Cuando yo era chica se decía "crimen pasional". El aborto era un crímen, el destino natural de la mujer era casarse y ser mamá. Cuánto más joven, mejor. Las que escapaban a esa norma eran las solteronas, las raras, las locas, las putas.

Ser "femenina" era ser coqueta. Si no lo eras, te decían "varonera". Si te gustaba jugar a la pelota más que con muñecas. Si leías con fascinación a Salgari...que vergüenza.

El amor se definía en los boleros.

Hablar de género era hablar de telas.

Las desigualdades de género no existían más que como dato natural de la vida.

Cuando "te venía" te hacías "señorita".

En cuarto grado aprendimos como germina un poroto. En séptimo grado lo máximo en cuanto a educación sexual era hablar de la reproducción a través de las flores. Hicimos una muestra para las familias, con claveles.

La escuela a la que yo iba era laica, pero la visita de Juan Pablo segundo, en tercer grado creo, fue vivida como una revolución.

Del placer de las mujeres no se hablaba. Ni en el propio espacio de análisis se podía hablar de eso y ser escuchada.

Las mil y una formas de abuso, a veces muy sutiles, otras no, eran invisibles hasta para una.

El lenguaje, la vida cotidiana, los vínculos, el poder, nada de eso era revisado. Mucho menos se revisaba la teoría. Patriarcado era una palabra, casi, desconocida. Y quería decir otra cosa. Era "la" forma de constitución de nuestra cultura, y no se discutía. Por lo menos cuando yo leí por primera vez a Freud y a Levi Strauss. Aún no era el nombre con el que hoy podemos visibilizar e identificar la opresión. Las opresiones.

El feminismo nos sigue transformando, diariamente. A mí, como mujer, como parte de un colectivo, como psicoanalista también. Se presenta, sin que lo busque, en mis intervenciones. Es parte de la "atención flotante". Una paciente muy inteligente y nada sometida, se reprocha por un mensaje enviado "fuera de hora". Un mensaje que ella lamenta haber enviado, aún teniendo sobrados motivos. Ese reproche es un resto, un fragmento sobreviviente y testimonio de antiguas sumisiones. Yo me encuentro diciéndole que ella pudo mandar ese mensaje. Tantas otras no pueden. Se la aguantan. En nombre de tantas cosas...

Esa fue una intervención que ella rescata. Yo también me encontré en esas palabras.

Esas palabras no las fabricamos solas. Son parte de un tejido que el colectivo de mujeres viene construyendo.

El feminismo es la fuerza libertaria más grande en este tiempo, no únicamente para las mujeres. Para todes quienes por su forma de habitar el género y la sexualidad tienen como destino la opresión, la violencia, la crueldad.

Los feminicidios crecen como manifestación y ejercicio supremo de dominación y disciplinamiento.

Nosotras ya no somos las que fuimos. Entre todas nos ayudamos a hablar. Es un trabajo continuo.

No nos callamos más.

Lila Maria Feldman es psicoanalista.