Desde Rosario

A lo lejos, una amenazante y extensa nube negra. Por ahora se puede respirar más o menos bien, pero quién sabe hasta cuándo: depende de la orientación del viento. Así respiran los rosarinos y los habitantes de ciudades aledañas. Así viven. Están cansados. Es así hace por lo menos dos años y medio. Algunos salen a la calle a movilizarse por el ecocidido, otros por su salud, otros por ambas razones. Esta semana lo hicieron dos veces: el miércoles hubo una movilización masiva en el Monumento a la Bandera y este sábado a la tarde cortan el puente Rosario-Victoria. A diferencia de otras manifestaciones que se hicieron por la misma causa, estas dos fueron espontáneas. No surgieron de la convocatoria de ninguna organización. Es un signo del momento.

El corte, a ambas manos, ocurre en un escenario menos dramático que la movilización del miércoles. Todos dicen lo mismo: que la nube negra que empaña este sábado soleado y caluroso nada tiene que ver con lo del fin de semana pasado. Habían ardido 10 mil hectáreas en el Delta y las consultas médicas se dispararon. Muchos creyeron que aquella nube espesa y oscura anunciaba una tormenta. El humo invadía las casas incluso alejadas del centro, impregnaba la ropa, a la que estaba colgada había que volver a lavarla, mucha gente se había encerrado, tapaban los huecos de puertas y ventanas con trapos, caían cenizas del cielo, no se podía dormir bien. El barbijo volvía a incorporarse a la cotidianidad y no por la covid. Hay quienes dicen: "Estamos respirando humo de crematorio". Es que lo que se inhala son restos de animales y plantas. 

"Hoy no se siente nada", aseguran en la calle. Esta percepción tiene sentido; coincide con los datos del Observatorio de la Universidad Nacional de Rosario. El viernes hay de seis a nueve veces menor contaminación que el lunes 8. Pero para alguien que llega de afuera la sensación es distinta. Los turistas que circulan por el Monumento a la Bandera, en contraste, sienten fuertemente el olor a humo. Es una presencia más. Constante. Más o menos acentuada.

Esta cronista lo registra en la garganta ni bien pisa la ciudad: se seca, se cierra. Un gusto extraño permanece todo el día. Sed. En un momento lloran los ojos. "Me parece que ya lo normalizamos", concluyen con tristeza tres chicas jóvenes que toman mate en Parque España. En los lugares claves de la vida rosarina todo sigue igual: la costanera se puebla de personas andando en bici, haciendo ejercicio, con reposeras y mate. Los chicos disfrutan de los juegos de los parques. "Hubo días más peores. El domingo me picaba la garganta. Cuando hay mucho humo no vengo. Lo ves desde acá", dice Oscar, vendedor de garrapiñadas. Acá es el Parque Independencia. Oscar es asmático. 

La mayoría de las leyendas con aerosol que habían aparecido el domingo en edificios públicos --y que, según lo que se dice en la calle, motivaron la salida del ministro de Seguridad, Jorge Lagna, y su reemplazo por Rubén Rimoldi, comisario retirado-- fueron tapadas. Se nota la pintura colocada arriba. El aerosol aún se ve, como si no hubiese modo de tapar el reclamo. Es así en el famoso barquito de papel, escultura del exclusivo barrio Puerto Norte, como en la Municipalidad, ahora de dos tonos distintos de marrón. En el Concejo Deliberante apareció más recientemente la leyenda "Basta de humo". Dos policías se paran adelante. Intentan disimular la huella en una geografía urbana intervenida por consignas en múltiples formatos.

"Plomo y humo, el negocio de matar", el lema que apareció en el barquito --rebautizado "narquito"-- y que se sigue viendo en la Aduana, es una síntesis dolorosamente perfecta, la articulación de dos dramas, la foto de una ciudad que arde. Arde por los incendios, pero también por las muertes violentas por narcotráfico, más de 170 en lo que va del año, en su mayoría en barrios populares. El criterio de acción vandálica esgrimido por la Municipalidad y algunos medios no pegó en la sociedad, que encontró en esas palabras la expresión certera de lo que sentía en el cuerpo, en el espíritu.

Son niñes, jóvenes, adultos mayores; familias enteras, grupos de amigos. Son autoconvocados o miembros de organizaciones ambientalistas, de derechos humanos, partidos y sindicatos los que ascienden al puente que conecta Rosario con la ciudad entrerriana de Victoria, en el límite entre Rosario y Granadero Baigorria, este sábado por la tarde. Lo hacen por escalera o por la colectora, con banderas y carteles escritos a mano, máscaras de los animales muertos del Delta e instrumentos musicales. Debajo del puente hay un parque público con canchas de fútbol y básquet y pista para circular en rollers y bicicleta. Las personas que llegaron a pasar el día desde barrios cercanos están totalmente de acuerdo con la manifestación. El tema no parece generar grandes fisuras. Se percibe un consenso, entre ciudadanos con distintos niveles de información. "Los que están a favor de las quemas son aquellos a los que les convienen", insinúa una ambientalista.

El primer corte en el puente fue en agosto de 2020, cuando se conformó la Multisectorial de Humedales, que convocó a la misma acción durante todos los sábados de ese año y parte de 2021. Jésica Fernández Bruera, de esa organización, mira en su celular una página de la NASA y chequea los focos que hay ahora. Para esta época siempre han sido intensos. Explica ella que este punto es estratégico en términos de la distribución de responsabilidades, pues mira hacia las dos provincias. Esta vez la diferencia es que la movida es espontánea --la idea fue consensuada el miércoles en el Monumento--, algo que celebran los que militan: la comunidad que inhala humo exhala lucha. 

Otra diferencia es que se ve presencia policial en una zona sobre la cual actúa la Gendarmería. No sin conflictos, los integrantes de las organizaciones negocian con las fuerzas el despliegue que puede tomar la concentración. Logran que les permitan cortar en ambas direcciones. Los uniformados están lejos de la marcha. Desvían el tránsito: es para evitar confrontaciones. Los camioneros pueden llegar a arrojar cosas a los manifestantes. En ocasiones han llegado a amenazar con armas. Antes de subir, las organizaciones piden unidad por los peligros que acechan. Pasan autos tocando bocinas en adhesión. Sobre el puente hay algunos dilemas con vehículos que llegan desde Victoria y quieren pasar. Del lado de Rosario Gendarmería aclara que no les dio paso.

Ambiente en Lucha, la Multisectorial, Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y Protejamos Nuestros Arboles son algunas de las organizaciones ambientalistas presentes. También están ATE Rosario, la CTA Autónoma, el gremio AMSAFE, de docentes, el Frente de Izquierda. Hay una asamblea sobre el puente, con fuertes críticas al ministro Cabandié y su par santafecina, Erika Gonnet. La medida tendrá su continuidad el 22 de agosto con una protesta en la autopista a Buenos Aires y otra federal durante el primer fin de semana de septiembre, con acampe incluido, en el puente. 

La asamblea votó un corte de ruta el sábado 20, en Villa Constitución, y concentración ese mismo día en el Barquito de Papel a las 16.

Cerca de las 21, un mensaje llega al celular de esta cronista. Lo manda Ricardo Nidd, exdecano de la Facultad de Ciencias Médicas, actual coordinador del área de Salud de la UNR, quien en estos días estuvo muy preocupado. "Una foto sacada recién desde un edificio. Así vivimos", es el epígrafe. Entre los árboles del Delta, el naranja de las llamas. Y la garganta pica otra vez.