Producción: Javier Lewkowicz


Título 1

El techo lo pone la macro

Por Leandro Ziccarelli *

Hoy, arriba de 300 pesos el dólar blue (o sus versiones legales en la bolsa) está caro. Caro porque ni convirtiendo todos los pesos a dólares llegamos a ese valor, pero principalmente porque a ese precio, Argentina tendría el tipo de cambio real más alto de toda su historia y sería un país de ingresos bajo. Algo que, por más que alguno le guste la idea, no tiene sentido.

El problema no es ese, el problema es que en el mercado lo que hoy es caro mañana puede ser barato. O peor aún, lo que consideramos “caro” hoy, mañana puede estar más “caro” aún. Insisto, el problema ahí no es de oferta y demanda (que lo hay), sino uno mucho más profundo que tiene que ver con el desorden macroeconómico que impera en el país desde hace (siendo generoso) un año e imposibilita generar anclas para estabilizar las expectativas y que ello ayude a que el mercado paralelo pueda ordenarse.

Propuestas como la de ir con la policía a las cuevas no hacen más que confundir las consecuencias con las causas. Hoy más de 1/3 de la economía se mueve en la informalidad, si a ese flujo de pesos le sumamos el stock de miles de millones de dólares en los colchones y una brecha superior al ciento por ciento, tenemos todo dado para que el mercado paralelo exista, crezca y opere con su propia dinámica. 

El blue no es solo una cotización en un diario, sino un precio de referencia para todo un circuito económico que se mueve en la informalidad. Es decir, detrás de las cuevas hay todo un sistema económico paralelo. Si ese sistema no detecta anclas en el sistema oficial, se desmadra. Es un mercado muy pequeño y suele estar tomador (es decir, sobredemandado). Si a esa dinámica habitual le sumamos algo de incertidumbre y expectativas de un salto cambiario en el oficial, todo empeora rápidamente porque la poca oferta que puede tener el mercado se evapora, dando paso a una demanda que hace volar el precio, como vimos estas semanas.

Aquí también es importante marcar que el volumen en sí no dice mucho: el mercado de dólar blue puede mover entre 3 y 6 millones diarios, poco contra los dólares bolsa que mueven 70 millones en el mejor día o nada contra el oficial que mueve 1.275 millones brutos al día. Ínfimo. Pero igual funciona de referencia de lo informal. Y no sería el primer mercado que funciona así. Sin ir más lejos, el mercado de Liniers tampoco mueve más del 15por ciento de la hacienda e igual es referencia para todo el sector ganadero.

Conectando todo, lo que existe es una lógica que se retroalimenta. Si la macro está ordenada, los dos mercados (oficial y paralelo) pueden moverse parecido con una brecha estable. Pero si aparecen problemas en el mercado oficial (a saber, un BCRA que no para de perder reservas y emitir pesos) se generan expectativas devaluatorias en dicho mercado, esto contagia a los paralelos, la oferta en estos mercados desaparece, el precio vuela y volvemos a comenzar. Es decir, contrario a lo que sostuvieron algunos funcionarios en las últimas semanas, el salto del dólar blue sí tiene impactos en la economía formal. Y esa segunda ronda de impactos, genera otra ronda más en los paralelos. Y así podemos seguir. 

El problema es pensar que este circuito vicioso se corta allí, en la punta del iceberg de los mercados paralelos: las cuevas. No, para solucionarlo estructuralmente hay que trabajar en la formalización de la economía. Como eso lleva tiempo, en el corto plazo se puede compra algo de estabilidad ordenando el mercado oficial.

¿Cómo logramos eso? Si la forma en la que venimos pensando no está tan equivocada, no queda otra alternativa que generar anclas en el mercado oficial. Dicho en criollo: el techo a los dólares paralelos se lo pone la macro. Si la macro se ordena, vender dólares hoy a 340 pesos puede terminar siendo un gran negocio. Como fue vender en octubre de 2020 o febrero de 2022. Ni que hablar si lo medimos en términos reales (aclaramos dado que el 90 por ciento de los argentinos padece la enfermedad de la “nominalidad”).

En concreto, la normalización de la macro tiene que implicar más dólares y menos pesos en la economía. Esto se puede lograr en el corto plazo, pero requiere mucha coordinación, voluntad política y capacidad técnica. Por ejemplo, si se logra ir convergiendo fiscalmente hasta las metas del FMI, eso blindaría el programa financiero en dólares y descomprimiría el de pesos, donde los bancos podrían poner lo que falta hasta diciembre, a la par que el BCRA destraba los saldos de granos a liquidar, el BID desembolsa la plata que comprometió en el acuerdo con FMI y la demanda energética empieza a caer por la temporada. 

