La Comisión de Legislación y Asuntos Constitucionales de la Cámara de Diputados de Mendoza presentó un proyecto de ley para cambiar la hora oficial en el país: buscan modificar el huso horario de -3 y llevarlo a -4, durante otoño e invierno, con el objetivo de aprovechar de manera más adecuada la luz natural. De esta forma, la iniciativa liderada por el diputado radical Julio Cobos planea ajustarlo cuatro horas al Oeste del meridiano de Greenwich, que es lo que corresponde de acuerdo al Sistema Internacional de los Husos Horarios y la geografía del territorio nacional. El de ponerse en hora es un tema que, lejos de constituir un problemática local, se discute en todo el mundo: los legisladores de Estados Unidos lo debaten por estas semanas y Europa marcha rumbo a ello.

Diego Golombek, biólogo e investigador del Conicet y la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), participó de la sesión mendocina y ofrece su perspectiva sobre los puntos a favor y en contra de realizar la modificación en el país. “Hay una movida mundial para tratar de establecer el horario natural que corresponde al día solar, de acuerdo al huso horario, que es una convención social y política. Argentina, después de muchos vaivenes de cambiar sus horarios, quedó establecida en el huso -3, o sea, tres horas al Oeste de Greenwich. En el mapa, -3 equivale a la punta de Brasil; es más, en algunos momentos del verano hemos pasado a -2. Es estar en medio del Atlántico”, sostiene el especialista. Luego continúa: “El huso horario que más atraviesa al territorio nacional es el -4, a excepción de una franjita de las provincias cordilleranas que se localizan en el -5”.

Desde el punto de vista del investigador, estar en el -4 favorecerá a las 24 jurisdicciones porque permitirá tener más luz durante la mañana que, desde un enfoque cronobiológico, es la más adecuada para sincronizar el reloj interno. “Nos puede servir para aprovechar mejor la luz, estar de mejor humor, cambiar la productividad, ir a trabajar o ir a la escuela durante el día”, destaca. Los niños, niñas y adolescentes, durante una parte del año, acuden a clases cuando todavía es de noche y ello afecta su rendimiento cognitivo.

Ponerse en hora

El reloj biológico es una estructura marcapasos (localizada en el hipotálamo) que genera una oscilación endógena, una periodicidad similar a las 24 horas (por eso es circadiano, cercano al día) y que es capaz de responder a estímulos ambientales con el objetivo de ponerse en hora, es decir, de sincronizarse. Surge evolutivamente como una forma de adaptarse a los cambios del ambiente y su función es predecir aquello que puede llegar a suceder. Los ritmos internos están regulados por "dadores de tiempo" y la luz del día se define como el factor más importante de sincronización del reloj.

Estar desincronizados como en este momento está Argentina podría explicar diversos problemas de salud. “Si la desincronización se vuelve crónica, el cuerpo no se ajusta al día solar y trata de hacer un esfuerzo enorme para ponerse en hora”, explica Golombek. Un esfuerzo que se paga en estado de ánimo, porque habrá más chances de estar malhumorados; en sueño, porque se incrementarán las posibilidades de estar somnolientos; en cuestiones cognitivas, porque se detectarán mayores problemas en la memoria de aprendizaje; y, eventualmente, todo el cuerpo comenzará a fallar ante el desfasaje entre la hora interna y la hora del mundo. Desde el Laboratorio de Cronobiología de la UNQ investigan, precisamente, los efectos de la desincronización en la salud de roedores y en personas que usualmente trabajan en turnos rotativos. “En los países en donde se sigue haciendo cambio de horario durante el verano y el invierno, en la semana siguiente a la modificación se registran más accidentes de tránsito e internaciones”, dice. El desfasaje es cosa seria.

Los que se oponen al cambio

Los principales argumentos que presentan quienes se oponen a esta modificación son de orden energético. A partir del cambio, la cantidad de energía a ahorrarse será menor. Frente a ello, Golombek contesta: “La nafta de la cronobiología, la luz más importante que podemos llegar a recibir, es la de la mañana. Dicen que con esta situación actual de -3 se ahorra más energía a la tarde, porque no es necesario prender la luz hasta las seis o siete. Ello es cierto, pero también lo es que se gasta más a la mañana. Pienso que habría que revisar mucho esos números de gasto de electricidad y las situaciones que se contemplan”.

También hay otros aspectos de controversia: hay algunos que sugieren que cada jurisdicción debería escoger en qué huso horario ubicarse, o bien, que Argentina tendría que tener --al menos-- dos husos horarios diferentes: -5 hacia en las provincias del Oeste y -4 en el resto. De hecho, un país con la extensión de Rusia tiene nada menos que 11 husos horarios diferentes. No obstante, para Golombek y otros especialistas que acompañaron la justificación positiva del proyecto, aunque la norma se proponga en Mendoza sería deseable unificar criterios en toda la geografía nacional por la amplia porción del territorio que se halla dentro del huso -4.

Más allá de los contrapuntos, un aspecto a destacar es que se haya consultado a científicos y científicas para el proceso de toma de decisiones. La ciencia es una herramienta que provee evidencias y que puede ser muy útil al momento de impactar de manera beneficiosa en la vida cotidiana de la sociedad.

Vaivenes históricos

Cuenta Golombek que, en un comienzo, los horarios eran locales: sencillamente, cada ciudad establecía su mediodía cuando el sol estaba en el punto más alto. Sin embargo, con el ferrocarril y su despliegue cambió todo: como no se podía ajustar el reloj en cada momento, se instauraron las primeras zonas horarias. Horario sincronizado, parámetros claros para desarrollar actividades y rutinas. Recién a fines del siglo XIX, en 1884, se estableció el sistema mundial de husos horarios, con Greenwich como meridiano en el cual basarse. Se estipuló, en esta línea, que cada huso tuviera unos 15 grados de longitud. Argentina se adaptó a la norma y formó parte del sistema en 1920, pero el camino no fue nada sencillo. En efecto, el país modificó su huso horario en 57 ocasiones. A pesar de los cambios, desde 1969 se ubica en la zona -3 y alterna con la zona -2 en algunos veranos (como en 1974), cada vez más lejos del “horario natural”: -4.

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