Luego de las audiencias en la Corte Suprema recibí cientos de mensajes de apoyo en mis redes sociales y de casi todo el periodismo de la Argentina. Entienden por lo que pasé y sigo pasando. Fui víctima de graves delitos ejecutados por una asociación ilícita enquistada en una estructura de poder estatal, conforme surge de las sentencias que condenaron al juez federal Hernán Bernasconi, su secretario Roberto Schlagel y los policías Gustavo Diamante, Antonio Gerace y Roberto Gómez (ver expedientes penales caratulados “Bernasconi, Hernán Gustavo s/Asociación Ilícita” Causa N 540 y “Diamante, Gustavo Daniel y Otros s/Falsedad Ideológica” Causa N 330, que tramitaron ante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N 5).

En efecto, para detener al "Conejo" Tarantini, los nombrados planificaron, ordenaron y ejecutaron un procedimiento ilegal para colocar droga en mi domicilio, tal como se pudo probar porque entre ellos se comunicaban utilizando una línea telefónica que había sido intervenida judicialmente y las conversaciones quedaron grabadas.

Fue una película de terror. Dos conocidas, Samantha Farjat --cuyo novio estaba detenido por orden de Bernasconi-- y Julieta Lavalle, siguiendo órdenes y presionadas por la referida asociación ilícita, concurrieron a mi domicilio, me durmieron colocando en mi jugo de naranja un somnífero, escondieron droga en mi departamento y lo convocaron a Tarantini. A su llegada los nombrados policías detuvieron al "Conejo", le escondieron drogas entre las ropas y violentaron mi domicilio. Ello fue probado en las causas judiciales por la declaración de un efectivo policial que participó en el procedimiento --siendo ajeno a la asociación ilícita--, por la confesión de los involucrados y las grabaciones telefónicas. Al despertar me encontré con pistolas apuntándome a la cabeza y con la imagen del "Conejo" siendo detenido y gritando que le estaban “armando una cama”...

Terminé detenida a merced de un juez y funcionarios policiales corruptos, quienes me sometieron a flagelos diversos, privándome de agua y comida entre tantos otros que prefiero olvidar…

Del lugar de mi detención fui llevada por un patrullero a un canal de televisión con instrucciones precisas sobre qué decir y cómo actuar, bajo amenaza sobre mi persona tal como declara un testigo en los expedientes judiciales.

Así participé de parodias manipuladas (siendo menor de edad) en las que nos asignaban a las mujeres roles denigrantes.

Soy madre de dos niños pequeños, Nicole y Axl. Naturalmente, lo primero que buscó mi niña de 7 fue mi nombre y realmente me preocupa ver que encontrara en primer plano esos videos de programas de televisión cuya línea argumental era la violencia de género y la cosificación y denigración de la mujer.

Pretendo que mis hijos no sean afectados por videos que me ultrajan como mujer y como persona, que contienen imágenes de violencia entre mujeres que violan las normas comunitarias del propio Google. Estos videos son lejanos en el tiempo pero Google los hace atemporales por lo que agrava el daño que se ocasiona a mi reputación y mi honor.

Los algoritmos de Google son selectivos y arbitrarios, presentan la información según sus propios intereses comerciales, vinculados a la publicidad, lo que es grave cuando afecta derechos personalísimos de terceros. En este caso, los míos propios desde que fue inventado Google y Youtube (2004 y 2006 ), muchos años después que ocurrieron los hechos, que hacían imposible suponer que los mismos perdurarían para siempre en los buscadores, sin consentimiento alguno. Esos videos --grabados hace 26 años-- representan una pesadilla que al día de hoy me sigue acechando al asociar mi nombre con esas imágenes.

Recuperé mi libertad, al menos mi libertad ambulatoria, pero mis aspiraciones personales fueron frustradas. Mi única opción, por cierto muy dolorosa, fue marcharme de mi país. Y sin embargo, durante años viví a la sombra de esos extractos de videos que Google reflota de modo infinito. Es injusto que mis hijos sufran el mismo dolor, o peor que el mío, por un buscador que no mide consecuencias de los daños que ocasiona a terceros.

Insisto: pasaron 26 años... ¿Es tanto pedir que terminen de deshonrarme por algo que ocurrió hace tanto y al que me arrojaron siendo una menor de edad vulnerable? Máxime cuando los extractos de los videos en modo alguno tienen interés público, informativo o periodístico y de modo alguno afectan la libertad de expresión ya que todos ellos continuarán alojados en cada sitio de Internet y en los buscadores. Sólo no se podrá acceder a los mismos con mi nombre. Yo debo ser protegida porque era menor y porque fui víctima de un delito (Ley de Derechos y Garantías de las Personas Víctimas de Delito 27.372 Art. 4).

Yo no cometí ningún delito. ¡Yo fui la víctima! Sigo siendo la víctima, no quiero que mis hijos sean las próximas víctimas del daño injusto que Google me infringe desde que fue creado, muchos años después de los hechos brutales que me tuvieron como partícipe contra mi consentimiento y voluntad.