El payasesco dúo de fiscales Diego Luciani y Sergio Mola ha pedido una condena de 12 años de prisión y la proscripción de por vida para la vicepresidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner. Con esta resolución el lawfare --esa práctica mafiosa por la cual el Poder Judicial se somete al poder económico para perseguir, encarcelar y amenazar a cuanto sujeto ose perturbar sus nefastos objetivos--, pretende aplicar hoy su golpe más escandaloso: eliminar de la escena política a la figura más importante y popular de las últimas décadas. Se trata de la misma maniobra aplicada contra Lula en Brasil y por la cual nuestro vecino país ha soportado cuatro años al mando de un desvariado nazi confeso. Dicho sea de paso, la misma proscripción de la que en su momento fue objeto Juan Domingo Perón. De esta manera, a poco de cumplirse cuarenta años de la recuperación de la democracia, la derecha argentina una vez más demuestra su vocación autoritaria, sectaria y anticonstitucional.

Es que la causa por la cual se pretende condenar a la actual vicepresidenta está plagada de inconsistencias y falsedades al punto de que los propios testigos convocados por la fiscalía desmintieron todo testimonio que pudiere inculpar a los acusadxs. Vale agregar que el reciente show mediático brindado por el fiscal Diego Luciani demuestra que sus gritos y gestos grandilocuentes no hacen más que ocultar la falta de pruebas de que adolece su acusación. Por lo demás, recientes fotos de su relación con el juez de la causa Rodrigo Gimenez Uriburu --en la mismísima quinta del ex presidente Macri-- confirman que si alguna asociación ilícita gira en torno a esta causa es la que conforman la entente entre los jueces, los fiscales y los Ceos responsables de condenar a este país con una deuda impagable. Como si fuera poco, el tribunal le ha negado a CFK su derecho de ampliar su declaración --solicitud efectuada tras el alegato de los fiscales-- para dejar en claro que Luciani y Mola obraron “en abierta violación al principio de defensa en juicio” en virtud de que “montaron en su acusación cuestiones que nunca habían sido planteadas” durante el juicio. Razón por la cual, en una exposición brillante, detallada y contundente, la vicepresidenta probó a través de su canal de youtube que la causa --ajena a aquella por la cual se solicita su condena-- no hace más que mostrar la parcialidad y renuencia de los fiscales Luciani y Mola para investigar actos de corrupción cometidos por personajes del poder económico.

Un poco de historia

Vale repasar los antecedentes y las razones por los cuales el Poder real intenta excluir de la política a una mujer cuya obra por la dignidad y el bienestar de esta nación ya forma parte de un capítulo brillante de nuestra historia. Tal como ella misma lo acaba de decir: los doce años de condena solicitados corresponden a los doce años de bienestar y crecimiento que este país experimentó bajo los gobiernos de Néstor y Cristina. No le perdonan haber mejorado la condición de vida de los ciudadnos. Hoy mediante este juicio viciado de nulidad pero, ya desde hace mucho tiempo, a través de incentivar el odio que el fantasma social masculino experimenta cuando Una mujer desafía el carácter machista anclado en todo núcleo corporativo.

En las última dos décadas --y en especial en estos últimos años-- la política ha girado en torno al nombre de Cristina Fernández de Kirchner. Presidenta electa en 2007, reelecta en 2011 con el 54 por ciento de los votos, senadora en 2017 y vicepresidenta en 2019, su nombre no ha dejado de alimentar las páginas de los diarios, noticieros, espacios de TV y redes sociales. Desde el conflicto con las patronales del campo en 2008, la entonces primera mujer que llegaba al cargo de presidenta por medio de las urnas, fue objeto de todo tipo de críticas, insultos y sospechas a pesar del escudo que de una u otra forma le brindaba la presencia de su esposo. Muerto Néstor Kirchner en 2010, los ataques arreciaron, sobre todo a partir de que la dama demostró un temple de ánimo, una capacidad de mando y una autoridad que muchos hombres envidian al punto de resultarles sencillamente intolerable. Despedida hasta las lágrimas en una plaza colmada por más de medio millón de personas al finalizar su mandato, CFK se convirtió en una suerte de obsesión para el gobierno neoliberal que asumió el poder en 2015, al punto de instrumentarse una persecución judicial inédita desde el retorno de la democracia en 1983. La querían presa. De la flagrante ineptitud demostrada por la camarilla de Ceos que desgobernó al país no se podía esperar menos. La cuestión radica en un enclave subjetivo que, una vez más, prueba aquello según lo cual todo lo personal es político. En efecto, en el fantasma del macho habita una mujer que sabe, la cual, según los casos, puede ser más o menos receptiva, hospitalaria o insoportable. En este punto la clínica resulta categórica: los hombres hablan a partir de los dichos de su mujer: “mi mujer dice que yo tengo que...”; “mi mujer se enoja porque...”; si se entera que... me mata”. En realidad los que matan son los hombres y las que mueren son las mujeres de carne y hueso cuya actualidad --más allá de cualquier otra consideración-- encarna los temores más arcaicos del macho: esa amenaza de castración que Freud bien supo detectar en el discurso del sujeto masculino. En la realidad psíquica del macho hay una mujer que manda, poco importa si la dama en cuestión es dulce, tímida o callada: cuanto más delirio social --léase los fantasmas compartidos de una comunidad hablante-- más agresividad imaginaria. No por nada, “los hombres no escuchan a las mujeres porque les creen”[1], dice la psicoanalista Colette Soler para reflejar el aspecto ilusorio de la amenaza que distingue a los varoncitos.

El lenguaje y el campo femenino

CFK amplió los derechos de las grandes mayorías hasta límites impensados en los ruinosos principios de este siglo. Para ello desafió los poderes corporativos como nadie, basta mencionar la ley de medios que durante un tiempo puso cierto freno al desquicio de la maquinaria mediática que hoy alienta el desvarío social: esa suerte de Babel por la cual se puede hacer y decir cualquier cosa sin que la misma reporte consecuencias. De hecho, hoy el eje de la batalla cultural pasa por preservar lo que aún queda del valor de la palabra, único recurso para que el conflicto social no derrape en la guerra, tal como el actual escenario mundial parece demostrar. De esta manera, no es casualidad que el hecho convocado por estas líneas refiera el ataque a una mujer. Hoy la dignidad del lenguaje descansa en la lucha del campo femenino. Por algo en su genial pieza teatral Terrenal, Mauricio Kartún se sirve del mito bíblico para ilustrar la impotencia del macho frente a la naturaleza femenina. Dice el Tatita Dios: “Vos le dirás de hacer y ella te dirá de ser y de estar. Le hablarás del individuo y ella del prójimo. Ella del bien, vos de los bienes. Ella de ilusiones, vos de intereses. Vos le harás la cabeza y ella te hará frente. Y luchará por una causa... mientras vos te quejás por efectos... Gritarás, y esa sangre más. A veces cada tanto a los bifes conseguirás vencerla. Pero convencerla, Caín, ni a sogazos”[2] .

Sergio Zabalza es psicoanalista. Doctor en Psicología por la Universidad de Buenos Aires.

Notas:

[1] Colette Soler, “La Maldición del sexo”, Buenos Aires, Manantial, 2005.

[2] Mauricio Kartún, “Terrenal. Pequeño misterio ácrata”, Buenos Aires, Atuel, 2014, p. 50.