Thor es el más chongo de los superhéroes de Marvel. Hijo descarriado de un dios paki, en la primera peli —ese bodrio de 2011— es expulsado a la Tierra por no saber comportarse —es decir, por no participar de forma saludable en el proyecto genealógico del padre—. Acá se enamora de Jane Foster, una astrofísica encarnada por Natalie Portman, que, aunque es cero inmune a la musculatura del chongo espacial, sabe ponerle los puntos y volverlo más idóneo para heredar el trono de Asgard. Re épico, re solemne.

De la segunda peli no me acuerdo, pero algo debe pasar con Jane porque en la tercera ya no aparece —sabemos que, en realidad, Natalie no quiso saber nada con retomar su personaje—. En este punto, Thor se hace el indiferente, el “ya la superé”; inicia con un gesto inútil la parodia de su propia entereza.

Lo que en verdad pasó fue que Marvel contrató al australiano Taika Waititi como guionista y director de las nuevas pelis, a ver si su imaginación estroboscópica podía ponerle onda al superhéroe más aburrido de la casa —mirá que hay que ser más aburrido que el Capitán América, eh—. Waititi lo logró; Thor: Ragnarok es un estallido de colores y pases de comedia. Lo más memorable es, quizás, la relación de bros entre Thor y Hulk: los dos grandotes se lo miden —al ego— hasta pasar el punto del ridículo.

La relación de Thor y Hulk en esta peli es memorable. 


Los aciertos de Taika

En la era Waititi, la virilidad solemne del hijo de Odín tiene cabida solamente como parodia. El personaje de Chris Hemsworth es presa de una crisis existencial a la que no puede nombrar y que solo se matiza con sus arrebatos de varón que rompe cosas. Primer acierto: ahora Thor es un idiota y todes a su alrededor lo saben. El soundtrack rockero está ahí para potenciar los efectos de esa idiotez. Ni hablar de que Odín murió bien al principio de Ragnarok y dejó a su primogénito en banda con el destino del reino. Thor nunca va a poder hacerse cargo del trono; ese va a ser el rol de Valkyria, la guerrera lesbiana de Tessa Thompson, que en Amor y trueno se nos presenta como rey de Asgard. Segundo acierto: “I am the king”, dice Valkyria en masculino, poco antes de rememorar sus romances con otras guerreras. ¿En pelis futuras la veremos chapando con Capitana Marvel como anticipan algunos leaks?

Otro personaje que habla sin tapujos de su corazón es Korg, el gigante rocoso interpretado por Waititi mismo. Korg anhela regresar a los volcanes de su planeta para encontrar allí un compañero y engendrar con él un bebé de lava. El relato de Korg es gracioso y tierno a la vez; sobre todo, elude cualquier explicación sobre la naturaleza del enlace volcánico. Nadie se la pide, nadie se espanta. ¿Quién querría encerrar a todas las criaturas del —cada vez más— amplio multiverso en el mismo corset heterosexista? Los dioses no, por cierto. Hay que ver la avidez con que Zeus convoca a una orgía a todes les presentes en su celebración: ninfas, héroes y demás habitantes de Ciudad Omnipotencia. Textualmente, el personaje de Russel Crowe dice que “acá todo vale”. Yendo.

Amor ¿heterosexual? y trueno

El atractivo más grande de la peli es el regreso de Jane Foster como Mighty Thor. A Natalie le gustó la idea de volver, no ya para hacer de la científica en apuros sino de la portadora de Mjolnir, el martillo mítico de Thor, que confiere buena salud a quien lo lleva. El reencuentro entre Jane y Thor es incómodo y torpe; a él lo desconcierta el nuevo empoderamiento de la ex.

Sin embargo, como bien nos lo anticipa el título de la peli, la llama de la pareja se aviva eventualmente. Incluso se nos revelan los motivos por el que se separaron en primer lugar: entre otras cosas, Thor quería hijes —¡ay, el proyecto genealógico!— y ella no. La iniciativa fue de Jane y no de Thor. Al chongo más hegemónico del multiverso lo dejó su novia terrícola. Desde entonces, él cuenta los días. No la puede superar porque la matriz heterosexual sigue intacta. El acierto más grande de Waititi es exponerla de tal modo que nos podamos reír de ella.