Los Estados Unidos “no están en condiciones de darnos lecciones”, sostuvo el gobierno de Cuba en respuesta al endurecimiento anunciado el viernes por el presidente norteamericano Donald Trump. Granma, el diario del Partido Comunista Cubano, publicó el extenso documento de respuesta que termina así: “Como hemos hecho desde el triunfo del 1° de enero de 1959, asumiremos cualquier riesgo y continuaremos firmes y seguros en la construcción de una nación soberana, independiente, socialista, democrática, próspera y sostenible”. 

El gobierno del presidente Raúl Castro, quien concluirá su mandato en febrero del año que viene y según su promesa no buscará la reelección, replicó así tanto al discurso beligerante pronunciado por Trump en Miami como la firma de una directiva llamada “Memorando Presidencial de Seguridad Nacional sobre el Fortalecimiento de la Política de los Estados Unidos hacia Cuba”. 

De acuerdo con el texto cubano las nuevas medidas de endurecimiento del bloqueo, vigente desde 1962, “están destinadas a fracasar, como se ha demostrado repetidamente en el pasado”. 

Esas medidas “no lograrán su propósito de debilitar a la Revolución ni doblegar al pueblo cubano, cuya resistencia a las agresiones de cualquier tipo y origen ha sido probada a lo largo de casi seis décadas”. 

Si Trump y la realidad cumplen con las medidas anunciadas, algo es seguro: habrá contramarchas en la flexibilización entre Cuba y los Estados Unidos iniciada en diciembre de 2014, y que incluyó una visita de Barack Obama a Cuba y la reapertura de embajadas. 

Ya con una Cuba sin Fidel Castro, muerto el 25 de noviembre, pero a la vez estable, el viernes último Trump refirmó el bloqueo como política de fondo.

Prometió oponerse a toda convocatoria de las Naciones Unidas o de cualquier otro foro que pida el fin del bloqueo. 

El turismo y la educación serán más controlados. En los anuncios de Miami el tono fue que, incluso permitiendo los viajes, quedarán restringidos los traslados individuales que Obama había autorizado. Los viajes con fines educativos no académicos deberán ser en grupo. También los turísticos. 

Símbolos 

El acto de Trump en Miami estuvo plagado de referencias a los peores momentos de la relación entre los Estados Unidos y Cuba. 

“Estamos muy honrados de que nos acompañen los asombrosos veteranos de la Bahía de Cochinos”, dijo. Fue una alusión al intento de invasión ejecutado por la CIA y mercenarios anti Fidel Castro en 1961. Fracasó. Antes de las elecciones Trump había sido distinguido con el Premio Bahía de Cochinos por la comunidad ultraderechista de Miami. 

“Es un honor estar en un teatro que lleva el nombre de un verdadero héroe del pueblo cubano”, dijo también en referencia a Manuel Artime. 

Artime fue el jefe civil de la Brigada 2506, uno de los comandos que intentó desembarcar en Playa Girón dentro de la Operación Pluto que desde 1960 buscaba entrar a la Cuba revolucionaria por Bahía Cochinos. Miembro de las fuerzas de Fidel que desertó luego hacia los Estados Unidos, Artime fue una de las caras elegidas por la CIA para presentar el denominado Frente Revolucionario Democrático, una máscara urdida en la base de operaciones de Guatemala para que el desembarco no fuera mundialmente visto como una simple operación de sabotaje. 

Fue detenido y enviado a los Estados Unidos tras el pago de una indemnización. Se mantuvo en actividad durante el gobierno de John Kennedy y pasó a la actividad comercial privada luego de que, asesinado Kennedy, el sucesor Lyndon Johnson le transmitiera que cesarían las incursiones al estilo Cochinos.

En otro momento de su discurso Trump agradeció a los miembros de la Operación Peter Pan. “Ustedes saben de qué hablo”, dijo. A comienzos de los ’60 la CIA y la Oficina Católica de Bienestar a cargo del sacerdote Brian Walsh desplegó una campaña de temor y logró forzar la salida de 14 mil chicos desde Cuba porque supuestamente serían quitados a sus madres. 

En el acto estaban el senador Marco Rubio y el representante (diputado) Mario Díaz-Balart. Rubio es uno de los mayores activistas contra el gobierno de Cuba. Nacido en los Estados Unidos en 1961, Díaz-Balart pertenece a una familia que, curiosamente, fue pariente de la primera esposa del líder cubano. “Trump no está con los que reprimen al pueblo cubano como estaba Obama”, dijo el diputado por Florida el jueves, un día antes del acto y de la firma de la directiva. 

Rubio viene también de familia cubana y del ultraconservador Tea Party. En 2014 fue muy agresivo con el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. “Es probable que tengamos una crisis económica pronto en la Argentina”, dijo el senador republicano. Tildó al país de ser “el aliado más peculiar en el mundo, porque no paga sus deudas y no coopera militarmente”. 

