Romper el corazón del mundo es una colección que contiene un corpus de 17 textos escritos por val flores entre 2015 y 2020, compilados inicialmente a partir de una propuesta de la editorial española "Continta me tienes" y que ahora se puede leer en Argentina gracias a la publicación de La libre Editorial, con prólogo de marie bardet (también en minúscula). Son textos de intervención crítica que disputan la institucionalización de los feminismos y la disidencia sexual, que juegan entre sí con una poética del hacer, una erótica de la escritura (en palabra de la autora) y que tienen como resultado la producción teórica.

val flores se escribe con minúscula, adoptó esa forma hace varios años al igual que la teórica y educadora negra bell hooks. val dice que es una manera de enfrentar la supremacía del ego, “un gesto político que apunta al desplazamiento de la identidad y el lugar central del yo en el texto, una estrategía poética y una táctica visual de minorización del nombre propio, de problematización de las convenciones gramaticales, de dislocación de la jerarquía de las letras”.

flores es teórica, escritora, profesora, lesbiana masculina y activista de la disidencia sexual. Se define como desertora de las instituciones, una apasioanda por la teoría sin filiación académica y una feminista heterodoxa, prosexo, a la que le interesa el activismo teórico de los márgenes, ese que incomoda.

Romper el corazón del mundo implica, nos dice val, hacer teoría desde la periferia, un modo de hacer de la palabra y sobre todo, del cuerpo lesbiano, para descolonizarlo de la moral, una práctica teórica carente de disciplina que ya no le pertenece a la academia. Es hacer teoría fugándose de la norma, como se fugan del regimen heterosexual las lesbianas de Wittig.

En tu libro hablás de romper con la heteronorma y el capitalismo neoliberal que nos aniquila cada día. ¿Crees que tus textos son una propuesta para salirse de esos regímenes y crear otros mundos?

--Sí, de alguna manera. No sé si tanto de salirse, como sí encontrar otras variaciones o desarmar ciertos binarismos que articulan nuestro pensamiento o cómo esas prácticas capitalistas, heteronormativas, cisisexistas, capacitas, racistas nos van formateando hacia la normalización. La puesta de romper el corazón del mundo, más que salirse o construir un afuera, es fisurar esos modos y encontrar en esas grietas, otras posibilidades de vida para nuestros cuerpos y realidades.

¿Sería romper para recomponer?

--Para mí no hay un solo mensaje, creo que la escritura también es una una práctica de la opacidad, una construye sus propios lectores y lectoras. Un libro siempre es una experiencia de descompletud y no de completud porque es ahí donde se ponen a jugar otros modos de lectura, a partir de otras experiencias que construyen las personas que leen el libro. No es tanto romper para recomponer que implicaría tener a priori una idea de eso que se ha roto, sino que es algo para seguir rompiendo, a partir de la idea que la ruptura también tiene que ver con el puente. No es solamente una cuestión de fisurar o derrumbar, sino que dentro de esas ruinas también está la conexión con otras prácticas creativas en relación a la posibilidad de construir otros imaginarios.

Fugarse de la norma como un modo de existencia

¿Con qué te encontraste en esa fuga que transitás y de la que hablás en el libro: la fuga del capitalismo desde el trabajo autogestivo y de la heteronorma desde un cuerpo lesbiano?

--Creo que la vida se vuelve un poco más respirable. Apostar a la fugitividad como un modo de hacer, que no se ancla a un determinado modelo o paradigma, que nos da la posibilidad de entrenar otra respiración, que nos haga la vida un poco más vivible. Eso no significa estar exentas de otras violencias y también de cierto ejercicio de la violencia a través de la escritura. No es una cuestión de practicar la escritura desde una perspectiva pacifista o armónica, sino que también, es rasgar las normas opresivas que hacen a nuestros cuerpos como ejercicio de autodefensa y donde una ejercita cierta violencia contra el mundo.

En uno de los capítulos del libro hablás del silencio epistémico que hay sobre las masculinidades lésbicas. ¿Por qué crees que que existe ese silencio? ¿Hay una relación con el feminismo transexcluyente cuando hablás de que existe una línea muy difusa entre las masculinidades lésbicas y las trans masculinidades?

--Yo creo que ese silencio en relación a las masculinidades lésbicas no solo tiene que ver con el escenario contemporáneo de la articulación con este sector más conservador, como son las terf en los feminismos, sino que tiene que ver con un debate de larga data de los feminismos heterocentrados y bastante transfóbicos no solamente de ahora, sino que, estoy hablando de debates que ya habían tenido lugar en nuestro país y, de algún modo, fueron construyendo este silencio en los términos de los estudios de feministas y de masculinidades también y que tiene que ver con que se acentúa tal vez en este contexto de avance más conservador dentro de lo feminismos, pero este debate, esta invisibilización o cierta estigmatización y exclusión de las lesbianas masculinas, es de vieja data dentro de los feminismos.

