- Estoy viendo una película.

- ¿Cuál?

- No busques charla, Victoria. Ahora puse “pausa” ¿Qué querés?

- Ya me habías perdonado.

- …

- “Perdonado”, que me ocupara de vos.

- ¿Qué querés?

- No me hables así. Le pedí al abogado que suspendiera todo.

- Contame la película.

- No. Además, recién empezó, no sabría bien qué decirte.

- Escuchame Alicia, no te hagas la ofendida. Ni radio tengo. El dolor de rodillas me tiene postrada. Haceme el favor de contarme la película que estás viendo en un televisor que bien podría ser mío.

- Tenés una muy linda radio.

- Se rompió.

- Vos no cuidás las cosas.

- Terminala, Alicia.

- ¿Si la radio no funciona de dónde proviene esa música?

- Sólo sintoniza una emisora, es como no funcionar. Y no reconozco la pieza, es música moderna.

- Si adelgazaras no te dolerían las rodillas.

- Mirá lo que me decís. Andá contándome la película.

- No es una película de esas.

- Esta conversación va a seguir. No pienso cortar y llamé yo. Vas a tener el teléfono ocupado por días si se me ocurre.

- Es la filmación del cumpleaños de quince de la hija de José.

- ¿De dónde la sacaste?

- Me la prestó una persona que fue.

- ¿Quién, Alicia?

- Eso no te lo voy a decir. Imaginate que sos la primera en ir a meter las narices con abogados.

- ¿Por qué me dijiste que estabas viendo una película?

- ¡Te mentí! ¡Te mentí!

- Y… sí.

- ¿José sabe que tenés esa filmación?

- Sigue. Le saqué la “pausa”. La puerta del salón… gente entrando…

- ¿Dónde se hizo?

- En “Divas”. Queda por avenida Pellegrini. La película empieza con la imagen de  Pellegrini, se ve que la cámara está dentro de un auto y filmaron el viaje a lo largo de  Pellegrini hasta el salón, desde ahí. Se escucha una música, un vals parece. Después se ve el salón y gente entrando. Ahora vuelve al movimiento del auto. Se ve borrosa, como fuera de foco, la chica. Se detiene el movimiento del auto y la cámara enfoca el frente del salón donde hay un cartel luminoso que dice “Divas”, en letras negras.

- ¿Es lindo el lugar?

- Sí, sí. Por ejemplo, a los costados del camino hacia la puerta principal hay dos canteros llenos de rosas rojas y calas que están iluminadas, y al final de estos canteros, llegando casi a la pared de la fachada, hay dos palmeras hermosas.

- No me gustan las palmeras.

- Pero quedan lindas.

- ¿Y quiénes están entrando?

- No reconozco a nadie. Dos mujeres de azul, unos chicos.

- Amigos de la cumpleañera deben ser.

- No, criaturas de cinco o seis años.

- …

- Ahora sí llegan adolescentes, ningún varón usa traje, chicas con vestidos largos ¡Ahí está Amalia! ¡Ahí está Amalia!

- ¿Amalia?

- La muy hija de puta.

- ¡No hables así, Alicia! ¡Por favor!

- …

- ¿En qué te estás convirtiendo?

- …

- ¿Sola fue?

- Sí. También lleva un vestido largo y se maquilló ¡Qué maquillada estaba al llegar! Siempre usó productos de porquería.

- ¿No le habrás pedido la película a Amalia, no?

- Sos tan boluda a veces.

- ¡Alicia!

- Adelanto todo esto… Acá ¿A ver? Ahora están todos ubicados en sus mesas, hay centros de mesa rojos, manteles blancos… ¡Amalia está sentada con ellos!

- ¡Y yo te seguí la corriente y suspendí con el abogado!

- Vos no sabés la facilidad que tiene Amalia para hacerte pasar una cosa por otra.

