Cuando arrancamos, la idea era hacer un documental más informacional y teórico, con un perfil más televisivo. Pero en un momento surgió la idea de hacer una película y ahí apareció más mi función. El desafío, entonces, fue transformar todo ese bagaje teórico en un documento que además de contener información pueda movilizar y emocionar al espectador. Lo que hicimos para que eso sucediera fue salir a la calle a filmar. Porque los primeros testimonios, que se grabaron en 2012, estaban muy enclaustrados. Quisimos contar el territorio, la geografía, los climas que aparecían en esos testimonios. Darle dinámica a la película y proponer un viaje. Por eso, el personaje de Pablo Dacal sale a buscar la historia y eso la convirtió en una película. Que la cosa sea más vivencial, no el plano medio de gente hablando. El hecho de estar hablando de música ya te facilita muchos las cosas. Un componente importante es que todas las canciones están tocadas y grabadas en vivo. Nadie habla de sí mismo, sino que cada uno habla de los otros e interpreta canciones que no son suyas. Es un diálogo que permite que avance la historia. No soy un teórico musical, pero me parece que la película es representativa de la escena musical de la región. Al menos, es un documento, una versión, una interpretación consensuada. Un colombiano que vio la película en el Bafici nos dijo que le servía para entendernos un poco más. No queríamos caer en una película para pocos, para los que vienen del palo. Que sea una ventana a un panorama que existe. De todos modos, la película cuenta algo que está vivo, que se mueve, que sigue sucediendo.

* Director de Charco.