La UE y China se reúnen este viernes en la que será su cumbre número 23. Clima, comercio, biodiversidad o situación sanitaria serán algunos de los elementos que tratarán por videoconferencia Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, y Josep Borrell, Alto Representante, con Li Keqiang, primer ministro chino, y Xi Jinping, presidente del gigante asiático. Pero sin duda el plato fuerte de la cita será la guerra de Rusia en Ucrania, donde Pekín, aliado de Moscú, juega al gato y al ratón dejándose querer por ambos bandos.

No será un encuentro fácil: no habrá un comunicado o una rueda de prensa conjunta de ambos bloques. Tampoco será la cita del business as usual y todo está abierto. La guerra en Ucrania será el núcleo duro. Y centrará la cita desde todos los ángulos: el drama humanitario, el impacto global o el apoyo de la comunidad internacional. "La postura de China sobre la guerra de Rusia en Ucrania es la pregunta del millón de dólares", reconocen fuentes europeas. En la capital comunitaria asumen que China está intentando mantener la balanza para defender sus intereses y no esperan que eso cambie, pero sí buscan garantías de que este alineamiento con Moscú no irá a más. Von der Leyen y Michel pedirán a su homólogo chino que utilice su influencia para ayudar a poner fin a la guerra.

Los europeos tienen una misión clara y definida: dejar claro a Pekín que cualquier apoyo financiero o militar a Vladimir Putin o toda ayuda para sortear las sanciones internacionales le supondrá un coste importante en las relaciones bilaterales. E incluso podría materializarse en forma de medidas restrictivas, como ya le ocurre a la Bielorrusia de Alexander Lukashenko. Aunque los europeos evitan verbalizar esta amenaza para dejar más espacio al diálogo y no tensar demasiado la cuerda.

El objetivo es alinear a China con el grueso de la comunidad internacional en la condena a la invasión de Rusia contra su vecino. La UE cree que Xi Jinping, por sus importantes lazos con Putin, puede jugar un papel crucial en empujar al presidente ruso a la mesa de negociación. Sin embargo, rebajan sus ambiciones sobre su rol mediador debido a su parcialidad decantada hacia Moscú. "Quieren estar al lado de Rusia sin pagar un precio demasiado alto por ello y sin quedar atrapados y castigados como los rusos", resume el eurodiputado de Los Verdes Reinhard Bütikofer, líder de la delegación para las relaciones con China en el Parlamento Europeo.

En los pasillos de Bruselas defienden, además, que no está en interés del país que la guerra continúe. La economía global, la inflación o los problemas en la cadena de suministro también amenazan a la segunda mayor economía del mundo. Reducir sus lazos comerciales con el bloque comunitario sería otro azote que Pekín parece querer evitar. "No creo que China esté muy contenta con lo que está ocurriendo [en Ucrania]", ha señalado recientemente Josep Borrell.

El 40% del comercio chino depende del mercado de la UE. En el caso estadounidense es del 12,5% y en el ruso del 2,4%. "¿Quiere poner en peligro esta fuerte posición económica que tiene China en sus relaciones con sus mercados clave? ¿Quiere poner en peligro la estabilidad y las perspectivas de crecimiento de la economía global y de su propio país?", advierte otra fuente comunitaria. El presidente chino espera ser reelegido en el congreso del Partido Comunista que tendrá lugar el próximo otoño. Los europeos utilizarán esta bala para presionarle para que prime la estabilidad financiera que le ha alzado a la cuna global en los últimos años a la defensa férrea de Rusia.

China en el tablero global

China se ha abstenido en las dos resoluciones del Consejo de Seguridad y de la Asamblea Nacional de la ONU. "Nos acordaremos de todo aquel que no esté con nosotros en este momento de la historia", ha repetido durante estas semanas el jefe de la diplomacia europea. Los de Xi Jinping mantienen una postura complicada y cada vez más difícil de mantener en la partida de ajedrez internacional y en la mediación en torno al conflicto de Ucrania se ponen de perfil.

Mientras evitan hablar de invasión, asumen los argumentos rusos sobre la expansión de la OTAN y denuncian las sanciones internacionales, alegan que están dispuestos a trabajar con la comunidad internacional "para lograr un alto el fuego, promover conversaciones de paz y prevenir una crisis humanitaria" y a redoblar esfuerzos "para una pronta resolución del conflicto" teniendo en cuenta "las preocupaciones legítimas y razonables de todas las partes".

Los europeos ven a China como un competidor económico y un rival sistémico, pero también como un socio necesario para hacer frente a los desafíos del siglo XXI, como son el cambio climático o el regreso de la guerra al Viejo Continente. Y mantener este equilibrio no es fácil. El encuentro llega, además, en un momento complicado para las relaciones Bruselas-Pekín. El año pasado estuvo marcado por importantes fricciones a buena cuenta de la situación del deterioro de represión china en Hong Kong, en Taiwán y en su persecución con la minoría uigur.

El régimen chino impuso sanciones contra el Parlamento Europeo después de que la UE aprobase castigos a China por vulnerar los derechos humanos de la minoría uigur en Xinjiang. El 2021 también fue el año en el que el histórico acuerdo de inversiones UE-China quedó herido de muerte después de que la Eurocámara se negase a darle luz verde. Y la frutilla del postre llegó con la disputa entre China y Lituania después de que este último estrechase los lazos diplomáticos con Taiwán y que concluyó con la denuncia de Bruselas contra China ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) por sancionar las exportaciones procedentes de Vilna. "Todo ello ha creado un ambiente político difícil de gestionar", reconocen en Bruselas.

El 4 de febrero, tres semanas antes de la invasión, Pekín y Moscú firmaron un memorándum que consolidaba su amistad y sus áreas de interés mutuas "sin límites". En los pasillos de Bruselas vieron este movimiento como la certificación hacia sus posturas revisionistas y hacia un eje "autoritario". Así lo refleja también el informe anual de la OTAN, presentado este jueves en los cuarteles generales de la Alianza: "Hemos entrado en una nueva era de seguridad global, donde los poderes autoritarios como Rusia o China están abiertamente confrontando los principios básicos de nuestra seguridad y tratando de reescribir el orden internacional sobre el que depende nuestra paz y seguridad".

Una de las estrategias de los europeos será presionar a los chinos para que defiendan los pilares del Derecho Internacional y de las leyes humanitarias por su responsabilidad y deber moral como sillón del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y como potencia global, económica y nuclear. "China debe darse cuenta de responsabilidad en la economía y la seguridad global", afirman fuentes europeas.