El 57 por ciento de las personas que se inscribieron en el Registro Nacional de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (Renatep), entre su apertura en julio de 2020, y febrero de 2021, eran mujeres, y el 43 % varones. Abarcan el universo de unxs 2.100.000 habitantes, un 84 % de entre 18 y 45 años, y el 39 % concentrado en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y la Provincia de Buenos Aires. Del total de inscriptxs, apenas el 4 %, es decir unxs 77 mil, eran extranjerxs: se registraron alrededor de 34 mil personas paraguayas, 25 mil bolivianas, 8 mil peruanas, 2.500 uruguayas y 2.500 chilenas, detalla el informe “Cortar los nudos. Mujeres, migrantes y cooperativistas en el área metropolitana de Buenos Aires”, de la Comisión Argentina para Refugiadxs y Migrantes (Caref).

Coordinada y redactada por la antropóloga y docente María Inés Pacecca, la investigación surge de 21 entrevistas realizadas a mujeres migrantes de Bolivia, Perú, Uruguay y Guinea, involucradas en la puesta en marcha (y trabajadoras de) seis cooperativas. Contribuye a mostrar “las diversas y simultáneas ocupaciones de las mujeres migrantes, las densas tramas de relaciones personales, sociales e institucionales en que se imbrican todas sus ocupaciones (incluidas las tareas de cuidado) y la estrechez de una categoría administrativa (´trabajador migrante´) para captarlas y reconocerlas”. 

Las trayectorias de las migrantas consultadas se ligan a la historia de las cooperativas, “porque han sido parte y porque su creación se enlaza directamente con la condición migratoria y las experiencias de género”, sostienen. “Experiencias previas de explotación, precariedad laboral, marginación, discriminación y tensiones entre el trabajo y el cuidado dieron lugar a espacios de diálogo y activismo de los que surgieron un diagnóstico y una certeza: no es posible escindir el empoderamiento (como migrantes y como mujeres) de la generación de ingresos.” Quedan expuestas la complejidad de las tramas sociales y familiares, "y la rigidez de las dimensiones institucionales, económicas y políticas que conforman los pisos pegajosos, los techos de cristal y las paredes de cemento entre los que transcurren las vidas de las mujeres".

A partir de estos núcleos opresivos, "visibilizar, registrar e institucionalizar a quienes son parte de la economía social es un paso gigantesco hacia la igualdad en el mundo del trabajo y la producción". Indispensable, concluye el estudio, "para contribuir a cerrar las brechas de género, ya que las mujeres dan cuenta de más de la mitad de quienes conforman la economía social".