Correr es una necesidad, es una actividad “que hace bien”; y también es una conducta milenaria que sirvió a los humanos para escapar del peligro y para disfrutar, para jugar y trabajar. Un proceso complejo y coordinado en que las diferentes piezas del organismo se ponen de acuerdo de manera automática; se alternan pasos y en cada zancada, la coreografía se perfecciona. Ahora bien, ¿qué ocurre durante los maratones y los esfuerzos físicos de largo aliento? ¿Correr grandes distancias es beneficioso para el cerebro? ¿Qué sucede con los cuerpos de los individuos mientras recorren el trayecto que los llevará al ansiado kilómetro 42?

El psiquiatra y maratonista Federico Pavlovsky se anima a hilvanar las primeras respuestas. “Estamos acostumbrados a tener recompensas en el corto plazo, al cerebro le agrada esa intensidad. A contramano de esto, el maratón brinda la posibilidad de desarrollar la tolerancia, con el objetivo de una recompensa a largo plazo. Te pasás entrenando cuatro o cinco meses y el maratón dura un día. Al año, si sos amateur, como mucho, corrés dos. Diferir la recompensa es muy importante, es un mecanismo constitutivo del aparato psíquico”, señala.

En la línea de intentar comprender aquello que sucede con el cerebro y el resto del cuerpo cuando se realizan distancias de varios kilómetros, el neurocientífico Fabricio Ballarini, investigador del Conicet, aporta un contrapunto: desde su punto de vista, los esfuerzos tan intensos no parecen ser muy beneficiosos para el cerebro. “Si bien hay muchas investigaciones sobre lo que ocurre mientras corremos distancias cortas, no hay tanto sobre los maratones. Hay trabajos que exhiben cómo, durante carreras largas (ultramaratones), se reduce en un 6 por ciento el volumen de la materia gris. Lo positivo es que luego de seis u ochos meses retorna a la normalidad”.  “Se suele recomendar hacer este tipo de esfuerzos desmesurados con muchísimos controles médicos y de forma espaciada en el tiempo”, agrega.

Si los cardiólogos recomiendan a toda la población tener al día los aptos físicos, con los maratonistas la recomendación se vuelve orden. Cuidar el corazón es fundamental, refiere Adrián Baranchuk, médico (UBA) y profesor de Medicina en la Universidad de Queen’s en Canadá. “El apto es un examen que ayuda a la exploración física; es vital para evaluar si la persona está preparada para la actividad que entrena. Se suele hacer un interrogatorio, un examen y un electrocardiograma, procedimientos no invasivos que cuestan poco dinero y que se realizan en muy poco tiempo”, sostiene. "Aunque está bastante regulado, hay deportistas de elite que fallecen de muerte súbita durante la competencia porque no se realizaron los aptos físicos de manera convencional y como se suele indicar”, completa.

Preparación y rituales

Hay tantas formas de prepararse para un maratón como gente que lo corre. Los profesionales lo hacen con entrenador y algunos amateurs también recurren al consejo de un referente con experiencia en el rubro. Se intercalan semanas de fondo (en que se acumulan de 50 a 80 kilómetros durante los siete días), “pasadas” de velocidad, ascenso a cuestas y, eventualmente, ejercicios de fortalecimiento en gimnasios. Las rutinas se vuelven repetitivas hasta que se ritualizan. Incluso para quienes lo practican de manera amateur y por disfrute personal, el ingreso a este universo implica aprender aspectos antes desconocidos: qué zapatillas y qué marcas son las más adecuadas, qué vestimenta es la más fresca y liviana, qué precauciones hay que tomar cuando llueve o hace calor, qué comer y qué evitar durante el entrenamiento y en los días previos a una competencia, qué lesiones se pueden prevenir, qué médico deportólogo es fiable y se puede consultar.

Correr despierta pasiones y, como toda pasión, absorbe buena parte de la energía y la atención disponible. Pavlovsky relata su caso como psiquiatra y maratonista: “A veces estoy en el consultorio pensando a qué hora voy a correr y cuantos km me corresponden. Repaso la grilla semanal de entrenamiento entre pacientes y entreno abdominales o estiro antes de una nueva consulta”. “Para poder correr un maratón, en algún punto, uno se tiene que obsesionar. Pero no la obsesión como aspecto patológico, sino como la posibilidad de focalizarse, como mecanismo de sostener el esfuerzo”, explica.

