Con foco en la biodiversidad se desarrolla en el Amba la sexta edición del Finca (Festival de Cine Ambiental), que cada año que pasa cobra más importancia. Esta edición, que tendrá lugar hasta el domingo 12 de junio, es mixta -presencial y virtual- y tiene por sedes físicas las salas de los cines Gaumont y York de Olivos, además de la sede central de la Alianza Francesa, la Cámara de Diputados y la Manzana de las Luces. La dirección digital es https://finca.imd.org.ar, y tanto las proyecciones presenciales como el streaming online y actividades especiales son gratuitas. El festival organiza el casi centenar de films de recentísima producción en tres secciones competitivas (Largometrajes Internacionales, Cortos y Mediometrajes Internacionales y Largos Latinoamericanos) y varias secciones no competitivas, incluida una dirigida a los niños y otra a jóvenes.

Dentro de los largos de la Competencia Internacional salta inmediatamente a la vista La fábrica de pandemias. No sólo por su título desafiante sino porque es la nueva producción de la periodista y documentalista francesa Marie-Monique Robin. Además de haber escrito y filmado el documento de consulta indispensable Escuadrones de la muerte – La escuela francesa, sobre la “escuela” de tortura en la que se formaron militares sudamericanos en los años '60 (2004), Robin cuenta entre otros con un documental pionero en el campo del ambientalismo, El mundo según Monsanto (2008), donde pegó el grito sobre los efectos del glifosato. Recién terminada, La fábrica de pandemias desarrolla lo que su título indica: tanto el Covid-19 como los virus que vendrán son producto de la acción depredadora del hombre sobre la naturaleza.

No es, ni con mucho, la única película destacada de la programación. Arica narra un caso de, créase o no, exportación de desechos tóxicos, las 20 mil toneladas de desperdicio que la minera sueca Bolide -una de las diez más importantes del mundo en su ramo- derramó sobre el desierto de Arica, norte de Chile, en los años '80, tras trasladarlos prolijamente en miles de containers. Y el juicio posterior, que los 800 vecinos contaminados hicieron a la empresa, y que parece uno de esos thrillers jurídicos típicos de Hollywood. Desde su título está claro que En el nombre del litio es una de las de temática más a la orden del día. El documental dirigido por Tian Carrier y Martín Longo es algo así como “Todo lo que usted quería saber sobre el litio y de lo que temía enterarse”. La media docena de corporaciones internacionales que dominan el mercado, los 50 mil litros diarios de agua que derramó un pozo abierto y sin cerrar en la zona de El Moreno, en Jujuy, donde se halla la segunda reserva de la litio del mundo (el agua inunda los salares y los arruina), los escandalosos acuerdos de explotación firmados por el Estado argentino y, otra vez, la resistencia de los vecinos jujeños, un tema que muchas de las películas programadas hacen suyo.

Earth Muted.

La colombiana Bajo fuego trata, con la mayor claridad narrativa, sobre los acuerdos de paz firmados por el gobierno de Imanol Uribe con las Farc en 2016, una de cuyas cláusulas incluía la sustitución de los cultivos “ilegales” (coca y marihuana) por otros, con inversión del estado colombiano y asistencia tecnológica. Ayuda que, por supuesto, nunca llegó. Lo que sí hizo el gobierno fue emprender una campaña de erradicación de aquellos cultivos, que es lo que más le interesaba (a sus pares de Estados Unidos). Además, al retirarse las Farc de las zonas de cultivo, estas se convirtieron en territorio en disputa entre dieciocho (¡18!) grupos narcos y paramilitares, que pelean entre sí para hacerse con los campos. Mientras tanto y por las dudas, el gobierno bombardeaba a los pueblerinos. ¿Corregirá la situación el candidato Petro, en caso de ganar el balotaje del próximo domingo 19?

La brasileña Mata narra no sólo la deforestación del bosque atlántico del sur del estado de Bahía, donde sobrevive sólo el 4 % de las especies arbóreas, sino algo peor, la reforestación de 1 millón de hectáreas con eucaliptus, árbol que sembrado en esos volúmenes seca los suelos y modifica el régimen de lluvias. Claro, el eucaliptus sirve para producir papel. Aquí son los indios Pataxô los que deciden resistir a la destrucción de sus tierras. La imagen, sobre el comienzo de la película, de pinos cayendo como fichas de dominó, es tan poderosa como aquella de la selva vietnamita ardiendo bajo las toneladas de napalm, en el primer tramo de Apocalypse Now! (título que, de paso sea dicho, cobra más actualidad cada día que pasa). Ya que de árboles se trata, deben mencionarse también Before They Fall, sobre los bosques canadienses, y la ficción argentina Bajo la corteza, donde un dueño de tierras del litoral pide a un peón que las prenda fuego. Más o menos en la misma zona tiene lugar la paraguaya Boreal, sobre el trágico desmonte de una zona de duros matorrales.

Y siguen los árboles en Taming the Garden, donde un poderoso terrateniente de la exrepública socialista de Georgia, al mejor estilo Pablo Escobar, decide construir un bosque en su gigantesca propiedad… talando los árboles de los bosques vecinos y trasladándolos de a uno en barcaza, a través del río. Ya que de robos se trata, el mediometraje Stolen Fish cuenta sobre la pesca no autorizada que buques chinos hacen en un río gambiano rico en fauna ictícola, y las consecuencias que esa extracción en gran escala produce no sólo sobre los pequeños pescadores que dedicaron toda su vida (y las de sus antepasados) a eso, sino al conjunto de la población, que se alimenta básicamente de pescado. Una horrible paradoja: se despoja de su alimento a los nativos gambianos… para darle de comer pescado exportado por China al ganado europeo.

La energía de los pueblos narra una curiosa experiencia, la de comunidades rurales y urbanas que, en México y Guatemala y como respuesta a los megaproyectos energéticos privados decidieron producir… su propia energía eléctrica. La argentina El camino es la ecoagricultura es una producción para televisión de divulgación, sobre las experiencias de agricultores que comenzaron aplicando biocidas en sus campos y “se pasaron” a la agricultura orgánica. Lo interesante es que no se trata de pequeños productores sino medianos, a los que les va muy bien plantando y cosechando con los métodos previos a la inundación mundial de agroquímicos. Incluida en la sección Ecofeminismo, Las semillas de Vandana Shiva es una suerte de biopic sobre una militante internacional en contra del uso de esas sustancias tóxicas, de la que se dice que es “la peor pesadilla de Monsanto-Bayer”. ¿Pero a qué viene lo de “ecofeminismo”?, se preguntará el lector. Militante feminista también, Shiva considera que la toxicidad es un producto masculino.