¿Y en el presente ese silencio sobre las masculinidades lésbicas continúa?

--Sí, recuerdo que ese trabajo lo presenté en el año 2019 en el Congreso de Estudios de Género en Mar del Plata, que era un clásico dentro de la academia y hace muchos años que se viene realizando, era la primera vez que se organizaba un panel sobre masculinidades y me acuerdo de haber hecho una ronda de consultas entre amigues de la academia para saber si conocían personas que estuvieron produciendo en relación a masculinidades y nadie me podía dar un nombre más que el de Fabi Tron, el mío o el de Andrea Lacombe, así que ese silencio se sigue sosteniendo.

¿Por qué crees que todavía existe ese silencio y por qué está tan mal vista la masculinidad lésbica?

--Creo que esa ausencia se articula con este debate que es histórico dentro del feminismo y también con un debate de las políticas identitarias actuales nuestras, donde hay una fuerte vigilancia de las fronteras identitarias y tal vez con una narrativa de la identidad muy anclada en lo progresivo y en una matriz evolucionista, como que habría algún lugar al cual llegar que nos dejaría exentas de cualquier tipo de opresión, como una identidad más vanguardista. Creo que eso ha hecho que se perdieran muchos matices, posibilidades y variaciones que hay en el cruce de sexualidades y géneros dentro de la identidad de género y la identidad sexual y creo que muchas veces la división -y esto va a sonar complejo o polémico tal vez- el binarismo que se armó entre lo cis y lo trans dejó afuera muchas de estas variaciones entre las cuales están las masculinidades lésbicas y no le da espacio para la existencia, porque muchas lesbianas masculinas no nos consideramos ni trans ni cis, porque nuestra experiencia de la corporalidad y del género es completamente disruptiva en el espacio público y también en el espacio de la intimidad y no somos mujeres. Hay toda una serie de variaciones en estos cruces que quedan por fuera de ese binarismo en función del cual se empezó a usar como prisma para la mirada de las identidades. Son varios factores que hacen que las masculinidades lesbicas sigan siendo un campo silenciado e inexplorado en términos de producción teórica y académica.


La imaginación sin tutela como horizonte

Vos hablás desde un feminismo prosexo, antirracista y antipunitivista ¿Qué desafíos crees que presenta el feminismo en este tiempo en nuestro país ¿Qué nuevas preguntas deberíamos hacernos como movimiento o que creés le falta al feminismo?

--Me resisto a ponerme en ese lugar de decir que hay que hacer, que incluso va en contra de mi propia práctica. Hay cuestiones centrales como la apuesta a que estuviera la palabra ‘teórico’ en un libro en este contexto y no subsumir lo teórico a la academia, si no, justamente para mí hay algo ahí para preguntarnos en relación a nuestras prácticas teóricas, que lo que hacen es subvertir o interrumpir las leyes académicas de producción de conocimiento. Para mí es fundamental ver qué hacen los saberes a nuestros imaginarios en relación a nuestros cuerpos, prácticas y comunidades. En todo caso la pregunta es por la imaginación del presente, una imaginación que no esté patrocinada por el Estado. Yo creo que hay algo que siempre pasa con la institucionalización de los movimientos sociales, sexuales y es que cuando solo se habla la lengua del Estado hay una domesticación de la imaginación, entonces me parece que el desafío es la pregunta por la imaginación en un presente además complejo con la pandemia, que acentuó un montón de desigualdades y mecanismos de hiper vigilancia.

¿Por qué te fugaste de las redes sociales? ¿Cómo lo sentís estando afuera?

--Estar afuera igual tiene sus efectos porque vi por ahí que soy un hashtag, así que, no estoy tan afuera (ríe), son otras formas de estar. Alguna vez me dijeron que lo hacía para cuidar mi privacidad y la verdad es que no tiene que ver con eso, sino que tiene que ver con el dispositivo que implica las redes de una comunicación compulsiva y eso para mí es un programa efectivo y no es que no tiene consecuencias en términos de políticas de la afectividad y de la emocionalidad. La verdad es que no tengo ganas de poner las energías ahí. Sé que eso tiene sus costos, me han dicho que es una decisión radical, pero no puedo con ese modo de comunicación y básicamente porque todo está organizado por el modelo algorítmico de la calculabilidad, entonces no puedo con eso (ríe).