Un reciente informe de Cruz Roja revela que más de la mitad de les adolescentes argentinos consultados (53 por ciento) vio afectado su bienestar emocional desde el comienzo de la pandemia. A dos años del avance del coronavirus en el país, las principales huellas son cansancio, malhumor y falta de concentración. "Vamos a seguir recibiendo consultas que testimonien los efectos retroactivos del acontecimiento y vamos a seguir teniendo consecuencias durante mucho tiempo", advierte Guillermo López, psicoanalista especializado en jóvenes. Tanto él como el psiquiatra infanto juvenil Ramiro Pérez Martín aportan a Página/12 sus puntos de vista sobre este tema.

Qué dice el informe de Cruz Roja

La encuesta involucró a 789 chiques de entre 13 y 17 años, de 15 provincias, y se realizó entre noviembre y diciembre. Abordó los siguientes ejes: educación, covid-19, bienestar emocional y relaciones interpersonales. De acuerdo a los datos recogidos, el malestar se incrementa entre quienes tuvieron covid o cuyos familiares se enfermaron. Además, según señalan las conclusiones, las mujeres son las más afectadas, como también les jóvenes de nivel socioeconómico alto.

Se les consultó si sufrían diferentes emociones con mayor, igual o menor intensidad que antes del comienzo de la pandemia. Los resultados, en relación a mayor intensidad, fueron los siguientes: cansancio, 47 por ciento; malhumor, 43; problemas de concentración, 33; ansiedad, 32; problemas para dormir, 32; tristeza, 29; miedo, 25; dolor de cabeza, 20. Se construyó un indicador que permite identificar el porcentaje de encuestados que observó que al menos un aspecto emocional empeoró: el número total es 53 por ciento.

"El impacto en chicos, chicas y juventudes pudo estar asociado a un proceso acumulativo de estrés, cansancio y/o agotamiento a partir de los cambios que tuvieron que enfrentar. El desarrollo de la pandemia impactó en diversas cuestiones, como la regularidad escolar, el esparcimiento o actividades de socialización y la forma en la que se relacionan con familiares, personas adultas y amistades", señalan a este diario desde Cruz Roja.

En relación con un estudio previo realizado en mayo de 2021, la asistencia presencial a clases creció de manera significativa (pasó de 15 por ciento a 86). También se redujo la proporción de jóvenes que no asiste o no tiene clases. Un 13 por ciento declaró no haber podido estar en clases virtuales por no contar con computadora o Internet o por la necesidad de compartir un dispositivo con otros integrantes de la familia. De cara al futuro, un 83 por ciento de las y los encuestados quiere seguir estudiando al terminar la escuela, mientras que el 17 restante no desea finalizar el secundario o estudiar una carrera después o bien no tiene una decisión tomada al respecto.

Otros informes

Los jóvenes también habían sido señalados en un estudio de la revista The Lancet, realizado en octubre, como los más afectados por la depresión y los trastornos de ansiedad. El informe señalaba que la salud mental se había deteriorado drásticamente en 2021, con un estimado de 53 millones de casos adicionales de trastornos depresivos mayores y 76 millones de casos adicionales de trastornos de ansiedad, observados en todo el mundo. Las mujeres también eran las más afectadas. "Si bien se publicó en 2021 se hizo en base a estudios de 2020. La Argentina está entre los países donde más habrían aumentado la ansiedad y depresión, pero esto es en todas las edades. Se observó mayor prevalencia (frecuencia) entre los 15 y 40 años y entre mujeres, pero estas distribuciones eran previas", analiza Pérez Martín.

Casi 16 millones de niñes y adolescentes de entre 10 y 19 años viven con un trastorno mental en América latina y el Caribe, detalló Unicef en un informe presentado en noviembre de 2021. En la Argentina, el porcentaje estimado de prevalencia es de 15,1 por ciento en esa misma franja etaria. "Existe el riesgo de que la repercusión de esta pandemia cause estragos en la felicidad y el bienestar de los niños y niñas y las y los adolescentes durante los próximos años, y ponga en peligro las bases que sustentan la salud mental", afirma el documento, que también sentencia que las inversiones de los gobiernos en la promoción, la protección y el cuidado de la salud mental de niños y jóvenes siguen siendo "insuficientes".

