El arbitraje brasileño está en crisis y no lo sufren solo los clubes argentinos afectados por sus fallos. Salmo Valentim, el presidente de la Asociación Nacional de Árbitros de Fútbol (ANAF) y economista de Pernambuco, le apunta a un responsable: Wilson Seneme, ex titular de la Comisión que designaba a los referís en la Conmebol hasta abril y ahora cumple la misma función en la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF). “El arbitraje bajo su mando ha tocado fondo como nunca antes en la historia”, declaró aquel, el 21 de junio. Rafael Traci, a cargo del VAR la noche de River- Vélez, es un producto genuino de esa situación crítica que despierta sospechas sobre lo que pasó y sigue pasando. Está suspendido por mal desempeño en su propio país y fue decisivo para que Roberto Tobar anulara el gol de Matías Suárez por una presunta mano que el chileno nunca estuvo seguro de ver. Pero más allá de ese hecho puntual, el poder político de Brasil en el fútbol sudamericano creció de manera desmesurada y amenaza con extender su hegemonía, que ya de por sí mantienen sus clubes en los últimos tres años. Sus presupuestos multimillonarios y una mayor influencia en las decisiones son un mal augurio para los demás. Deberían tomar nota Estudiantes, Vélez y Talleres, los únicos equipos argentinos clasificados a cuartos de final de la Copa Libertadores.

Paulinho es un bloguero paulista muy bien informado. A una consulta sobre el perfil de Traci le comentó a este periodista: “Es uno de los peores árbitros de Brasil. Lleva un mes fuera de los calendarios de juego por un grave error del VAR. Es increíble que la Conmebol lo haya convocado cuando no puede dirigir aquí”. El referí cuestionado está castigado por un pésimo desempeño en el partido Inter-Botafogo. Desde el VAR hizo equivocar al juez principal Savio Pereira Sampaio el 19 de junio pasado. Vio una mano que no fue, avisó y su colega cobró penal y echó a un jugador visitante. La pelota había dado en las costillas del damnificado.

El estadounidense John Textor, dueño del club afectado, la sociedad anónima del Botafogo, se ensañó con el árbitro cuando el primer responsable había sido Traci. “Fue vergonzoso. Tenemos que limpiar al fútbol brasileño” declaró y le pidió la renuncia. El empresario es además el propietario del Olympique Lyon francés y tiene participaciones en el Crystal Palace inglés y el Molenbeek belga. Hacía ese formato de SA va el fútbol brasileño gracias a una ley aprobada en el gobierno de Jair Bolsonaro. El juego elevado a simple mercancía es poroso a este tipo de inequidades.

El árbitro VAR, el mismo que le dijo a Tobar “al inicio toca en el codo” (de Suárez) y que recibió como respuesta “para mí es gol” le pasó 43 veces junto a su asistente Braulio Machado las imágenes de la supuesta mano que nunca se vio como documento irrefutable. Fue llamativa su insistencia.

Traci es un referí de trayectoria sinuosa. Inició su carrera en el estado de Paraná, se mudó después al de Santa Catarina y terminó en la liga de Ceará. En la página especializada en arbitraje Tribuna do apito (Tribuna de silbato) se publicó el 23 de mayo del 2021 que cuando dirigió la final estadual entre Ceará y Fortaleza, el director local de los árbitros, Paulo Silvio, tuvo que ser “medicado” al enterarse de que Traci sería el juez del partido. Ni sus propios colegas y mucho menos la prensa, tienen una buena consideración de sus desempeños. En 2020, en Fluminense 1-Palmeiras 1 por el Brasileirao, cuando todavía dirigía en el campo, fue criticado hasta por su estado físico. Lo mismo le sucedió en el clásico nacional Flamengo-Gremio del mismo año. “Parece que la salida de Paraná no le sentó bien al árbitro FIFA, Rafael Traci. Pesado, falto de ritmo de juego y sin la menor autoridad en el campo”, comentaron en Tribuna do apito.

