El exjuez de la Corte Suprema de Justicia, Raúl Zaffaroni, analizó este miércoles las motivaciones que llevaron a Fernando Sabag Montiel, y aparentemente un grupo de amigos cercanos, a llevar a cabo el atentado del jueves pasado contra la vicepresidenta Cristina Kirchner. Por AM750, el exmagistrado vinculó el ataque no con un “discurso de odio”, sino con un “discurso schmittiano, de aniquilar al enemigo”.

La semana pasada dijo que el 'ellos o nosotros' no era democrático. Que eso era nazi. La verdad es que el nazismo tuvo un teórico inteligente y sumamente peligroso, que fue Carl Schmitt. Fue quien, en la posguerra, legitimó como nadie la doctrina de seguridad nacional. Fue el que teorizó diciendo que el combatiente no regular no respetaba las reglas de la guerra del derecho internacional y, por ende, quedaba fuera del derecho internacional. Pero tampoco era un delincuente común. De modo que quedaba fuera del derecho y se lo podía aniquilar”, comenzó la habitual columna del jurista para La García.

“Pero antes de todo eso, ya en tiempos del nazismo, teorizó la esencia de la política. Para él (Schmitt), la ciencia de la política, el arte de la política, consistía en elegir al enemigo. Pero no al opositor, sino a uno al que había que aniquilar, acabar, destruir. Realmente, nuestra política tomó el discurso del enemigo. Lo tomó el monopolio de los medios de comunicación. En la práctica está valiendo el lawfare. Pero no es la aniquilación física”, añadió Zaffaroni.

Tras esta introducción, el exjuez pidió tener “cuidado” con el discurso que predomina en una sociedad, ya que puede hacer que “algunos protagonistas de la política quieran saltar a la fama, poniéndose cada vez más duros, más odiadores”. “Cuando se lanza un discurso sobre una sociedad se sabe que no todos los integrantes de esa sociedad gozan del mismo nivel de salud mental. Efectivamente, en toda sociedad hay bordes. Sujetos que no son locos, pero que son proclives, por su profunda frustración existencial, a tratar de convertirse en héroes. Tratar de salir a una fama que le es negada de otra manera”, comentó.

Esos son los magnicidas a lo largo de toda la historia. El asesino de Lincoln se metió en el palco del palacio y le disparó creyendo que se convertiría en un héroe nacional. Salió disparado en un caballo, pensando que lo iba a acoger la sociedad con aplausos. Se tuvo que arrastrar hasta que se refugió en una granja y lo mataron. Un actor frustrado. El asesinado del presidente de Francia en 1932 era un sujeto que decía que toda su mente la ocupaba la idea. Y que de esa manera iba a salvar a la humanidad. Podríamos seguir la lista”, enumeró.

No es discurso de odio, es discurso schmittiano, es discurso de aniquilar al enemigo. No el del opositor. Es discurso lanzado sobre una sociedad que, inevitablemente, es receptado por un resentido de esta naturaleza. Pero ojo, porque los medios al publicitar este nombre, a este sujeto, también puede llamar a otros que tienen la misma característica. Son neuróticos muy graves, que creen que de este modo saltan a la fama y se convierten en héroes. Moderemos el discurso del enemigo. Adoptemos el discurso del opositor”, finalizó.