En línea con el estilo adoptado por el episcopado en conjunto en sus últimas manifestaciones públicas el cardenal Mario Poli eligió un tono mesurado para su homilía en el Te Deum  celebrado en la catedral metropolitana que, más allá de la precisión inicial para dirigirlo “a todos los argentinos que sienten arder su corazón”, tuvo como principal destinatario al presidente Alberto Fernández sentado en la primera fila, a su gabinete también presente y, por añadidura, a quienes hoy ejercen responsabilidades en el gobierno. El arzobispo porteño evitó el lenguaje admonitorio o de confrontación. Habló sobre todo de la “amistad social” que pregona el papa Francisco, de la solidaridad y la fraternidad humana, como camino para superar las dificultades del momento y evitar los enfrentamientos.

Pero si ese fue el tono, tampoco faltaron los llamados de atención. Usando la parábola del Buen Samaritano como apoyatura para su presentación, Poli habló del pan que falta en las familias haciéndose eco de un diagnóstico que los obispos perciben en su cotidianeidad, si bien no es en forma directa y presencial, sí a través de lo que le transmiten sacerdotes, religiosas y agentes pastorales. Lo hizo con palabras bien diferentes a la incluidas en el mensaje que el día anterior publicaron los Curas en la Opción por los Pobres (COPP) cuando señalaron que “el gobierno se ha olvidado de los pobres” 

El cardenal fue menos directo, sin señalar responsables, pero advirtiendo que “tenemos que pensar en nuestro prójimo y en sus necesidades básicas: educación, salud, justicia”. Poli habla en nombre de la jerarquía y desde esta institucionalidad jerárquica se vincula con el poder político. Reclama pero difícilmente indica a los responsables con nombre y apellido. Los COPP se expresan desde el llano y tienen una cotidianeidad con los pobres que los impulsa hacia un compromiso directo y radical con los que sufren. Los obispos cuidan las formas para evitar enfrentamientos institucionales que consideran nocivos en una coyuntura que Poli describió como de “tensiones que parecen repetir crueles enfrentamientos”. Usó palabras pronunciadas por el Papa aunque Francisco las utilizó para referirse a cuestiones mucho más generales y sin alusión alguna a lo que está pasando en la vida política del país.

Tampoco faltó la referencia al “diálogo siempre beneficioso para el acuerdo y el compromiso por el bien común de todos”. El Presidente asintió con la cabeza de igual manera que lo hizo en otros pasajes del mensaje episcopal.

Al margen de los temores previos del gobierno no hubo señalamientos ni admoniciones. Sí advertencia sobre la gravedad de la situación y pedido de que “no nos cansemos de promover el bien, la justicia, la paz”.

Es el tono que hoy elige la jerarquía católica para expresar su preocupación y demandar alternativas de solución. Un tono de mesura que también deja en evidencia la inquietud y la intranquilidad que invade a los obispos por el momento que vive el país. La mayoría de los obispos saben que los que atraviesa una tensión: no dejar de advertir sobre la gravedad de lo que ocurre, pero cuidar las palabras para no echar más leña al fuego. Y les molesta el lugar incómodo que les toca protagonizar.

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