En la calesita de la vida, ver la piña antes de recibirla puede llegar a ser la traducción de un símbolo que llama la atención en espacios de sociedades secretas. Las épocas pueden ser disimiles y asimétricas en lo que llamamos progresos y avances. Lo que no se modifica, en cambio, es el espíritu salvaje por sobrevivir y esquivar los accidentes geográficos de la inseguridad emocional que nacen naturalmente en la doble línea amarilla de la ruta de nuestra existencia.

Ser capaces de navegar en la métrica de nuestras acciones, con el poder extrasensorial, es de alguna manera el comando de una velocidad crucero para encontrar la estabilidad espiritual. En ese desafío se podrá intentar la maniobra para gambetear la piña del motor a cuatro tiempos, que puede ser letal.

Doblar antes de pegarse la piña es la actitud de los perspicaces, pero sucede que el múltiple sentido de esa frase puede esconder misteriosamente una conexión entre Egipto, Roma y la Ruta del Desierto.

Una de las trompadas más sangrientas de la historia Argentina fue, justamente, la Conquista del Desierto. Impulsada por el gobierno de Julio A. Roca, la matanza feroz de los pueblos indígenas marcó un antes y un después en lo que aún se percibe transitando el silencio ensordecedor de la ruta 20. Ese peligroso trayecto de la famosa carretera que te duerme es un recorrido de 205 km., casi en línea recta, para quedar cabeceando en un sueño casi somnífero con gusto a espinillo y volantear sobre alguna culebra. El tamaño de las tarántulas, que se apropiaron del asfalto, puede despertarte en ese caso y lograr atravesar el trayecto que cruza la provincia de La Pampa, uniendo los pueblos de Chacharramendi y 25 de Mayo. Con letales siniestros que dejaron vidas partidas y múltiples choques en su haber, el cementerio de autos chocados emplazados en un clavado vertical, dejan un estilo inconfundible de la piña argentina. Los llamativos carteles de prevención “para no quedarse dormido” en el tramo fantasma, hacen sonar la sinfonía desértica de pastizales rodando. Los tábanos, deseosos de entrar por la ventanilla, anticipan el purgatorio del infierno y los monstruos dominan tu mente en la soledad absoluta de percibir la sangre de los pueblos originarios.

Puede haber una conexión que lleva al túnel del misterio, una especie de fibra óptica que vincula los tiempos donde pueblos antiguos ven con el tercer ojo los tiempos modernos. Esa dimensión desconocida para la mirada cotidiana podría tener “la Piña” como un símbolo del encuentro.

Es un hecho fáctico que la historia dicta otras lecturas de un símbolo pagano que se mantuvo presente en todos los espacios y logias de la construcción de poder faraónico.

En los desconocidos y tapados poderes de África y Asia, más precisamente en el antiguo Egipto, estos muchachos que la sabían lunga de simbología, impusieron “La Piña” en la ciencia, la poesía y la mística. En el caso de la ciencia, se relaciona con múltiples investigaciones, como es el caso de la glándula pineal. Buceando en su significado, otra de las lecturas marca el nacimiento de un símbolo trascendente y profundo que ha sido sepultado en un secreto milenario, como el sello de la iniciación y construcción de logias secretas e indescifrables "para la gilada". Así lo diría el vendedor del puesto de diarios de la estación Ángel Gallardo, del subte B, que todas las mañanas desayuna con piña colada.

“Escuchá a tu intuición o te pegarás la piña”, leí alguna vez en los años ´80. Lo decía un cartel, en la puerta de un taller de chapa y pintura que estaba en la calle Campo de Mayo de Villa Bosch.

Si viajamos a Roma, podemos encontrar la clásica Fuente de la Piña en la Piazza San Marco. Creada por el escultor Pietro Lombardi, alrededor del año 1926, quien buscó embellecer las calles de la ciudad y destacar su identidad histórica.

Pero la verdadera Piña oculta, que no todos los caminantes casuales de la ciudad eterna conocen, es La Piña del Vaticano. Escultura de bronce, de 4 metros de altura, que se encuentra en el Patio de la Piña, y le da nombre a uno de los lugares emblemáticos de los Museos Vaticanos.

El origen de esta escultura se remonta al siglo I o II D.C. y su simbología podría vincularse con el antiguo Egipto donde la Piña representaba la unidad entre lo mortal y lo inmortal.

Otras teorías piensan en “la Piña”, como un símbolo pagano. Desde una mirada esotérica, la creencia del “tercer ojo” representa un concepto común a diferentes culturas, atribuyéndole la capacidad de ser el responsable de la clarividencia y la intuición.

La Piña, presente en los lugares de construcción, no está muy lejos de la piña del lunfardo; porque la metáfora de “evitar la piña”, “irse al pasto”, o a “la banquina”, forma parte de la vida diaria, más allá de la conformación de una logia o de un poder secreto.

La intuición o la piña. Nada más importante a la hora de considerar la gestión del poder como herramienta de transformación.

Lo asombroso es como si un hilo invisible del calendario Maya pudiera unir, con la misma profundidad, el tercer ojo y el conurbano caliente. La teoría mágica de encontrar un vínculo exacto e indestructible entre lo coloquial y el pensamiento profundo, me remonta a una anécdota de la infancia. Sobrellevar la piña que recibimos de niños durante un picadito en la cancha de futbol que ya no existe, nos atesora el aprendizaje para no ser bocones en la adultez y comprender mejor el sentido de la simbología profunda.

Toda piña nos deja una enseñanza, algunas te duermen y otras te hacen soñar.