¿Seríamos Suiza? Probablemente no, pero que en ese escenario un dólar a 340 pesos es caro, eso seguro.

* Integrante del CEPA.


Título 2: Normalizar el mercado de cambios

Por Sergio Chouza *

El desdoblamiento cambiario de facto en una multiplicidad de segmentos es una de las mayores distorsiones que tiene la economía argentina. Solo 2 por ciento de los países del mundo hoy mantienen un sistema cambiario no unificado, y no se trata precisamente de un listado de países exitosos. Este Gobierno viene postergando la salida de este régimen, tal cual se propuso durante la campaña 2019. Las razones son varias, la mayoría válidas por problemas de contexto imponderables. Pero parece ser el momento apropiado para pensar un recorrido hasta la normalización.

Las contrariedades económicas del desdoblamiento de facto son múltiples. Es un sistema que absorbe todos los aspectos negativos del exceso de demanda, pero sin los beneficios de incentivar a la oferta. Los últimos años, la ineficiencia del sistema se hizo evidente toda vez que la brecha cambiaria se mantuvo alta y volátil:

* Generando incentivos espurios en el comercio exterior. Prácticas ilegales como la sobre y subfacturación, pero también distorsiones en las decisiones temporales de comercialización con el exterior.

Transfiriendo renta al sector financiero, que tiene una mayor capacidad para ‘arbitrar la brecha’ y aprovechar las condiciones particulares de un régimen muy difícil de regular de forma plena.

Causando daños económicos colaterales, ya que la efervescencia en los mercados paralelos genera expectativas de devaluación (del oficial) y tiene impacto sobre los precios de la economía a partir de aumentos por cobertura.

Algunos economistas críticos con la ortodoxia caen en cierta idealización de determinadas herramientas de política económica. Se parte del diagnóstico incontrastable sobre los problemas que causa una apertura indiscriminada de la cuenta capital, pero se concluye automáticamente en la necesidad de perpetuar controles como único mecanismo para evitar tensiones macroeconómicas. La rigidez de esquemas de segmentación como un cepo es alta y mete a la política en una trampa.

La evaluación de costos de salida siempre termina pareciendo mayor a los beneficios, además de implicar una exposición a críticas internas. La dilación acumula desequilibrios y exige cada vez más parches, restricciones absurdas y seguir aumentando la segmentación del mercado. El régimen cambiario se vuelve un frankestein incontrolable que la ciudadanía no entiende, produciendo muchísimas distorsiones y pérdida de eficiencia económica.

La fortaleza política de la nueva conducción unificada de Sergio Massa parece dar un buen contexto para empezar a salir de este desquicio macro. ¿Cómo? Estas líneas no alcanzan para un abordaje en profundidad, pero se plantea una idea fuerza. Un primer paso en el trazo grueso podría ser un desdoblamiento formal, simplificando todo el sistema a solo dos tipos de cambio: uno comercial para las operaciones del intercambio exterior de bienes, y uno financiero para todo lo demás. Debería presentarse como el primer eslabón de un plan económico integral, integrando el detalle de la política fiscal, monetaria y financiera. Pavimentar metas temporales para la trayectoria de la brecha cambiaria, además de delimitar la estrategia de intervenciones oficiales en cada mercado.

Ninguna decisión es fácil y está exenta de contrariedades. Parte de la política evalúa el riesgo de disparada en la cotización del eventual mercado financiero. Sobre esto primero preguntarse si cada uno de los saltos actuales en los dólares alternativos no causan el mismo problema. Segundo, como hipótesis, habría posibilidad de que a determinado precio surja más oferta genuina que le ponga un techo al dólar financiero.

La caída de la brecha cambiaria oficial vs MEP desde el 131 por ciento máximo histórico hasta el ciento por ciento solo por el shock de optimismo del ‘efecto Massa’ parece darle aún mejor plafón a un desdoblamiento. Anclando las expectativas y mostrando resultados (acumulación de reservas) debería darse naturalmente la convergencia de los contingentes dólares comercial y financiero. En algún punto final las diferencias se volverían insignificantes. Sería la meta final para la unificación. 

Uno lee políticamente dos alternativas: construir ahora un programa para recorrer ese camino y normalizar el mercado de cambios, o que lo haga un gobierno liberal de forma desordenada el 11 de diciembre de 2023.

* Director Consultora Sarandí.