De acuerdo a las estimaciones de la agencia de la ONU para la infancia “un 13 por ciento de los adolescentes de entre 10 y 19 años padece un trastorno mental diagnosticado”. Y según la OMS, a nivel general, la pandemia provocó un aumento del 25 por ciento en la prevalencia de la ansiedad y la depresión en todo el mundo.

"Sin lugar a dudas, junto a los adultos mayores, los jóvenes han sido los más perjudicados, básicamente porque la pubertad como despertar sexual implica el encuentro de algo desconocido, el goce del propio cuerpo, y la vía para tramitarlo es en el mejor de los casos la exogámica, salir de la esfera familiar. En ese tiempo en el que el joven se encuentra con lo real sexual le es vital tomar distancia de sus padres, una paulatina separación para llevar adelante decisiones vinculadas al deseo, la vocación, lo profesional, la elección sexual. Todo ello se vio dificultado por la pandemia y la cuarentena", explica López. "Todos los rangos etarios lo sufrieron de diversas maneras. No me arriesgaría a decir que los jóvenes fueron los más afectados", dice, en contraste, Pérez Martín.

La mirada de los especialistas

"Hay un antes y un después de la Covid para todos como sujetos. A diferencia de otros hechos históricos que han transformado realidades se extendió en el tiempo considerablemente", desliza López. "Una cosa fue el primer tiempo, el tiempo duro, donde en la Argentina y muchos países implicó un aislamiento obligatorio; otra un segundo tiempo al que me gustaría llamar 'blando', de cierta flexibilización, que implicó volver al estudio y al trabajo; otra es este tiempo actual, que podríamos llamar de pospandemia, con gran porcentaje de la población vacunada, disminución de casos graves, internaciones y muertes", distingue el docente del Departamento de Estudios sobre Adolescencia del Instituto Clínico de Buenos Aires. Está por publicar el libro La adolescencia en los tiempos que corren (Libros Drama), segundo material suyo dedicado al tema.

Los "efectos" que va viendo en la consulta han variado en cada momento. "Al principio el principal signo que se verificó, por lo menos en mi consulta, fue la angustia y sus derivados: trastornos del sueño, fobias, acting out violentos y algunos pasajes al acto. Con la vuelta al encuentro cuerpo a cuerpo con los pares aparecieron inhibiciones y fobias. A las personalidades frágiles el tiempo del encierro les había venido bien para mantenerse inmunes al encuentro con el otro sexo. Hubo un aumento de las consultas por dificultades para volver a la escolaridad, en chicos que casi no hicieron clases virtuales y cuando tuvieron que volver a la presencialidad les costaba muchísimo. La verdadera vuelta es ahora, este año, y se replica un poco esto: inhibición, dificultades para volver a la presencialidad, miedos, cuestiones con el cuerpo. Hay trastornos en la alimentación vinculados a la imagen", detalla el psicoanalista.

Lucía tiene 17 años, vive en CABA, y notó, en relación con la escolaridad, que "a muchxs pibxs se les fueron las ganas de estudiar o participar". "Un montón sufrieron consecuencias psicológicas al momento de tener que volver al colegio porque se había perdido la costumbre de estar con gente y sobre todo por la diferencia de exigencia entre lo virtual y lo presencial. El proceso de readaptación para muchxs fue complicado y largo porque lo que también produjo la pandemia fue que todos los días no sabíamos si íbamos a volver al colegio al día siguiente o no. Igualmente, y más allá de las dificultades que lxs pibxs tuvimos o no, se vio lo importante que es el colegio en la vida de lxs jóvenes. No solo para estudiar si no también para convertirnos en sujetos sociales y seguir evolucionando como seres humanos", expresa.

Pérez Martín, psiquiatra infanto-juvenil y miembro de la comisión directiva de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA), se preocupa por señalar los matices: "No es lo mismo si un chico atravesó la pandemia con una heladera más o menos llena todo el mes, si tenía señal de Wifi --aunque sea robada del vecino--, si tenía un espacio propio en su casa o si todo esto no pasaba. Más de la mitad de niños y adolescentes vive en la pobreza en la Argentina.  Muchos han tenido experiencias tanto positivas como negativas. Puedo decir que lo que sí hubo es una importante cantidad de consultas. Aumentaron en estos dos años, en todo el campo de la salud mental, no sólo en psiquiatría infanto-juvenil". Se hace eco del informe de UNICEF y lo conecta con lo que vio en su práctica y conversó con colegas. "En ese informe figura que la mitad del porcentaje que padece trastornos diagnosticados presenta cuadros de ansiedad y depresión. Esto fue muy notorio. Los jóvenes que ya estaban en consulta pasaron por períodos críticos de su padecer", cuenta.