Boca y River quedaron eliminados en octavos de final de la Libertadores con 24 horas de diferencia. El primero mereció más pero pasó un disminuido Corinthians. El equipo de Marcelo Gallardo fue superado con nitidez por Vélez en la serie. Curiosamente sus figuras fueron los arqueros: Rossi porque en Brasil atajó un penal y en la Bombonera dos. Armani porque evitó una goleada que dejó con vida a River para la revancha. Dos exclusiones tempranas en la Copa y funcionales a los poderosos clubes brasileños.

Ahora bien, ¿qué pasa en la Conmebol, responsable directa de una serie de decisiones en los últimos años a la medida de la CBF? Un ejemplo. La concesión de la Copa América en dos ediciones sucesivas. Aquella de 2019 cuando Messi denunció “corrupción” y no fue a la premiación y la de 2021, la última con los índices de muertes y contagiados disparados por la política genocida del actual presidente brasileño (Lula dixit). Otro caso. El papel de su ex empleado Seneme, responsable de la designación de árbitros y del VAR que contribuyeron con fallos grotescos a eliminar de la Copa a Boca con Atlético Mineiro y a Cerro Porteño con Fluminense en la edición 2021. Mudado a la CBF en abril, hoy cobra un salario de 100 mil reales –unos 20 mil dólares – en su nuevo cargo.

Pero hay una razón adicional, acaso la más importante, que se explica en la relación mantenida durante estos años por dos dirigentes: el presidente paraguayo de la Conmebol, Alejandro Domínguez Wilson-Smith, y el brasileño Marco Polo del Nero, ex titular de la CBF que zafó de ir preso cuando explotó el escándalo FIFA en 2015 porque huyó desde Suiza hacia su país. Brasil no extradita a sus ciudadanos a no ser por causas de narcotráfico. En abril de 2019 la FIFA lo suspendió por corrupción y “de por vida de toda actividad ligada al fútbol”, algo que no había hecho la Conmebol. Hoy es el actual cogobernante en las sombras junto a Rogério Caboclo de la poderosa Confederación brasileña. Ese es el hombre al que le debe la jefatura de la Conmebol su amigo de los tres apellidos desde el 21 de enero de 2016. A cambio la CBF pasó a controlar las estratégicas direcciones de Árbitros y Competiciones. De una se alejó Seneme, en la otra continúa Frederico Nantes, el directivo que saca los papelitos cuando se hacen los sorteos de cada Copa.

Colocado por Del Nero, este licenciado en educación física de sonrisa fácil le ganó una pulseada al último argentino que quedaba con cierto poder en la Conmebol: Gonzalo Belloso, ex director de Desarrollo y secretario general adjunto de la Confederación, además de amigo y funcionario clave en el armado de Domínguez Wilson-Smith. “El 5 de setiembre de 2021, en oportunidad de la suspensión del partido que estaban disputando Brasil y Argentina en San Pablo por las Eliminatorias para Qatar 2022, por razones sanitarias, el brasileño Nantes tuvo una fuerte discusión con el argentino Gonzalo Belloso”, publicó el sitio paraguayo Express News el 29 de marzo pasado.

Producto de la pelea, el ex delantero de Rosario Central y Lanús le habría pedido la cabeza de Nantes al presidente, pero se alejó de su lado cuatro días después. Hoy es asesor estratégico para el fútbol sudamericano en la FIFA. A la Conmebol renunció en septiembre de 2021 con una carta: “Este camino, por supuesto, no fue ajeno a frustraciones y decepciones propias de los lugares donde se conjugan pasión, poder y dinero”, escribió. Es más que evidente. El fútbol hoy representa eso y el VAR es un gran negocio, pero también un elemento disciplinador.

La doctrina Monroe sostenía “América para los americanos” en 1823. Camino a los doscientos años de ese pensamiento funcional a los Estados Unidos, en la Conmebol acuñaron lo que podría llamarse: “Sudamericanos, el gobierno del fútbol es para los brasileños”.

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