Desde Brasilia

Luego de haber sido censurado por Naciones Unidas y la OEA debido a la represión de los participantes en una protesta que exigió su renuncia, el  presidente Michel Temer fue criticado por más de cien diplomáticos de carrera a través de una carta titulada “Diplomacia y Democracia”.

En ese texto los cuadros del Servicio Exterior deploraron el ataque policial a los estimados en 150 mil manifestantes reunidos pacíficamente la semana pasada en Brasilia, cuyas avenidas fueron posteriormente patrulladas por las fuerzas armadas por orden del mandatario. Las pocas horas durante las cuales la Capital Federal estuvo ocupada por el Ejército y la Marina indicaron un punto de inflexión: el régimen anómalo surgido del golpe contra Dilma Rousseff el 12 de mayo de 2016 ingresó, el 24 de mayo de 2017, en una fase de militarización que puede agravarse si la indignación popular sigue creciendo en futuras movilizaciones o si los sindicatos convocan a un nueva huelga general tras la realizada en abril, que fue la primera en 21 años.

 El manifiesto de la clase diplomática, criticó “el uso de la fuerza para reprimir o inhibir manifestaciones” repitiendo la advertencia divulgada hace una semana por la ONU y la OEA. “Rechazamos cualquier restricción al libre ejercicio del derecho de manifestación pacífica y democrática (...) cabe al Estado garantizar la seguridad en las manifestaciones así como la integridad del patrimonio público, tomando en cuenta la proporcionalidad del uso de las fuerzas policiales”. En esa última frase los miembros del Palacio Itamaraty parecen confirmar que la agresividad de la policía no se compadeció con la conducta inofensiva del grueso de los indignados, mientras unos pocos autodenominados Black blocs lanzaban molotovs y destruían los portones vidriados de algunos ministerios.

Las sospechas de que los activistas más exaltados no eran realmente activistas fue manifestada el lunes pasado por la senadora Gleisi Hoffmann del Partido de los Trabajadores, en entrevista con este diario. “Fue una movilización realmente muy importante que desde el gobierno quiso ser desnaturalizada con los incidentes de los supuestos Black blocs (..) , no llegué a ver  a los  supuestos Black blocs  pero todos los relatos indican que la policía fue pasiva con ellos y después enfrentó a la masa de manifestantes” dijo Hoffmann, que seguramente hoy será elegida presidenta del PT en el cierre del Sexto Congreso abierto el jueves por Luiz Inácio Lula da Silva. Ayer Hoffmann reiteró que su partido no acepta la realización de elecciones indirectas como las que impulsa el oficialismo y planteó que la salida de la crisis sólo llegará con “elecciones directas ya” en las que “pos supuesto Lula será nuestro candidato”. Esa consigna, “Directas Ya”, y “Fuera Temer”,  fueron la más repetidas en la marcha del miércoles 24 en Brasilia y el domingo pasado en el también multitudinario acto de protesta realizado en Río de Janeiro.

El documento “Diplomacia y Democracia” también refiere a la necesidad de convocar a elecciones cuando señala  “Reclamamos a la sociedad y en especial a sus líderes a renovar el compromiso democrático a través del diálogo constructivo (... a favor) de un nuevo ciclo de desarrollo legitimado por el voto popular”. Y en el pasaje más directo de la misiva los diplomáticos le recomiendan al presidente y los suyos que eviten caer en “tentaciones autoritarias”.

Reducido a la estatura de un casi tirano, el martes pasado Temer presumió, al hablar ante empresarios, de que no le temblará el pulso para movilizar a los militares cada vez que sea alterado el orden. Esa promesa fue, o intentó ser, una forma de garantizar  a inversores locales y extranjeros que permanecerá en el poder, incluso manu militare, y que serán aprobadas las reformas previsional y laboral.

En su  lectura imaginaria de la realidad Temer aún supone ser un presidente con alguna autoridad o legitimidad. Y desde esa idea falsa de su poder procura  recuperar el apoyo del capital nacional y transnacional ofreciéndoles el oro y el moro. Para eso envió a Washington al ministro de Relaciones Exteriores, Aloysio Nunes Ferreira, que ayer  conversó con su homólogo Rex Tillerson precisamente cuando Donald Trump enfrenta el repudio unánime de la comunidad internacional por denunciar el Tratado de Paris sobre cambios climáticos .La cita de los cancilleres de Brasil y Estados Unidos más bien fue el encuentro de dos de los representantes de dos de los gobiernos más aislados del mundo.

En 13 meses al frente del Palacio del Planalto Temer conquistó el repudio de los gobiernos progresistas de la región y la indiferencia de los conservadores de todo el mundo. Brasilia se convirtió en una de las capitales latinoamericanas menos visitadas por líderes internacionales, y las pocas delegaciones que viajaron lo hicieron con reservas, como ocurrió con la misión de la Unión Europea que vino para criticar la exportación de carne brasileña en mal estado.

Algunos de los  firmantes del texto “Diplomacia y Democracia” expresaron su preocupación ante el desprestigio internacional que significa Temer. Esos funcionarios de carrera comentaron, a condición de anonimato, que se pueden “cerrar las puertas” del mundo hacia Brasil, y lamentaron la carta agresiva que Brasilia envió a la  OEA y la ONU, en respuesta a las críticas por la represión policial.