Dueño de un humor excepcional y hábil intérprete del sentir popular, apasionado por el fútbol, tipo de barrio, sencillo y amiguero, rosarino orgulloso y “canalla” de nacimiento, Roberto Fontanarrosa es parte de la historia del humor gráfico argentino, además de un notable cuentista. A diez años de su muerte, Caras y Caretas le dedica su edición de julio, que estará mañana en los kioscos opcional con PáginaI12.

En su editorial, María Seoane explica: “Es que extrañamos tanto a Roberto ‘el Negro’ Fontanarrosa... Fue uno de los más brillantes humoristas gráficos de la historia. Tan culto y exquisito como la historia intelectual resumida en el bar El Cairo, en Rosario, donde pasaba gran parte de su vida, y donde inventó parte de sus personajes entrañables, como Inodoro y su perro Mendieta; como el salvaje mercenario Boogie, el Aceitoso”.

Felipe Pigna agrega: “Escamoteado su reconocimiento por cierta academia demasiado atenta al éxito ajeno y poco al talento que puede legítimamente subyacer bajo ese éxito que tanta alergia les provoca a los partidarios de los cenáculos, es en cambio reconocido por todos los amantes de la buena lectura y de los juegos del idioma, magistralmente ensayados no sólo en sus relatos sino en cada cuadrito de su Inodoro Pereyra”.

Desde la nota de tapa, Judith Gociol reconstruye la biografía del Negro al tiempo que cuenta una parte de la historia del humor gráfico argentino: esa parte que le cambió la vida al pequeño y al joven Fontanarrosa, que lo determinó a seguir los pasos que siguió. “El Negro –cuenta– era parte de una generación que conformó su imaginario a partir de las revistas de historietas, los ejemplares de El Gráfico y los volúmenes amarillos de la colección Robin Hood.” Y agrega que “el hábito por la lectura se lo dieron también Puño Fuerte, El Tony, Intervalo, Patoruzú, Patoruzito y    –por supuesto– las revistas de Héctor Germán Oesterheld”.

Desde un costado intimista, Franco Fontanarrosa, único hijo del Negro, recuerda: “Mi viejo no adscribía a la idea romántica de la inspiración. Creía mucho en el laburo. Era una persona muy sistemática. Se levantaba todos los días a las 9, y a las 10 ya estaba dibujando en el estudio. Era absolutamente autodidacta, y fue creando su estilo y sistema de trabajo con base en su instinto e inteligencia. Más allá de los horarios, estaba todo el tiempo de ‘cacería’: podías estar charlando en cualquier situación social, la menos pensada, y de repente sacaba una servilleta de papel y anotaba algo. El estudio estaba lleno de notitas con frases que para la mayoría de los mortales no significarían nada, pero para él podían ser el epicentro de una nueva historia”.

En cuanto a su producción literaria, Juan Pablo Cinelli puntualiza: “Muchos de sus cuentos y novelas han sido concebidos a partir de un constante juego hipertextual que los conecta con otros géneros asociados a lo popular, como el omnipresente fútbol pero también el cine, la televisión o, sin salir del espectro literario, el pulp y la novela negra”.

Daniel Divinsky, editor de la obra de Fontanarrosa desde De la Flor, mantuvo con el Negro una relación profesional y también personal, de amistad. Cuenta que el rosarino era un poco “fiaca”: “Siempre dijo que había creado un personaje como el gaucho porque para hacer la pampa bastaba con trazar una rayita y no había que dibujar mucho y, efectivamente, en los dibujos de Inodoro no hay fondos, es el horizonte distante, los personajes en primer plano y nada más”.

Sobre su conocido amor por el fútbol, Juan José Panno escribe: “Fontanarrosa era un fana, un hincha calentón que vivía con intensidad cada momento de los partidos de Central. Hubiera sacrificado años de vida por un minuto con la camiseta del club de sus amores en un partido de verdad”. 

Este número de Caras y Caretas incluye también dos semblanzas de los personajes más entrañables del Negro: Inodoro Pereyra (“el postrero capítulo de la gauchesca”), retratado por Horacio González, y Boogie, el Aceitoso (“la encarnación de lo políticamente incorrecto”), por Juan Carrá.

Virginia Poblet compiló testimonios de colegas: Tute, Alfredo Sábat, Alejandro Apo, Gustavo Sala, Julieta Arroquy. El rosarino Horacio Vargas reseña la entrañable amistad del Negro y Joan Manuel Serrat. Y Rep, entrevistado por Sebastián Feijoo, repasa su relación con el humorista y reseña su obra. Para cerrar, Ricardo Ragendorfer rememora un caso policial que tuvo como protagonista a un rosarino parecidísimo a (y fanático de) Boogie, el Aceitoso.