Recetas de alta costura

El clásico “¡No se juega con la comida!”, típico reto de progenitores a sus criaturas, habrá caído en saco roto en una joven Ruby Perman, que evidentemente ha mantenido la chispa lúdica bien viva, a pesar del paso del tiempo. Así lo parece repasando algunas de sus muchas “obras de arte”: réplicas de modelos de alta costura, de conjuntos usados por celebridades en la alfombra roja, hechas en miniatura y a partir de cualquier alimento que encuentre en su alacena. En efecto, esta californiana ducha en el food art se vale de variopintas opciones, todas comestibles: desde cereales hasta kiwis, desde fideos hasta chocolatines, desde gomitas hasta nata montada, por poner algunos ejemplos. Desde vaporosos vestidos de Lizzo, Jennifer Aniston, Cher, Jennifer Lawrence, Kate Middleton, Rihanna o Zendaya hasta prístinos trajes de Robert Pattinson, Elvis, Timothée Chalamet, Bad Bunny o Benedict Cumberbatch en tal o cual gala, premier, desfile, en distintas épocas: todo puede lograrse a base de galletas, limones, cilantro, jamón crudo, mangos, semillas de girasol o de granada, mostaza, eterno el etcétera. Por cierto, informa la prensa que las “colecciones de moda gastronómica” de Ruby Perman comenzaron como hobby pandémico, y al cabo de un tiempo ya gozaba de decenas de miles de seguidores en Instagram y Tik Tok. “Quise traer el glamour del showbiz a mi cocina”, explica ella, que hace su gracia en platos limpios que ofician de lienzo en blanco. “El apetito de su familia también juega un papel importante, ya que devoran sus diseños después de que ella los haya terminado”, suma la prensa, y es que no hay desperdicio alguno en el trabajo de esta mujer porque, a su decir, “me encanta usar mi arte como parte de las recetas que luego llevo a la mesa”. El famoso win-win.

Una noche en la furgoneta de Scooby

“Los monstruos no están incluidos en la tarifa”, aclara -por si las mosquitas- un reciente anuncio de Airbnb, que invita a celebrar el 20 aniversario de la primera película live-action de Scooby Doo pasando una noche en su icónica camioneta. “¡Zoinks! Han pasado 2 décadas desde que interpreté a Shaggy en el film dirigido por Raja Gosnell, pero su espíritu nunca me ha abandonado. Para festejarlo, volvamos al 2002 con una estadía totalmente genial en la Máquina del Misterio, nuestra van tan querida”, propone el actor Matthew Lillard, que otrora pusiese el cuerpo al mejor amigo del perro, un personaje bastante tontolón y eternamente asustadizo. Con afición a las galletas… para canes, como bien es sabido. Aquí Lillard oficia de anfitrión; virtual, por supuesto: dará la bienvenida por pantalla a quienes paguen 20 dólares la noche para dormir, a fines de junio, en la camioneta acondicionada, que estará estacionada en la costa del sur de California. La experiencia propone más que un colchón en la Máquina del Misterio: promete un viaje en el tiempo, “retroceder al 2002 disfrutando del resplandor de una lámpara de lava o escuchando el último álbum de Sugar Ray en un reproductor de CDs portátil”. A falta de presuntos fantasmas y seres de otro mundo, también de la banda al completo -Fred, Daphne, Vilma y el propio Scooby-, habrá juegos de mesa para resolver misterios en pos de ejercitar el músculo detectivesco. Y un televisor culón, de antaño, para quienes quieran volver a ver la cinta del 2002, Scooby-Doo: The Movie, a la que le queda un poquito grande la etiqueta que quieren instalar desde Warner (la de “film de culto”). Por supuesto, habrá refrigerios varios al alcance; gaseosas, pochoclos, panchos… Nada muy copetudo, en tanto no deja de ser un homenaje a esta cinta para niños. Y no deja de costar solo 20 billetes, una bicoca para fanáticos.

