Este domingo se celebró la primera ronda de las elecciones legislativas en Francia. Unos comicios determinantes para la orientación que tendrá el segundo mandato de Emmanuel Macron. El candidato de la "Francia Insumisa", Jean-Luc Mélenchon, consiguió posicionarse al frente, y en una semana podrá revalidar su peso en el Elíseo. Para algunos medios europeos, Mélenchon representa a la izquierda radical, pero, ¿qué diferencia existe entre la izquierda y "la izquierda radical"?

Para darnos alguna pista, el cronista del diario La Vanguardia de Cataluña, por ejemplo, diferencia entre la izquierda radical --cartel con el que también han sido llamados desde Podemos en España y Syriza en Grecia hasta líderes latinoamericanos--, con la “llamada ‘izquierda de gobierno’, la más realista, pragmática, y con experiencia de poder”; es decir, el Partido Socialista de Francois Hollande, que en las últimas elecciones no alcanzó ni el 5% de los votos, y confirmó su fatal hundimiento.

Teniendo en cuenta esa distinción, que es la distinción que se realiza en general en Europa, fijémonos qué pasó en algunos países europeos durante los últimos años.

El Partido Socialista francés, la “izquierda de gobierno” que lideraba Hollande, no logró resolver la desigualdad, la falta de empleo, la precariedad y otros problemas que enfrentan las mayorías francesas. De esa insatisfacción nacieron Macron, Le Pen, y Mélenchon.

En Reino Unido, la falta de respuestas económicas para las mayorías británicas por parte del último laborista, Gordon Brown, y su antecesor, el belicista Tony Blair, ha impedido que el laborismo le gane a la derecha en más de diez años. En efecto, el último candidato competitivo de esta “izquierda de gobierno” fue Jeremy Corbin, a quien el establishment también consideraba “radical”.

En Alemania, el canciller Olaf Scholz, otro representante de la “izquierda de gobierno”, hizo campaña apelando a viejas conquistas de la izquierda como recuperar el salario y poner al Estado como garante de la igualdad de oportunidades frente al individualismo rampante. Esta semana cumplió su promesa y aumentó el salario mínimo. Después de quince años de austericidio fiscal, decidió por fin hacerle un guiño a las mayorías.

España, por último, es probablemente uno de los pocos casos donde la "izquierda de gobierno" ha logrado conquistas relevantes para las mayorías. Por ejemplo, poniendo fin a la precarización laboral del Partido Popular, aumentando el salario mínimo, y poniéndole límites a las compañías eléctricas. Sin embargo, esta “izquierda de gobierno” es una izquierda particular, y que muchas veces ha sido calificada de radical. Por caso, Pedro Sánchez se enfrentó al establishment del PSOE para llegar a ser el candidato de su partido, y el actual gabinete está integrado por dirigentes de Podemos.

En definitiva, lo que se observa en Europa es que la llamada “izquierda de gobierno” no gobierna (en Reino Unido y Francia), o gobierna (en Alemania y España) a sabiendas de que si no da pasos concretos para luchar contra la desigualdad, pronto seguirá el camino del laborismo y del socialismo francés.

Teniendo en cuenta este escenario se comprende porqué el establishment cuela en los medios de comunicación la palabra “radical” junto a cualquier expresión de izquierda que se anime a cuestionar el status quo económico.

Advertirlo es urgente y necesario porque sin darnos cuenta cada vez más medios y dirigentes aceptan el marco que el establishment nos propone. En rigor de verdad, no es para nada radical querer reducir la desigualdad, generar impuestos para las grandes corporaciones, y hacer pagar la factura del cambio climático a quienes más emiten, por citar algunas medidas.