El actor Julián Infantino conoce a Felipe Villanueva desde hace quince años. Suelen definirse como amigos y hermanos unidos por el oficio teatral. Un día Felipe le acercó la primera obra que había escrito en el marco de un taller de dramaturgia –Deisy– y Julián quedó fascinado con el lenguaje que proponía. A partir de ese momento empezaron a trabajar en una dupla a la que más tarde su sumó Dolores Crivocapich en el rol de productora. En un segundo taller Villanueva escribió El presente de Eduardo, pieza que puede verse los sábados a las 22.30 en Teatro El Grito (Costa Rica 5459).

“La obra surgió en 2018 cuando estábamos en un momento de crisis –cuenta Infantino–. Bueno, en realidad todo el tiempo estamos en crisis, ahora también (risas). Pero en ese momento particular atravesábamos una crisis económica muy fuerte y eso afecta algo de lo existencial. Lo que nos pasa a quienes hacemos teatro es que no sólo tenemos un problema concreto de guita sino que todo el tiempo estamos postergando lo que realmente nos interesa y deseamos, aquello para lo que nos formamos: la actuación, la dirección, la dramaturgia”.

El personaje de Eduardo surge como una especie de superhéroe o antihéroe que oscila entre lo ridículo y lo poético, un chico que un día se despierta y decide renunciar a su trabajo de oficina. “Toma valor y coraje porque quiere una vida mejor, pero cuando llega el momento de encarar al jefe para informarle la noticia, él le acepta la renuncia y se abre un mar nuevo de neurosis y enrosque. Porque cuando te llega lo que verdaderamente deseás, tenés que ver qué hacés con eso”, explica Infantino.

Existe cierta continuidad entre ambas piezas: el personaje de Eduardo podría ser el protagonista de Deisy algunos años después. “Hay una idea de personaje en plena metamorfosis; crece, cambia y también varían sus problemas. Los materiales dialogan entre sí y eso nos interesa mucho: que haya un lenguaje similar, que se plantee una continuidad tanto en el tema como en la forma. El germen de Eduardo fue ese: estar muertos de hambre, súper enroscados y tristes, postergando lo que realmente somos para poder pagar el alquiler”.

–Trabajaste en rubros muy diversos: mudanzas, fumigación, bares, disfrazado de duende en pleno verano. ¿Cómo vivís en lo personal el oficio de ser actor y qué llevaste a la obra de esa experiencia?

–Cuando nosotros empezamos a escribir esto en 2018 yo laburaba en un colegio como preceptor. En el transcurso de la pandemia fui cambiando de trabajos: hoy estoy en administración, entonces soy bastante Eduardo, laburando en un edificio horrible con las paredes llenas de humedad. Es re interesante porque es como si yo me hubiese ido transformando cada vez más en ese personaje mientras escribíamos la obra. Para mí acá hay un material increíble. Yo vengo de clase media, no tengo propiedades, todo es laburo, reme, y creo que eso configura una singularidad en mi forma de ser que después se traduce a la actuación. Eduardo me llega en un momento clave.

La vida de un actor puede ser un péndulo: un día Julián estaba caminando de smoking sobre la alfombra roja en el Festival de Berlín y, al siguiente, estaba fumigando un edificio. Infantino asegura que buena parte de la experiencia acumulada en los últimos años de algún modo decantó en esta pieza. “Cuando empecé a filmar pelis y tuve mis primeros papeles importantes en cine, pensé: ‘Listo, ahora sí. Dejo la mochila de fumigador, me abro un Instagram y empiezo a hacer giladas’. Pero no pasó nada y eso es lo interesante, ese es el material para crear a Eduardo”, confiesa.

–Estas obras son resultado del trabajo junto a Felipe Villanueva y Dolores Crivocapich. ¿Cuál es la importancia de la creación colectiva en el circuito independiente?

–Me gusta nuestro modo de trabajar porque funcionamos como una productora. Nosotros tres hacemos todo: ensayamos, organizamos reuniones de producción, elaboramos carpetas para conseguir subsidios y convocamos a actores para que se sumen a hacer su trabajo sin presión. Yo actúo, Feli dirige y escribe. Todos hacemos todo. Es una lucha constante encontrar los medios de producción que puedan ganarle un poco a la precarización. Esto es algo que nunca se va a terminar y excede a lo cultural, pero en este campo es terrible.

Estas obras tuvieron un recorrido institucional: el ciclo Óperas Primas del Rojas, la Bienal de Arte Joven, el concurso Nuestro Teatro del Cervantes. ¿Qué falta o qué se debería profundizar en el área cultural?

–Bueno, siempre falta plata, como en todos lados. Yo no considero que los artistas y la cultura permanezcan en una esfera cristalina; somos parte de un país y una sociedad, necesitamos dinero como cualquier ciudadano. Creo que se podrían realizar ajustes en los pagos de subsidios porque hay un gran desfasaje y también fomentar mucho más la variedad.

–La pieza propone una mirada generacional desde lxs treinteñerxs. ¿Creés que puede surgir alguna identificación en esa franja etaria con respecto a este dilema entre el deseo, la vocación y la resignación?

–Sí, de hecho nuestras estrategias de difusión tratan de apuntar ahí. La obra tiene un mensaje que puede llegar a resonar en ese sector. Creo que si yo la viese como espectador, me sentiría súper identificado. Ya no sos un pibe pero tampoco grande, no tenés una familia a cargo y aparece esta sensación de no saber hacia dónde ir en medio de la neurosis. No sé si te va a dar una solución pero te va a acompañar. Ese es el público de la obra.

–En una entrevista contabas que un día decidiste dejar de probarte en castings porque era una situación bastante violenta y humillante. ¿Cómo fue ese pasaje de los proyectos ajenos a la creación propia?

–Bueno, esto es algo que ocupa mis sesiones de terapia de los últimos dos años. Estar todo el tiempo a merced de los deseos del otro, de lo que otro quiere o no quiere de vos, es muy cruel. Da la sensación de que define tu identidad pero la verdad es que no es así. Desde mi experiencia puedo recomendar esto: el camino es hacer la tuya y producir tus propios materiales sin estar a la espera de que te llamen, de que te quieran. Eso es lo que elegí, poner en escena cosas que a mí me interesan por los temas, la forma o el lenguaje. Es necesario dejar de estar a la espera de lo que el otro desea de vos. Se trata de hacer la tuya y morir en la tuya, eso es mucho más poderoso. Lo otro es puro azar.

* El presente de Eduardo puede verse los sábados a las 22.30 en El Grito (Costa Rica 5459). Las localidades se adquieren por Alternativa Teatral