María Victoria Alcaraz fue reemplazada por Jorge Telerman en la dirección general del Teatro Colón. Un Colpo di scena, como en los grandes dramas líricos. O más bien una sorpresa anunciada. El martes, a última hora después de una serie de cabildeos que habían comenzado 24 horas antes, se anunció un cambio en la conducción del máximo coliseo de tradición lírica del país. Alcaraz se desempañaba en ese puesto desde 2015, mientras Telerman tenía a su cargo la dirección del Complejo Teatral de la Ciudad de Buenos Aires.

Nada, en la superficie, hacía suponer un desenlace de este tipo. Aunque rascando la cáscara aparecen enseguida los problemas, numerosos, añosos y de índole diversa, que en los últimos tiempos habían convertido al teatro, con el necesario favor mediático, en una especie de unidad de negocios, con un comité del Pro adentro. La sesión de la sala para formas de espectáculo que, además de estar fuera de su índole, atentaban contra la delicada naturaleza edilicia de la sala, repetidas denuncias que acusan de maltrato y acoso laboral y de género a autoridades de distintos niveles, quejas de los cuerpos artísticos por cuestiones salariales y distribución de insumos --por ejemplo, los músicos nunca terminan de consensuar el reconocimiento de un plus por mantenimiento de sus instrumentos-- y continuas delaciones por procedimientos administrativos poco claros, sospechas de “contrataciones fantasmas”, son algunas de las escenas comunes de la casa, que se traducen en cierto adocenamiento artístico que los más optimistas disfrazan de tradición.

Sin embargo, es más sencillo suponer que este cambio en la cúpula, que naturalmente debería conllevar a varias mudanzas más en los equipos de conducción, es un coletazo de la dimisión de Paloma Herrera a la dirección del Ballet, hace algunas semanas. La prestigiosa bailarina dio el portazo acusando a Martín Boschet, director ejecutivo del Teatro y productor relacionado con el mundo de la danza en su actividad privada, de interferir en su tarea para la elección de maestros y bailarines solistas. Poco antes, el Director del CETC (Centro de Experimentación del Teatro Colón), Miguel Galperín, se había alejado voluntariamente del cargo que ocupaba desde hacía más poco más de una década, argumentando disidencias con la línea artística --“conservadora y desinteresada por las nuevas expresiones”-- impulsada por Arturo Diemecke.

A Telerman, peronista aficionado y gestor experimentado, políticamente ligado al peronismo republicano de Miguel Pichetto (uno de los cuatro partidos que integran la mesa nacional de Juntos por el Cambio) le espera el gran desafío de imprimir un nuevo rumbo para el Colón, más interesante artísticamente y más ordenado en su administración. Con la grilla ya planteada y en marcha --el martes que viene comienza la temporada lírica con la enésima La boheme-- tendrá que lidiar con una situación interna de precarios equilibrios.