“Si alguien puede encontrar un caso más temprano, haga el favor de avisarme, pero -que se sepa- no hubo una mujer antes de Mary Gartside que desarrollara una teoría sobre el color en el mundo occidental”. Así de rotundas son las palabras de la historiadora del arte Alexandra Loske, inglesa que se ha convertido en la principal divulgadora de la labor pionera de la precursora Gartside que, en 1805, publicó An Essay on Light and Shade, on Colours, and on Composition in General, un libro en el que “desarrolla un sistema ciertamente inventivo, muy original, donde ilustra las armonías y los tonos contrastantes de los colores primarios y secundarios de forma personal y orgánica”.

Entre otras cosas, en esta obra -que Mary revisa, amplía a casi 100 páginas y vuelve a publicar tres años después, en 1808-, ofrece una serie de imágenes abstractas (“manchas” de acuarela, si se quiere) blancas, amarillas, naranjas, verdes, etcétera, con las que mostraba “diversos grados de saturación y cómo se fusionaban con otros colores”, explica Loske en una reciente interviú con la BBC. Donde además afirma que, cuando Gartside publicó su ensayo, lo hizo con el recato y la modestia que se espera de una dama georgiana. No solo no se da ínfulas: lo presenta como una pequeña guía para “las damas a las que instruyo en pintura”. Empero, supera con creces esa meta gracias a su discurrir sobre matices, calidez, transformación, luminosidad, etcétera, recalca Loske.

Hay que decir que esta historiadora, asimismo curadora del Royal Pavilion de Brighton, actualmente lidera un proyecto de investigación en la Universidad de Sussex que estudia las contribuciones femeninas en el campo de las teorías del color entre los siglos XVIII y XIX, una época en la que “las publicaciones sobre el tema estaban en aumento, en parte impulsadas por la invención y la disponibilidad de nuevos pigmentos, también por las notables mejoras técnicas en impresión”. Por esos años, explica esta especialista, el abordaje “estaba fuertemente ligado a la investigación científica en óptica y pigmentos, y era casi exclusivamente un dominio masculino, con la salvedad de…”. Sí, sí, Mary Gartside.

“Son realmente raros los ejemplos de mujeres escribiendo y editando tratados teóricos sobre el color previo al siglo XX”, enfatiza Alexandra, que es autora del libro Color: A Visual Story, donde repasa distintos intentos desde el arte, la ciencia y la filosofía por explicar y ordenar el espectro cromático, de Newton hasta la actualidad. Obvio es decir que, en el mentado volumen, cita a Mary Gartside, a quien regularmente rescata en papers, interviús, conferencias.

Para esta avezada curadora e historiadora, Mary es una suerte de link entre Moses Harris, “responsable de una influyente teoría del color en la segunda mitad del siglo XVIII, mayormente basada en el esquema prismático de Newton y sus apreciaciones científicas”; y Johann Wolfgang von Goethe, autor de clásicos como Las desventuras del joven Werther o el Fausto. Apasionado por la ciencia, “en 1810 Goethe lanzaría su libro Zur Farbenlehre, ‘Teoría de los colores’, que ponía el acento en la percepción de la gente, al ojo del espectador como centro y origen del color, atendiendo al efecto subjetivo de los tonos, a la importancia de las luces y de las sombras, a las sensaciones”. “El trabajo de Gartside, con su estilo de escritura sobrio y claro, reconcilia ambos enfoques a su manera”, ofrece Loske.

Dicho lo dicho, cabe mencionar que -salvo por sus escritos sobre color y algunas epístolas que recientemente han sido recuperadas y han servido para atar algunos cabos sueltos- se sabe poquísimo acerca de la vida privada y profesional de Mary Gartside. Lo justo y necesario para completar un párrafo, digamos. Se cree que nació en 1755, probablemente en Manchester, y que habría muerto en Ludlow, condado de Shropshire. Aparentemente jamás se habría casado ni tenido hijos. A ciencia cierta, se cuenta que eventualmente se volcó a la enseñanza, instruyendo a otras mujeres en el arte de la acuarela en Londres. Se tiene constancia además de que, precisamente en su condición de acuarelista, expuso obras propias -con motivos florales, sobre botánica- en al menos tres ocasiones en Gran Bretaña: en la Royal Academy en 1781 y en otros sitios hasta 1808. Además de sus ensayos sobre el color, Loske no descarta que haya escrito otros textos bajo seudónimo, aunque se trate de una mera especulación. A tal punto el desconocimiento que se tiene sobre la misteriosa Mary que solo recientemente, durante la pandemia, Alexandra y equipo pudieron precisar el año de su muerte: 1819.