El fin de semana, en su vuelo de regreso desde Malta, el papa Francisco fue interrogado nuevamente sobre la posibilidad de su viaje a Kiev. “No hay ningún no. Estoy disponible. Está sobre la mesa. Es una de las propuestas. Todo está en el aire”, aseguró el pontífice de la Iglesia Católica Romana. Jorge Bergoglio también admitió que habló dos veces con el presidente de Ucrania, Vladimir Zelensky, pero no así con el ruso Vladimir Putin. Sí aceptó que con Rusia su diálogo ha sido “a través del embajador” Alexander Avdeev a quien, en un hecho insólito, el Papa visitó en la sede diplomática de la Federación Rusa en la capital italiana, el pasado 25 de marzo inmediatamente después de haber comenzado la guerra.

Más allá de la reiterada condena de Francisco a la guerra –“toda guerra es una injusticia, siempre, debido a la lógica de la guerra”- la pregunta que ronda entre los analistas es si efectivamente el Vaticano y, en particular el papa Bergoglio, está desarrollando gestiones políticas para contribuir al final del conflicto bélico en Ucrania.

También durante el fin de semana Francisco elogió al cuerpo diplomático del Vaticano por trabajar “intensamente”, dijo, para colaborar al fin de la guerra.

El propio Francisco admitió que dialogó en forma directa con el patriarca Kirill, máxima autoridad de la Iglesia Ortodoxa Rusa, quien sigue considerando que la ofensiva de Moscú es un intento para restablecer la paz en Ucrania.

“¡Basta, basta!” Había pedido Francisco a poco de iniciarse la guerra a la que calificó como “lugar de muerte, donde los padres y las madres entierran a sus hijos, donde los hombres matan a sus hermanos sin ni siquiera haberlos visto, donde los poderosos deciden y los pobres mueren”.

Pero la pregunta que queda latente es si, detrás de la cautela de Francisco, no está presente el conflicto religioso entre la Iglesia Ortodoxa Rusa y los católicos de rito oriental que tienen en Ucrania un territorio de disputa. Mientras Kirill apunta a la reunificación de la tradición religiosa rusa bajo su conducción, desde el Vaticano se mantiene al arzobispo Sviatoslav Shevchuk, como autoridad de los católicos ucranianos de rito oriental. Tanto Shevchuk como el nuncio (embajador vaticano) en Kiev, Visvaldas Kulkobas, permanecen en territorio ucraniano desde el comienzo de la guerra. Shevchuk conoce a Francisco desde 2010 cuando se instaló en Buenos Aires enviado para hacerse cargo de la Eparquía de Santa María del Patrocinio en Buenos Aires, jurisdicción que acompaña pastoralmente a los fieles del rito católico ucraniano bizantino en Argentina. Dicha eparquía equivale a una diócesis católica y está integrada, es sufragánea de la región eclesiástica encabezada por la arquidiócesis de Buenos Aires de la que por entonces Jorge Bergoglio era titular.

Si bien en el actual conflicto el arzobispo Shevchuk se ha mantenido en la posición de reclamo de la paz, con anterioridad manifestó su preocupación y advirtió sobre lo que denominó como el intento ruso de volver a la etapa soviética, con consecuencias de orden político para Ucrania pero también con posibles derivaciones para la iglesia greco-católica ucraniana.

Poco se conoce acerca de posibles gestiones del nuncio Kulbokas, que permanece en la embajada del Vaticano en Kiev. Se sabe que en los últimos años Kulbokas estuvo encargado de acercar posiciones entre ortodoxos rusos y greco católicos, pero antes -entre 2009 y 2012- fue funcionario de la embajada del Vaticano en Moscú. Y posteriormente, entre 2012 y 2020, trabajó en la Secretaría de Estado del Vaticano donde, además de ser el traductor en las reuniones entre el Papa y Putin (julio 2019), cumplió la misma función en el encuentro entre Francisco y Kirill en 2016. Fuentes diplomáticas vaticanas aseguran que el hoy nuncio en Kiev también formó parte del grupo que preparó la reunión cumbre entre Bergoglio y la máxima autoridad de la Iglesia Ortodoxa Rusa.

Ahora Kulbokas ha sido sumamente cauteloso en sus declaraciones, pero ha defendido la estrategia diplomática del vaticano en esta ocasión descartando una presunta “neutralidad”. “Cuando escuchamos al Santo Padre hablar de la guerra, no hay neutralidad; la condena con las palabras más enérgicas, subrayando que toda guerra es una invención del diablo, es una obra satánica”, dijo el nuncio en Kiev hablando para un medio católico francés.

Aunque resulta difícil establecer cuál puede ser el papel del Papa y de la diplomacia vaticana respecto de la situación de guerra en Ucrania, todo indica que hay canales abiertos de diálogo y negociación. En una entrevista concedida a The Tablet, medio muy reconocido y ligado al catolicismo británico, el arzobispo Claudio Gugerotti, ex nuncio vaticano en Ucrania, aseguró con certeza que “el presidente Putin escucha al Papa”.

Existen muchos factores en juego para la intervención de la Iglesia Católica y del Papa en el conflicto ucraniano. En 1978 Bergoglio vivió de manera cercana la mediación vaticana encabezada por el cardenal Antonio Samoré que evitó el conflicto armado entre Argentina y Chile por el canal de Beagle. El Papa es un convencido de la capacidad y la importancia mediadora de la iglesia en circunstancias como las actuales.

Pero además existe, en este caso, una motivación religiosa. La guerra se interpone en un proceso sumamente importante para Francisco: el acercamiento de las grandes religiones y el propósito, así sea lejano, de la reunificación de las vertientes del cristianismo. Desde su llegada al papado Francisco ha hecho significativos esfuerzos ecuménicos, buscando acercar a los líderes religiosos de las grandes tradiciones monoteístas. Dentro de este propósito el Papa también ha perseguido –con escaso éxito por el momento- la reunificación de la Iglesia Católica con la Ortodoxa Rusa, entre quienes existen raíces y tradiciones comunes.

En silencio la diplomacia vaticana trabaja. Por el fin de la guerra, pero también por razones vinculadas a la estrategia religiosa de Francisco que no es solo el acercamiento entre tradiciones religiosas, sino el convencimiento que de éstas tienen como principal responsabilidad colaborar a la paz en el mundo.

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