De poner en valor la supervivencia como persona habla Carlos Varela cuando habla de su flamante disco: Pasos. “Luego de dos años de pandemia, con el miedo lógico que genera lo desconocido, era necesario e imprescindible trabajar, crear, imaginar, soñar con un mañana mejor”, introduce el cantautor, actor y productor. Lo hace con el alma puesta en un trabajo de doce piezas “sanadoras”, cuyo origen se remonta a enero de 2021, cuando el nacimiento de su nieta Evaluna lo iluminó: le compuso un candombe. “En ese momento me dije 'Varela, no podes quedarte inmovilizado, tenés que hacer algo con todo esto que te está sucediendo', y a partir de allí fueron fluyendo uno a uno los temas, las ideas. Al principio era solo un regalo para Evita, pero después las cosas fueron cambiando hasta terminar en un disco”.

Paso a paso fueron surgiendo esas ideas y sus razones. “Vete de mí”, gema de los hermanos Expósito, porque acompaña a Varela cada vez que viaja a Cuba, país que también dio motivos a “Siboney”, del legendario pianista Ernesto Lecuona. “Es un homenaje al hermano pueblo cubano que nos recibe con sus brazos abiertos. Lo mínimo que puedo hacer es cantarle una canción suya”, justifica el cantor. Paso a paso llegó también “Milonga del traidor”, pieza de clima musical campero, tracción a piano y guitarra, escrita por José “Pepo” Ogivieki y Fabricio Castañeda, cuyo anclaje en el interés de Varela provino de su aurea borgeana.

-Hay también una presencia fuerte de Buenos Aires como inspiración y ambiente. “Balada para mi muerte”, de Piazzolla-Ferrer por un lado; “Buenos Aires, cómo quisiera”, de Carlos Cabrera, por otro. ¿Por qué tal recurrencia sobre la gran urbe?

-Es verdad, Buenos Aires pareciera ser un tema recurrente. En el caso de la segunda pieza, me debía grabarla desde mis comienzos, porque nos cuenta todo aquello que hemos soñado para esta ciudad y para la Argentina. Cuento una anécdota muy breve que habla de esto: en los '90 tuve la posibilidad de irme a vivir y a cantar a Holanda, contratado por el sexteto Canyengue que dirigía el maestro Carel Kraayenhof. Pero no lo hice, porque no sabría qué hacer sin estas calles.

-¿Cómo resultó la interacción con Susana Rinaldi en “Balada para mi muerte”?, ¿Por qué el tema, por qué con ella?

-Resultó toda una enseñanza, porque ella en sí misma es toda una enseñanza. El tema lo comenzamos a armar con Leandro Marquesano y Gabriel Merlino, excelente bandoneonista, en junio de 2021, plena pandemia. Yo estaba en permanente contacto con Susana en forma telefónica y, mientras armábamos la base, estudiaba la letra y el arreglo. Luego fui a su casa y allí grabamos el recitado, no sin antes compartir té con masas y charlas sobre política. ¿Por qué con ella? Simple: creo sin dudarlo que la mejor versión de la balada la hizo ella con la Orquesta Sinfónica de Israel. ¿Por qué, entonces,  no darme el lujo de tenerla como invitada? Además, en esta versión hay una particularidad: Susana comienza el tema recitando un fragmento de otro poema de Ferrer llamado “Tu penúltimo tango”.

El penúltimo disco de Varela fue No te entregues nunca, concebido como un homenaje a su amigo, el poeta Héctor Negro. Entre tal, y el fuerte vínculo humano y musical que mantuvo con Rubén Juárez cuando ofició de productor de El álbum blanco, se encuentra el marco de referencia estético, humano e ideológico de este cantor nacido hace 66 años en un conventillo de Once. “Negro ha sido un maestro en mi vida, siempre están presentes las enseñanzas que él supo dejarme, como esa que decía: 'en el tango cuesta ganarse un prestigio, pero una vez que lo lograste no lo tires a la marchanta, cuídalo'. Y esto es lo que intento hacer: cuidar lo que tanto me costó conseguir en 40 años de carrera y 24 discos en el lomo”, señala Varela. El legado de Juárez está por su parte concentrado en otra de las canciones del disco, llamada “El vicio”, de Edgardo Acuña. “Es clave cómo lo define Acuña: Rubén fue un auténtico tipo de la noche porteña, esa que ya poco a poco se nos va diluyendo, pero de la que dejaron gran escuela músicos como él”.

-¿Bajo qué criterios elegiste el repertorio? Nunca es tarea fácil.

-El criterio fue muy arbitrario. Fundamentalmente, lo que tiene que suceder con una canción es que primero emocione al intérprete, que diga algo que lo conmueva, porque si no, es imposible transmitir algo. Trabajar un repertorio puede ser difícil o imposible… pero ocurre que después de tantos años de laburo sé por dónde tiene que circular un repertorio que me satisfaga. En búsqueda de eso voy, pues.

-¿Qué hayas elegido Pasos para titular el disco tiene que ver con esto, más allá de que se trate de la canción escrita por Malena Muyala que recreás?

-Más bien creo que como título y como tema forma parte de nuestra realidad, porque se trata de la vida misma. Es como el ciclo de Cien años de soledad de García Márquez… Todo lo que hacemos, lo que damos, lo que recibimos, ya sea amor u odio, termina siendo efímero, porque en el último momento, cuando vas a dejar este plano, estás solo. No quiero con esto ponerme en espiritualista ni mucho menos, pero me parece que esto forma parte de realidad que en algún momento lamentablemente vamos a tener que enfrentar.