Sangriento inicio de jornada

“Ya que el desayuno es la comida más importante del día, ¿por qué no volverla aún más significativa logrando que derrumbe tabúes?”, han pensando desde las filas de Intimina, marca sueca dedicada al cuidado de la higiene y salud íntima femeninas, con amplia gama de productos para la menstruación. En esa dirección, apunta su más reciente producto: “Period Crunch”, cereales que, en vez de tomar las típicas formas esféricas, lucen como pequeños… úteros. Porque nada invita a acabar con el estigma en torno de la regla que devorar órganos reproductivos que vienen -casi una obviedad aclarar- en rojo hemoglobina, con sabor a frambuesa, y que van tiñendo la leche del color de la sangre. Según informa Yahoo Life UK, la extraña ocurrencia responde a razones: según una encuesta de Intimina hecha a más de 2 mil personas adultas, la mitad se avergüenza mucho de hablar de la menstruación, y casi el 80 por ciento jamás ha oído que se charlara del tema siquiera en la intimidad de sus hogares. Asimismo, el 82 por ciento reconoció que ni siquiera sabía dónde diantres estaba el útero; en fin… De allí que la caja de cereales “Period Cruch” no solo contenga valores nutricionales sino ilustraciones del aparato reproductivo femenino y data pertinente sobre la regla, esperando que degustando el desayuno las familias se sientan cómodas para conversar sobre este proceso perfectamente natural. Dicho lo dicho, ante la demanda en alza, aclararon desde Intimina que no se venderá el cereal en tiendas o supermercados. O, en su defecto, en farmacias. Quienes estén interesados en empezar el día llenándose la barriga con un delicioso bol con úteros miniatura y, en el ínterin, romper estigmas todavía en danza, pueden contactar al email [email protected], y ya les dirán si hay disponibilidad. Y si llega hasta su código postal. Buen apetito.

Papelón literario

“Una inquietante novela sobre un hombre de mediana edad, hijo de inmigrantes ítalo-rusos, que visita a su madre en el hogar de ancianos donde la ingresó -contra sus deseos- hace 2 años. Ella, que está sobre el final de su vida, le cuenta fragmentos de su historia temprana, que abarcan dos guerras mundiales y una tragedia indecible”. Tal la sinopsis de The Dogs, último libro del escritor John Hughes, vitoreado por la crítica de su país de origen, Australia. Tanto es así que se encuentraba entre el manojo de títulos nominados a la última edición del Miles Franklin Award 2022, el premio literario más prestigioso del país oceánico, que anunciará su ganador el mes próximo. Aunque perfilaba como gran candidato, las chances del prestigioso Hughes no solo cayeron estrepitosamente, tan abruptamente como le habrán subido los colores a este hombre que reside en Sídney, con varias obras bajo el brazo: son nulas. Su libro acaba de ser retirado de los ternados; hete aquí el motivo…

Sucede que algún cronista memorioso de The Guardian leyó de pé a pá The Dogs, y algunos pasajes le resultaron vagamente familiares. Avispado, fue raudo a releer La guerra no tiene rostro de mujer (1985), de la bielorrusa Svetlana Alexievich, donde esta escritora y periodista daba voz a las mujeres que lucharon en el ejército rojo contra los alemanes, contando la parte no heroica de la guerra, a menudo ausente de los relatos de los veteranos: la suciedad, el hambre, el frío, la violencia sexual, el miedo a la muerte, la angustia…

Y cotejando, cotejando ¿con qué se topó el Guardian…? Pues, con que la novela de Hughes tenía casi 60 similitudes con el libro de Alexievich; premio Nobel de Literatura de 2015 por sus “escritos polifónicos, un monumento al sufrimiento y al coraje de nuestro tiempo”, dicho sea de paso. El australiano había tomado prestadas ¡hasta oraciones idénticas!, sin pedir permiso, mal que le pese hoy día, que ha tenido que salir a pedir disculpas. Unas disculpas relativas ya que ha manifestado haber “plagiado involuntariamente” (sic) partes del trabajo de Svetlana. Consultada la autora sobre el asunto, mandó sucinta epístola al mentado diario: “Nunca he oído hablar de The Dogs ni me ha contactado Hughes. Las tomas textuales de mi libro son escandalosas y, por supuesto, no estuve de acuerdo con esto”. Hombre, y todo por no poner una cita, una llamada, una mención mínima, ¡qué metida de pata!