitter en La Noche de las Ideas.

El doctor en Psicopatología y Psicoanálisis (Universidad de París VII) Livio Boni es reconocido internacionalmente: miembro del Collectif de Pantin, dirige actualmente el programa “Geografías del psicoanálisis y descolonización de sí mismo” en el Collège International de Philosophie. Entre sus publicaciones se encuentran: L’Inde de la psychanalyse, Le sous-continent de l’inconscient; La ville inconsciente (junto a Guillaume Sibertin-Blanc) y L’inconscio post-coloniale. Geopolitica della psicoanalisi. Invitado por la Noche de las Ideas, un evento organizado por L’ Institut Français d’Argentine-Embajada de Francia en Argentina, la coordinación general de las Alianzas Francesas de Argentina y Fundación Medifé, Boni --italiano pero con una amplia trayectoria en Francia-- participará de la actividad “Descentralizar el psicoanálisis para intervenir en lo común”, pensada como un diálogo que establecerá con Jorge Reitter, moderado por Alejandro Dagfal. Será este viernes a las 20 en el Centro Cultural San Martín (Sala A, Sarmiento 1551).

--¿Qué significa descentrar el psicoanálisis?

--Tal descentración se juega antes que nada a escala histórica, o mejor dicho a escala de cierto imaginario que informa a la historia del psicoanálisis. Esta última suele promover una imagen occidentalista del freudismo, lo cual no deja de tener consecuencias ideológicas. Por un lado, nos representamos la historia del psicoanálisis como una suerte de “fiebre hacia Occidente”. Y, de alguna manera, el recorrido biográfico del propio Freud surge como una alegoría de semejante occidentalización. Oriundo de Moravia, en la actual República Checa, Freud vivió y trabajó en Viena, en plena Mitteleuropa, y terminó su existencia en Londres, tras la anexión de Austria a la Alemania nazi. Una larga parte de la diáspora analítica de extracción judía halló refugio en Gran Bretaña y Estados Unidos y, después de la Segunda Guerra Mundial, el inglés se convirtió en la lengua dominante del psicoanálisis. El gran éxito del psicoanálisis en los años ‘50, en el mundo angloparlante, terminó asentando esa imagen de su irresistible occidentalización, a la cual se opuso Jacques Lacan a su manera, obrando por una “latinización” del freudismo. Dicho esto, demasiado rápido olvidamos que, antes de la Primera Guerra Mundial, el horizonte del psicoanálisis se situó más bien del lado de Europa Central y Oriental: Budapest, Berlín, Países Bálticos e inclusive Rusia. El desmembramiento del imperio austrohúngaro y el endurecimiento del régimen bolchevique impidieron más adelante su desarrollo hacia el Este. Pero también cabría recordar la diáspora de psicoanalistas judíos hacia el Sur, incluidos América Latina y Argentina, para matizar y complicar esa imagen “occidentalista” de la historia del freudismo, que termina sugiriendo la idea de un destino occidental del psicoanálisis, invisibilizando otras circulaciones hacia otras partes del mundo.

--Si el psicoanálisis no es ni una “concepción del mundo” (Weltanschauung), ni una ideología, ¿por dónde pasa su base política?

--Me parece que el psicoanálisis conserva la función de turbar, molestar, descompletar las visiones del mundo y las ideologías. En ese sentido, es esencialmente un pensamiento crítico, en la doble acepción del vocablo, pues supone que la crisis es un dato estructural de toda organización social (aquello que Freud denominaba el “malestar en la civilización”). Y, por otra parte, es una forma de pensamiento susceptible de tomar en cuenta y trabajar esa crisis fundamental, sin pretender resolverla. Así, podríamos sostener que su fundamento político consiste en realizar un trabajo sobre las sombras, o sobre los claroscuros producidos por otros discursos y otros saberes. Dicho en otros términos, el psicoanálisis no apuntará a constituirse como ideología o como visión suplementaria del mundo, sino que interrogará los intersticios, los impasses y los puntos ciegos de los discursos y representaciones ideológicas dominantes.

--¿En qué medida puede entenderse al psicoanálisis como un proyecto emancipatorio?

--Alguna vez Freud aludió al psicoanálisis empleando el término Nacherziehung, lo cual podría traducirse como una “educación après-coup”. En un sentido, el psicoanálisis no es otra cosa que una práctica destinada a deshacer ciertos daños, distorsiones o fijaciones engendrados por la educación. No significa que éste podrá restaurar la integridad de un ser humano “natural”, fuera de la cultura, pero sí habilita una dosis de desidentificación en relación con uno mismo, con los ideales culturales que hemos heredado, con los mandatos inconscientes que hemos interiorizado. Al hacer esto, el psicoanálisis puede restituirle al sujeto un margen de maniobra, una errancia, una libertad, no sólo a nivel individual sino también transindividual, en las relaciones amorosas, por ejemplo, o en la formación de grupos o espacios que no se dejen engañar por la tiranía del jefe o del superyó. La emancipación que promueve el psicoanálisis no debe entenderse, pues, en el sentido de una liberación del sujeto, sino de una sustracción que le permite a éste elegir y asumir, dentro de ciertos límites, sus propias limitaciones e inclinaciones.

--¿Cuáles son los factores que permiten comprender la noción de psicoanálisis poscolonial?

--“Psicoanálisis poscolonial” podría entenderse como la incorporación de una nueva “herida narcisista”. Freud sostenía que la humanidad había vivido tres heridas narcisistas: el descubrimiento de no ser el centro del Universo (con Copérnico), el descubrimiento de no ser el centro de la creación (con Darwin), el descubrimiento de no ser el centro de sí mismo (pérdida de la primacía de la conciencia, con el psicoanálisis). Por lo tanto, parafraseando a Freud, podríamos decir que la esfera poscolonial introduce una cuarta herida, la cual obligaría a renunciar a la idea hegeliana de una centración de la Historia cuyo espacio propio sería Occidente. Abandonar la idea de un Occidente portador del sentido de la Historia y frente al cual todo lo demás (¡“The West and the Rest”, como decían los americanos!) se define por separación, oposición o similitud. He aquí la explicación de esa cuarta herida narcisista, a mi juicio ineluctable, si bien cae de maduro que nos seguimos aferrando al significante “Occidente” como significante amo tan pronto como el orden mundial dominante parece trastabillar (pensemos en la poderosa reaparición de esta categoría en el marco de las dos guerras del Golfo, por ejemplo; por no hablar de la subsiguiente idea del “choque de civilizaciones”, propiciada por Samuel Huntington). Partiendo de allí, la labor del psicoanálisis poscolonial consistiría lisa y llanamente en deshacer tal captación occidento-centrista del sentido, permitiendo que aparezcan otros espacios y otras secuencias históricas, valorando “al resto”.

Traducción: Agustina Blanco.