El movimiento de las bolsas internacionales posiblemente sea una forma intuitiva de observar el shock de términos de intercambio (precios relativos) de los últimos meses. Este problema enfrenta al mundo a desequilibrios alarmantes con impactos impredecibles para las poblaciones más vulnerables.

Los índices de las acciones de los países latinoamericanos, exportadores de materias primas de alimentos, acumulan en 2022 subas cercanas al 30 por ciento. Brasil tiene su mejor arranque de año en décadas con un alza de 35 por ciento.

En las acciones de los países petroleros las ganancias también son considerables. Los índices de bolsas como Qatar o Abu Dhabi registran incrementos cercanos al 20 por ciento.

Estos movimientos van a contramano de lo que ocurre en los mercados de los países desarrollados, principalmente en Estados Unidos.

Wall Street, luego de muchos años de anotar ganancias extraordinarias, tiene dificultad para sostener la capitalización de sus bolsas. El S&P anota un retroceso de 5 por ciento y el Nasdaq baja a ritmos de casi 10 por ciento.

Estos resultados reflejan el salto exacerbado que se observa sobre los precios de las principales materias primas: desde los cereales y los aceites hasta los distintos productos vinculados a la energía.

En el último informe de la FAO se detallaron algunos datos de marzo que son impactantes para los bienes agropecuarios. El índice de los precios de los alimentos subió más del 12 por ciento contra febrero y acumuló un avance de casi 34 por ciento el último año. Este indicador se ubica en el nivel más elevado de toda la serie histórica desde 1961.

En el caso de los cereales hubo un incremento del 17 por ciento mensual, consecuencia del estallido de la guerra. El reporte de ese organismo de Naciones Unidas explica que Rusia y Ucrania juntas representan entre el 20 y el 30 por ciento de las exportaciones mundiales de trigo y maíz.

En el detalle por productos precisa que al avance mensual del trigo fue del 19 por ciento, variación casi idéntica a la de la suba del maíz, que alcanzó un pico histórico de precio junto al sorgo y la cebada.

Otro de los índices de la FAO con fuerte suba fue el del aceite vegetal: aumentó un 23,2 por ciento, impulsado por las cotizaciones del aceite de semilla de girasol, del cual Ucrania es el principal exportador mundial.

Este último punto de la suba en el valor del aceite de girasol es interesante porque permite ver los efectos encadenados que está causando el shock de precios relativos y su impacto para las poblaciones vulnerables de todas las regiones.

En el medio de comunicación Al-Jazeera realizaron una nota de investigación en Indonesia que cuenta los problemas que están enfrentando los habitantes de menores recursos de ese país para conseguir aceite de palma, un producto típico en la dieta diaria de los sectores populares. “Lejos de Ucrania, los más humildes en Indonesia no pueden conseguir aceite para cocinar”, se menciona. Este producto subió más de 50 por ciento en el mercado interno y se establecieron medidas para evitar el desabastecimiento: se permite comprar hasta un máximo de 2 litros por cliente.

En la medida que el aceite de girasol comienza a faltar por la guerra en la región del Mar Negro, el aceite de palma comienza a ser más demandado a nivel internacional y su precio se vuelve inaccesible incluso para los indonesios, que son uno de los primeros exportadores del producto en el mundo.

Es una situación que afecta a más de 200 millones de habitantes de Indonesia y sirve como ejemplo para pensar los problemas que empiezan a generarse a nivel mundial por el ajuste abrupto de los términos del intercambio.