“[El Estado judío] es nacionalista, racista, sádico y abyecto”, estalla finalmente el protagonista de La rodilla de Ahed, la película más reciente de Nadav Lapid, el realizador de Policeman y Sinónimos: un israelí en París. Es un larga catarsis de casi diez minutos, en la que Y (así se lo nombra) vomita finalmente todo aquello que hasta ese momento había mantenido bajo una capa hermética, como la de una olla a presión. Y se ve tan afectado por los borbotones de su pensamiento que debe sostenerse de su acompañante para no caerse en medio del desierto del Néguev. La de Y es una furiosa, envenenada diatriba contra su país, que recuerda a las que el escritor colombiano Fernando Vallejo suele lanzar contra el suyo. O los misiles viscerales que Thomas Bernard dirigía sobre Austria y los austríacos. En tanto Y es un director de cine nacido en Tel Aviv, como Lapid, esa filípica pide leerse como escrita, gritada en primera persona. Y ése es uno de los problemas de La rodilla de Ahed: la transparencia de lo que en otros tiempos se llamaba “mensaje”.

Ganador del Gran Premio del Jurado en Cannes 2021, el cuarto largometraje de Lapid (el restante, La maestra de jardín, es probablemente el más interesante del autor) está enteramente narrado a través de los ojos de Y (un adusto Avshalom Pollak), realizador de cine y videoartista, que luce soberbio, distante y misantrópico. Al menos hasta que su borrascosa relación con el país empieza a aflorar, en el último tercio del relato, develando lo que parecía arrogancia como malestar. Y está haciendo casting para un trabajo de videoarte, en el momento en que lo invitan a presentar su película más reciente, premiada en el Festival de Berlín, en una ciudad muy pequeñita en el valle de Aravá, frontera con Jordania. El videofilm de Y, llamado como la película de Lapid, trata sobre una muchacha palestina que enfrentó a un soldado israelí, y allí debe verse un primer indicio sobre la relación de Y/Lapid con su país.

El viaje a Aravá interesa particularmente a Y, ya que allí contactará a una representante del Ministerio de Artes, que podría financiar su próxima película. Pero filmar no es tan sencillo en Israel: Y deberá firmar una declaración en la que acuerda que su película tratará sobre alguno de una larga serie de temas… todos afines a la visión y política oficiales. Eso motiva su explosión final. Pero hay un antecedente de su odio acérrimo y se halla en los recuerdos de su participación como soldado en la campaña “Viñas de Ira”, llevada adelante por el ejército israelí en el Líbano, en 1996. “La geografía gana a la larga y no necesariamente en un buen sentido", sostiene la madre de Y, que está muriendo de cáncer. A ambos hechos son significativos. Y cita la frase de su madre en medio del desierto, y sus ilusiones han muerto allí en el Líbano, un cuarto de siglo atrás.

La geografía se vuelve alegórica, ya que Y no sólo se halla en una Israel desertificada sino también en sus confines, el corazón de unas tinieblas en las que quema el sol. Motivo por el cual Y no se saca de encima unos anteojos negros en los que puede verse una cita de los que Guido Anselmi llevaba hasta el baño a lo largo de ese paradigma del metacine que es 8 y ½. Pero Guido era observado por Fellini, mientras que en La rodilla de Ahed no hay distancia entre el realizador y su misantrópico protagonista. A través de sus ojos se ve todo lo que lo rodea, empezando por su compañera eventual, Yahalom (Nur Finbak), la representante del Ministerio. A la vista de Y, por ejemplo, la bonita morocha emblematiza una forma de complicidad con la censura previa pavota, poco menos que iletrada y multisonriente.

Esa falta de distancia desequilibra a Lapid y ese desequilibrio puede constatarse tanto en la explicitación verbal de su pensamiento (y vísceras) como en el par de fantasías de Y, que a diferencia de las de Anselmi no son estructurales sino aisladas, con lo cual quedan más como caprichos que como reflejos de la la interioridad de su torturado (anti)héroe. 

LA RODILLA DE AHED 6 PUNTOS

Ha’berech/Ahed’s Knee, Francia/Israel/Alemania, 2021

Dirección: Nadav Lapid

Guion: Hami Lapid y Nadav Lapid.

Duración: 109 minutos

Intérpretes: Avshalom Pollak, Nur Finbak, Lidor Edri, Oder Azulay

Estreno exclusivamente en la plataforma Mubi.