En su columna semanal en La García, el exjuez Eugenio Raúl Zaffaroni analizó cómo será el mundo de la postpandemia.

Como cabía suponer, esta pandemia de la deuda que nos dejó el macrismo y las posibles soluciones generaron discusiones. Más allá del acierto o no de las salidas, hoy quisiera llamar la atención acerca del marco mundial del endeudamiento y de lo que puede suceder en el post pandemia, porque seriamente preocupante, no solo para nuestra democracia, sino para el destino de la democracia como sistema político en el mundo. 

La democracia con su reclamo de igualdad y el capitalismo con el suyo de mayores ganancias no son muy compatibles pero de alguna manera celebraron un matrimonio un tanto forzado en Estados Unidos y en Europa en la última posguerra. Ambas pulsiones se libraron hasta los años setenta del siglo pasado, cuando pasaron las tres décadas de oro del crecimiento posteriores a la guerra. 

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Cuando en los 70 y 80 disminuyó el crecimiento, las grandes sociedades capitalistas democrática del norte fabricaron dinero y produjeron inflación hasta que todo resultó nocivo. Y en los 90 se lanzaron al crédito, es decir, al endeudamiento, dando lugar a que el aparato financiero de los bancos se volviese dominante y someterse al capital productivo. 

Pero como el crédito, la deuda es una promesa de crecimiento futuro en el que no se produjo esto reventó en el 2008 y desde entonces el matrimonio con la democracia ya no pudo convivir.

Los partidos políticos del norte de desprestigiar porque las grandes decisiones de la economía dejaron de estar en manos de los políticos, pasaron a decidirla los bancos y sobre todo los bancos centrales, intocables e independiente de los parlamentos y de las autoridades política de los Estados. 

En grande democracias empezaron a notar que daba lo mismo votar a la derecha o a la izquierda porque todos se sometían a las exigencias de los ajustes presupuestarios. O sea, todo llevaba a una regresión en la distribución y a una concentración cada vez mayor de riqueza.

El capitalismo del norte se liberó de toda limitación. Conforme a la ideología liberal llegó al máximo el trato del trabajo y de la naturaleza como mercancía.

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El capitalismo, liberado de los límites que le imponía la democracia, es decir de los Estados, avanza hacia su autodestrucción. Estamos en camino hacia el suicidio mundial.

Sin esos límites, el capitalismo se suicida sin que nadie lo empuje, se suicida por su propio afán de acumulación desenfrenada.

Antes de la pandemia se veían claramente sus consecuencias. El crecimiento estaba estancado en el mundo. La deuda, pese a los ajustes, no bajaba, pero subían los coeficientes de Gini, o sea, aumentaba la regresión distributiva. 

Ahora, con la pandemia, el crecimiento no solo se estanca, sino que sufre un bajón brutal. Nuestra deuda acá, la de Cavallo, la de Macri, es un reflejo de este marco mundial. Nosotros no teníamos grandes democracias en nuestra América, sino más bien proto democracias que fácilmente fueron presa de agentes locales que vieron la ocasión de ofrecerse a la macro criminalidad financiera del norte. 

Hay quienes hablan hoy de que estamos atravesando la postdemocracia. Hay quienes son optimistas y piensan que puede restablecerse el matrimonio del capitalismo con la democracia y de ese modo sobrevivir.

Este optimismo cada vez se acerca más a una negación, porque no hay signos positivo para esta salida. El capitalismo se empeña en seguir sus pulsiones liberadas de toda limitación institución. 

¿A qué mundo salimos en la postpandemia? Salimos a un mundo de incerteza donde la falta de un modelo alternativo y imposibilidad de reconstruir el que se desbarató, hace pensar que se abre un momento extenso de caos político y económico en el planeta. 

Sabemos que la teoría del caos enseña que este no se sostiene por el caos, se organiza, pero hasta que se organice pueden pasar unas cuantas cosas desagradables. Es momentos, previendo el caso de que se produzca, de adelantarnos y comenzar a pensar cómo hacer para que se reorganice lo más rápidamente posible en caso de producirse. 

En una de esas es el momento de los latinoamericanos. No tenemos nosotros menos neuronas que los del norte y al parecer, después de todo, ellos no las han usado muy bien porque ahora nos están llevando a las puertas del caos. No nos achiquemos. Para eso debemos darnos cuenta de que el endeudamiento no es nuestro problema únicamente, sino el efecto de la financiarización de la economía por parte de un capitalismo desbocado que impone una dictadura de los mercados en el norte y un empobrecimiento sin precedentes en el sur. 

En conjunto, la dos cosas van generando un peligro para toda la humanidad al agredir a la naturaleza de una forma que no registra precedentes. Tal vez si esta nuestra hora de pensar en serio y lanzar nuestro mensaje al mundo. No seamos tímidos.