Pocos fenómenos tan llamativos en el tango contemporáneo como el de la Orquesta Romántica Milonguera. En su definición más simple, es una orquesta que recupera tangos de la época de oro del género desde el estilo de Fulvio Salamanca. Pero una mirada atenta descubre que no es la típica orquesta que replica u homenajea a las del pasado. Hay en ella un gesto reinvindicativo de lo “grasa” (no lo “kitsch”, que es la versión snob y sobreintelectualizada para quienes no quieren o pueden hacerse cargo de ese costado) que puede haber en la identidad nacional como parte de una búsqueda por volver a traer a los públicos al tango. Si otras agrupaciones del género hacen esa búsqueda a través de nuevas composiciones, poéticas y sonidos, desde la Romántica se sintetiza pasado y presente en algo más cercano al sincretismo cultural del cocoliche del conventillo que al tango fusión. 

Los números fríos aseguran que funciona: sus videoclips tienen medio millón de reproducciones mensuales en Youtube y agotan entradas. La pista, siempre caliente, lo confirma. La última iteración de este fenómeno es la realización del ciclo Cabaret Vermouth, este viernes 1º y el 22 de julio en el mítico Salón Marabú (Maipú 365), que emula a los viejos teatros de revista y donde la orquesta, además de sus dos cantantes fijos, suma un cuerpo de baile y una presentadora con ribetes standauperos. En paralelo, lanzaron un disco (su sexto EP, además de otros cuatro LP) que reversiona temas de Sandro y Gilda en clave tanguera.

“Con la Romántica desde el principio queríamos hacer cosas más teatrales, no ser solamente una orquesta que toque”, cuenta Lucas Furno, violinista y co-director. “En su momento las orquestas estaban en los cabarets, en el cine, todo muy relacionado al teatro”. La definición estética de la orquesta, explica, es “una foto melange” que va de fines de los años ‘50 a los '70, con novelas icónicas como Rolando Rivas Taxista. “Buscamos esos fenómenos populares para identificarnos. Siempre pensamos el juego de qué pasaba si a Perón no lo bajaban en el ‘55. ¿Qué pasaba si el tango quedaba como una música muy fuerte de industria nacional y se iba fusionando con el rock y otras músicas que fueran viniendo en lugar de ser archivado?” Tomás Regolo, pianista y el otro co-director del grupo, define el actual espectáculo en el Marabú como “muy argento”. La Romántica es un fenómeno local, pero también es muy solicitada en todo el mundo.

-El tango se había alejado del teatro de revistas. ¿Por qué volvieron?

T. R.: -Pero en cuanto los conectás de vuelta, que es nuestra historia con la Romántica, te das cuenta que había un público esperándolo. Uno siempre piensa que el tango va a espantar gente, ¡y no! Creo que era la línea natural de nuestra orquesta tener un show medio revistero, aunque hace un montón que una orquesta típica no convocaba a un show en la zona de Avenida Corrientes. Nos pasa que mucha gente que viene a vernos, además, llegó por los videos de Youtube, pero no pisa una milonga.

-¿Cómo fue el trabajo con los videocips?

L. F.: -Era jugar a mostrar una novela. Siempre pensamos en crear un mundo y Cabaret Vermouth une todo. Los videoclips se viralizaron y hoy “Poema” debe tener casi 5 milones de reproducciones, que para el tango es una barrabasada. Trueno te lo hace en un finde, ¿pero nosotros? En los videos jugamos mucho. Me acuerdo que en los primeros videos, que filmamos en la casa de los padres de Tomás, dejamos los cuadros de Evita que sus viejos tenían colgados y algunos nos reputearon. Pero después aceptaron que la orquesta viene con eso.

-¡Más tarde directamente incorporaron vestidos de Evita en sus videos!

L. F.: -¡Nos los prestaron! Fuimos a filmar a la Aduana, nos ofrecieron dos vestidos originales de Evita, ¡y obvio que aceptamos! Pero no somos un grupo con una línea poelítica para enganchar un hueso. ¡Jamás nos tiraron uno! De última podemos ser del partido que queramos y se da que somos más peronchos, pero no lo hacemos a propósito. No nos interesan los subsidios porque, además, tardan un montón. Nosotros queremos hacer ya. Yo no sé si en seis meses quiero grabar “Bésame mucho” como tango. Nuestra dinámica desde la autogestión tiene que ver con poder vender entradas y que eso financie los videos, los discos, y así.

-Ustedes suelen hablar de recuperar público para el tango. ¿Cómo es eso?

L. F.: -Yo laburé mucho en casas de tango. Y siempre sentía “che, ¿qué onda?” Para mí el tango era un camino de libertad, de bohemia y estoy tocando para unos chinos que se duermen y ni saben qué estoy tocando. Soñaba con tener el efecto Pugliese, el efecto Troilo. Y a nosotros viene la gente y nos abraza. Eso en la casa de tango no pasa. Salís y no hay nadie porque ya subieron a la combi a todos los brasileros atragantados con bife de chorizo y se los llevaron.

T. R.: -Pensemos primero en que el show siempre fue inherente al tango. Que en el último tiempo se haya confundido con una música académica o sólo de concierto es otra cosa. Pero desde sus comienzos estuvo atado al sainete, el teatro o la revista. Quizás los que se desviaron en el camino fuimos los que hacemos tango.

L.F.: -Nosotros armamos pensando en el público que está esperando que el tango le llegue. En el tango tenés un montón de barreras y estigmas. Pero en el último video de Trueno y Nathy Peluso (“Argentina”) hay tremendo guiño al tango, con ellos cantando en una milonga. Hay una generación de pibes que toman el tango y dicen “che, acá hay una cosa de calidad de interpretación, instrumentistas, letras”, que a la generación anterior no le pasa. La gente de 40 o 50 le tiene mucha idea al tango porque cuando éramos pibes el tango representaba cosas fuleras. Pero el tango también es otras cosas que están buenísimas. Nosotros queremos que la gente venga a pasarla bien, no a un concierto de Club La Nación. Acá tenés un show de tango con la gente bailando, con candombe, a pista llena. Desde el comienzo dijimos “primero le tenemos que gustar a los argentinos”. Si funciona acá, después funciona allá porque sale como marca industria nacional y es legítimo.