Aquellas declaraciones de Rubio sonaron no solo a cuestionamiento sino a programa para el futuro. Las deudas con los buitres quedarían pagas a comienzos del gobierno de Mauricio Macri. La cooperación militar formaría parte del primer memorándum de entendimiento firmado con Obama el 24 de marzo de 2016. 

En el discurso del salón Artime Trump ligó el pasado con el presente, y lo hizo a escala de todo el continente. Usó varias veces la palabra “hemisferio”, que en la geopolítica estadounidense es sinónimo de América. “Ahora que soy presidente los Estados Unidos expondrán los crímenes del régimen de Castro y se pondrán junto al pueblo cubano en la lucha por la libertad”, dijo. “Sabemos que lo mejor para los Estados Unidos es tener libertad en nuestro hemisferio, sea en Cuba o en Venezuela, y asegurar un futuro en el que los pueblos de cada país puedan regirse por sí mismos”, agregó el jefe de la Casa Blanca. 

Letra chica

Hay algunos acuerdos logrados entre los Estados Unidos y Cuba que no cambian. Al menos por el momento. Los cubano-americanos podrán seguir visitando Cuba. También podrán seguir enviando remesas a sus parientes en la isla. 

Entidades de los Estados Unidos podrán seguir manteniendo vínculos con el sector cuentapropista cubano. 

Quedan limitadas las actividades económicas con empresas relacionadas con las Fuerzas Armadas Revolucionarias, que en Cuba forman parte importante del sector público. 

En 30 días más quedará claro el alcance de las medidas comerciales. Ése es el plazo que Trump dio a los ministerios del Tesoro y de Comercio para emitir nuevas regulaciones. 

El sitio web Cubadebate, que suele expresar la visión oficial, resaltó dos elementos que Trump no cambió.

El primero es el mantenimiento de los acuerdos migratorios. 

El segundo es que “Cuba NO regresa a la controvertida lista estadounidenses de países que financian el terrorismo”. La palabra “no” en mayúsculas es textual. Antes de dejar la Casa Blanca Obama había alcanzado a quitar a Cuba de esa lista. Integrarla o no determina mayor o menor dificultad crediticia y comercial. Formar parte de ella hace que el país en cuestión califique mejor como blanco.

La declaración del gobierno cubano otorga importancia a la derogación por parte de Trump de una directiva de Obama llamada “Normalización de las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba” firmada por Obama el 14 de octubre de 2016. Analiza el gobierno de Castro que esa directiva “no ocultaba el carácter injerencista de la política estadounidense” ni la búsqueda de cambios económicos y políticos en Cuba, pero al mismo tiempo significaba un reconocimiento de “la independencia, la soberanía y la autodeterminación de Cuba”. También operaba como un reconocimiento del gobierno cubano “como un interlocutor legítimo e igual, así como de los beneficios que reportaría a ambos países y pueblos una relación de convivencia civilizada dentro de las grandes diferencias que existen entre los dos gobiernos”. 

“El Presidente estadounidense, otra vez mal asesorado, toma decisiones que favorecen los intereses políticos de una minoría extremista de origen cubano del Estado de Florida, que por motivaciones mezquinas no desiste de su pretensión de castigar a Cuba y a su pueblo, por el derecho legítimo y soberano de ser libre y haber tomado las riendas de su propio destino”. 

Obama había suavizado las relaciones con Cuba tranquilo porque las encuestas revelaban que la normalización progresiva con La Habana tenía el apoyo mayoritario incluso de la comunidad hispana y hasta de los norteamericanos de origen cubano. Por eso el documento del gobierno cubano dice que Trump está “mal asesorado”.

Al polemizar sobre derechos humanos, sostiene la declaración que Cuba es Estado parte en 44 instrumentos internacionales, mientras que los Estados Unidos son signatarios de solo 18.

“Asimismo son motivo de preocupación las violaciones de los derechos humanos cometidas por los Estados Unidos en otros países, como las detenciones arbitrarias de decenas de presos en el territorio ilegalmente ocupado por la Base Naval de Guantánamo en Cuba, donde incluso se ha torturado”, dice otro párrafo del documento cubano.

El territorio de Guantánamo fue arrebatado a Cuba mucho antes de la Guerra Fría. La Revolución Rusa de 1917 ni siquiera se había producido cuando en 1903 el flamante Estado independiente cubano fue obligado forzosamente a alquilar una porción de Guantánamo para alojar una base naval. Firmaron el acuerdo el presidente cubano Tomás Estrada Palma y norteamericano Theodore Roosevelt, el constructor del nuevo imperio. Washington se había involucrado en la guerra de independencia de Cuba, a finales del siglo XIX, solo para emerger de esa guerra como un tutor inamovible. 

Después de cuestionar la prisión establecida en Guantánamo, la declaración cubana publicada en el Granma critica como violaciones a los derechos humanos “las ejecuciones extrajudiciales y las muertes de civiles causadas por bombas y el empleo de drones, y las guerras desatadas contra diversos países como Irak, sustentadas en mentiras sobre la posesión de armas de exterminio masivo, con consecuencias nefastas para la paz, la seguridad y la estabilidad de la región del Medio Oriente”.

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