- ¿Que no lo sé? ¿Quién te advirtió más de una vez que te estaba cavando un pozo? ¿Eh? El primer día que la vi, que me la presentaste, me dijo que me veía bien, acá, en esta misma cama estaba yo, me dijo que no me veía amarilla, que me animara y hasta quiso hacerme levantar ¡Cuarenta grados de fiebre tenía yo! ¡Y a los dos días, hepatitis! El abogado dio con algo: ella había sido actriz ¡Actriz!

- No grites.

- Te prestó ese vestido turquesa que no te favorecía y ¿para qué?! ¡¿Para qué?!

- ¡No grites, la puta madre!

- Alicia me asustás. Ya no podés dominar las palabras…

- Pero no te das cuenta lo pesada que te ponés “¿para qué? ¿Para qué? ¿Para qué? ¿Para qué?”

- ¡Para reírse de vos! ¡Para que su amigo Josesito, casado y con una hija, la divirtiera actuándote el enamorado y reírse de tu enfermedad viéndote hacer un striptease frente a una cámara!

- Lo que quiero decir es que es mucho más que eso. Mucho más que una actriz, que una mierda.

- Lo hacés a propósito para que corte la comunicación pero no lo voy a hacer.

- Es una mujer teatrera como esas romanas que mentían y reían y envenenaban.

- Estás rara. Apagá la película.

- Poco le dura el blanco a esa pendeja ¡Mirá cómo baila! No tiene ritmo en absoluto.

- ¿Qué música baila?

- Cumbia, creo. Parece dislocada. Es tan parecida a los dos. Pero no está aunada con armonía, es como si les hubiese arrancado sus rasgos para nacer y hacerse: tiene los ojos de ella, la nariz también ¡idénticos! pero la frente, las mejillas son de José, y el color de los ojos también, verdoso, sin embargo la forma y la mirada son de ella, son ojos saltones, irritados y los dientes ¡los dientes! Uno de cada uno. Parece echa de a pedazos, con partes muertas de los dos, no una vida unánime. El vestido blanco le queda peor que a mí la desnudez. Es de cintura estrecha y torso muy encogido ¡pero de unas caderas! Como si un puño la estrujase por la parte superior. Y el vestido la constriñe ¡Aterradora! Petisa como ella y sin hombros como José, similar al trípode del fotógrafo que bien revoloteó por los aires y dio en cabezas ¡Ahí está! ¡Esto quería ver! La familia unida. Beso de esposos, beso de padres y… ¡Amalia la primera que se acerca a saludar! Y ahora, entra la otra mujer.

- ¿Qué otra mujer?

- Una verdadera mujer. Griega. Como Fedra, como Clitemnestra.

- Alicia ¿estás bebida?

 

- Todos la miran, la cámara la enfoca a ella sola y ahora a la escena en totalidad. La música se detiene. No vuela una mosca. Toma el trípode, golpea a una mujer que lleva un niño en brazos y sale volando el trípode por ahí. Quieren detenerla pero más rápida que un verdadero cowboy saca un revólver de su carterita. Apunta a todos los presentes, va y viene con los brazos estirados marcando un surco semicircular en el aire que se corta y cae como un pedazo de torta. Se acerca a José, que tiene la boca abierta como pajarito que espera comida, introduce el revólver en el pico, la mujer petisa emite un gritito y se lleva las manos a la cabellera colorada, enrulada, y la chica disonante mira el arma avergonzada por la infamia que padece frente a sus amigos; y la verdadera mujer, la mujer de horror, aprieta el gatillo. Mirá vos cómo pasó todo. Sólo recordaba la sangre en el vestido de la chica armada en partes, el trípode volando, a Amalia sin maquillaje. Había olvidado que todos gritaron y corrieron y que repetí el movimiento semicircular pero gatillando, que herí a unos cuantos, Amalia la primera, que todos se tiraron al suelo, se escondieron, se los tragó la tierra y quedé sola, con la luz roja de la cámara. Me miro. Me miro Victoria, avanzo y me digo algo pero no se escucha. Esperá que rebobino… me miro, me miro… no, no se escucha nada más. No se ve nada más.