Políticas de salud mental

"No hay que entrar en decir que todos los chicos quedaron mentalmente secuelados ni tampoco decir que todos salieron. No hay un todos: hay mil historias personales y cada uno ha hecho su camino como pudo. Pero vamos a terminar de ver los efectos después de muchos años. Ante un factor estresor como es la pandemia, hay quien desencadena inmediatamente y quien no desencadena en el momento. Por ejemplo: si alguien perdió a un familiar por coronavirus puede que eso le repercuta dentro de unos años. Hay cosas que podemos leer porque si esto fue una explosión el polvo está bajando bastante; podemos empezar a ver qué quedó en pie, si hay escombros, qué se puede armar", expresa Pérez Martín. También plantea que a raíz de la falta de presupuesto en salud mental no hay estadísticas que permitan saber qué le sucede a la población. APSA realizó el primer estudio de Epidemiología en Salud Mental de Argentina en mayores de 18 años en 2018. "El artículo 32 de la Ley Nacional de Salud Mental señala que tiene que haber un 10 por ciento del presupuesto total de Salud dispuesto para la mental y está lejísimos de ser así. Todo el sistema se vio fuertemente desafiado en la pandemia. Y hay algo muy complejo: la mayoría de los municipios del país no tienen direcciones o secretarías de Salud Mental", cuestiona el psicoterapeuta.

Huellas de la virtualidad

Al analizar la situación de los adolescentes en esta etapa de la pandemia, hay especialistas que señalan que el recurso de la virtualidad ha dejado una huella negativa, y que incluso ha crecido la nomofobia, esto es, la adicción al celular. "Me parece peligroso endemoniar a las redes o Internet. El avance tecnológico y el uso masivo es un hecho antes de la covid. La pandemia tal vez lo reforzó. Sí creo que es importante pensar las consecuencias subjetivas de la digitalización del mundo. En el caso del adolescente, la propuesta de Jacques-Alain Miller (psicoanalista francés) es que la digitalización tiene como consecuencia una postergación cada vez mayor de la adolescencia. Es decir, permanecen interconectados a veces sólo de modo virtual, sin ser confrontados a tomar una reacción en el mundo real", analiza López. 

"Por otro lado, (las redes) son el nicho al que las grandes marcas apuntan. Pero son una herramienta, y todo dependerá de cómo cada quien haga uso de ellas. Mi hipótesis es que en la adolescencia el fantasma sexual inconsciente infantil tambalea, y el adolescente debe construir o reconstruir sus propios fantasmas adecuados a ese momento que le toca vivir. El fantasma tiene como nudo central al objeto de satisfacción, que es absolutamente singular. Hoy un joven puede, a través de la escritura, las fotos, el dibujo, el chateo, hacer un uso singular de las redes. En las consultas logramos dar un valor a ese trabajo que hace como artesano", completa, aunque aclara: "La pantalla protege, vela, pone distancia; puede ser positivo en un momento, pero luego también puede jugar en contra".

"La época le da letra a los trastornos de salud mental, porque desde una mirada no reduccionista tienen condimentos biológicos, psicológicos y socio-históricos. La pandemia marca a la sociedad y deja huellas. Quienes tienen un estilo de personalidad o una conducta más tendiente a la dependencia pueden sentirse un poco más cercanos a la virtualidad. Para algunos habilitó posibilidades; a otros los trabó un poco más. A los chicos que tenían problemas para socializar les está costando un poco más despegarse de la pantalla, porque el aislamiento los dejó en un lugar que les hizo pasar la pandemia de manera más llevadera, y ahora es más difícil que accedan a socializar más, salir de la casa, encontrar disfrute en otras actividades. Pero están lejos de ser la mayoría", dice, por su parte, Pérez Martín.