Los dolores y la sed

Ximena Pérez corre maratones de montaña desde hace más de diez años. Comenzó en 2011 cuando fue invitada por un grupo de runners en Quilmes. “La particularidad de correr en montaña es que se suele tardar el doble, hay parte de ascenso y meseta, caminos más agradables y otros no tanto. Llegué a correr a 2800 metros de altura y la complicación adicional para los que vivimos en Buenos Aires es que no tenemos un sitio para entrenar, de manera que nos las rebuscamos para hallar montañas”, relata. Luego continúa con la descripción de los dolores durante el entrenamiento y con una situación que le sucede de manera personal y comparte con otros corredores. “En el entrenamiento es muy especial lo que ocurre. Supongamos que corro 10 kilómetros, los primeros tramos son de esfuerzo, pero cuando paso el kilómetro cinco o seis, dejo de sentir dolores y ya no me canso más. Es como si fuera en piloto automático”, subraya quien, como rutina, antes de salir a correr, se venda cada dedo de los pies y coloca átomo desinflamante en sus rodillas para evitar dolores que puedan aparecer.

Pavlovsky acuerda y comparte: “La inmensa mayoría de los dolores que aparecen en los primeros tiempos no se van con analgésicos ni mantas calientes ni cannabis en crema; simplemente desaparecen si uno continúa corriendo”. Cuando se realizan esfuerzos de este calibre es muy corriente que aparezcan molestias y dolores de una intensidad variable. A las quejas por el tobillo, se suman las del tendón de Aquiles, las rodillas y la planta del pie (fascitis plantar). También es común el dolor en los pezones debido a la fricción con las remeras. Sencillamente, son alarmas que el cuerpo emite por no estar diseñado para tamaño desgaste.

El fenómeno de la sed, por su parte, es un aviso del cerebro que advierte la futura posibilidad de deshidratación y la necesidad de estabilizar la cantidad de agua que requiere el organismo para funcionar de manera normal. El sudor, explica Pavlovsky, es extraído del cuerpo con tanta velocidad que el individuo puede estar “peligrosamente deshidratado antes de que se entere tu garganta”. Aunque los humanos no suelen hidratarse de manera correcta todos los días, en un evento como un maratón no hay margen. “Vi a corredores desmayarse sin aviso, o caer con calambres por no tomar el líquido necesario y eso para ‘ahorrar tiempo’, o porque no tenían sed”, expresa el psiquiatra.

Oscilaciones anímicas: ¿por qué correr?

“Durante la carrera existen oscilaciones anímicas muy intensas: hay momentos en que estás bajoneado y querés interrumpir, hay momentos de neutralidad y también los hay de euforia. Se experimenta un mundo de sensaciones físicas: la mente parece subordinarse a un estado físico. También se experimentan alteraciones sensorios-perspectivas que no tienen nada que ver con las vivencias cotidianas”, relata el psiquiatra consultado por este diario. En las ultramaratones -50, 80, 100 o más kilómetros- los participantes suelen pasarse el día corriendo y son frecuentes las alucinaciones: dialogar con árboles, ver puestos de comidas dónde no los hay, o bien, cruzarse gente que ya no existe. Frente a ello, dice el experto, la sugerencia es no desesperarse. En el libro Alucinaciones de Oliver Sacks se narra muy bien cómo, en circunstancias específicas, las personas pueden experimentar síntomas psicóticos sin tener una enfermedad mental.

En este marco, si correr maratones puede traer dolores musculares y alucinaciones diversas, ¿por qué corren los que corren? Pérez lo cuenta de este modo: “Corro porque me hace bien. No lo hago para romper ninguna marca, ni para coleccionar medallas ni camisetas, ni por nada en especial. Cuando me anoto en una nueva competencia es para disfrutarla, para sentir algo especial que se siente cuando corrés en grupo. Aunque el día después ni siquiera podés mover las piernas, llegar a la meta es único. Te sentís inmensamente feliz, no sé bien explicarlo. Es esa sensación de llegar, sin quedarse en el camino”.

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