Se ríe con ganas Valentina Bassi. Todo el tiempo. Cada tanto, estalla en una carcajada que no puede ni quiere contener, tan genuina como natural. Una risa que no disimula y que se magnifica por los rasgos de su rostro. Imposible no contagiarse de esa característica que transmite el estado de felicidad que atraviesa la reconocida actriz. No es casualidad su alegría: el 8 de septiembre se estrenará Los gestos bárbaros, la obra que todos los jueves a las 20 tendrá funciones en El Picadero (Pasaje Enrique Santos Discépolo 1857) y que protagonizará con Francisco Bertín, Laura Novoa, Ignacio Rodríguez de Anca y Silvina Sabater. Una pieza teatral en la que, además, la actriz participó desde su misma génesis, hace tres años y una pandemia en el medio. “Todavía no puedo creer que podamos estrenar esta obra que surgió locamente en 2019, se suspendió por la pandemia y que retomamos nuevamente este año. Esta obra es la prueba de que con ganas todo se puede”, le cuenta Bassi a Página/12, antes de lanzar -una vez más- una carcajada.

Corría agosto de 2019 cuando Valentina Bassi se topó con el documental catalán Más allá del espejo, de Joaquím Jordá. En el trabajo, que puede verse gratuitamente por YouTube, se cuenta la historia de tres personas que sin previo aviso sufrieron de distintos tipos de agnosia visual, una enfermedad que les cambió para siempre sus vidas. Conmovida por esas historias y atrapada por cómo las enfermedades cerebrales pueden modificar la noción de la realidad de los seres humanos, Bassi tuvo un impulso: enviarle un mail al director Cristian Drut, pasándole el link del documental y haciéndole una pregunta: “¿hay una posible obra para hacer a partir de este trabajo?” La respuesta afirmativa no tardó en llegar y, junto a su amiga y por entonces compañera Laura Novoa, se pusieron a trabajar y desarrollar la idea.

“La historia empezó en la prepandemia. Tenía muchas ganas de trabajar con Cristian, con quien había laburado hacía diez años en Espacio Callejón en la puesta de Apenas el fin del mundo. En ese momento yo estaba trabajando con Laura Novoa en Burundanga, en el Tabarís, y habíamos hablado de hacer algo un poco más propio, más personal. Y cuando vi el documental, que me encantó, se los pasé a Cristian y a Laura para ver si podría ser impulsor de algo”, recuerda la actriz. “Pero claro: una cosa es que me gustara, otra es vislumbrar una potencial obra y una muy distinta es ver qué posibilidades había de hacer de eso una pieza teatral”, reconoce.

Así fue que los tres, junto al dramaturgo Juan Ignacio Fernández, comenzaron a juntarse en un bar para charlar y “hacer asociación libre” de las impresiones que les habría causado el documental.

“Hablamos mucho sobre qué pasa cuando la vida te cambia de un día para el otro, cuando la vida te da un giro de 180 grados y quedaste sin saber para donde ir… Porque el documental habla de ciertas alteraciones cerebrales que tuvieron algunas personas y que les producían que tengan modificaciones en la percepción de la realidad. Nos preguntamos lo difícil que debe ser llevar una vida “normal” y que de un día para otra la percepción de la realidad te cambie, y dejes de reconocer los objetos o los signos, cosas que les pasaban a las mujeres que prestaron su testimonio en el documental. Y ahí surgió el eje de pensar una obra sobre lo difícil que es vivir cuando la noción de la realidad está alterada”, cuenta la actriz.

Bajo esa idea primaria, Fernández comenzó a escribir algunas escenas, a las que les sumó un contexto muy particular: la familia como institución y los vínculos que allí se trazan. “Nos dimos cuenta de que si bien en el documental las personas que sufren de algunas alteraciones mentales tienen imposibilidades concretas y con diagnóstico, lo cierto es que todos nosotros tenemos imposibilidades humanas y sociales -agrega Bassi-. Muchas de las cuales, incluso, ni sabemos. Todos cargamos con marcas y limitaciones afectivas con las que convivimos, y que nos afecta la vida y nuestros vínculos con nuestros hijos, con nuestros amigos y hasta con simples conocidos”.

Ese proceso creativo colectivo, sin embargo, sufrió un contratiempo: se desató la pandemia y para ellos -como para el resto de la humanidad- el mundo cambió. “Ahí el proyecto se congeló. Ni siquiera volvimos a hablar entre nosotros. Ni por mail ni nada”, comenta la actriz.

-Justamente, la pandemia les cambió la vida de un día para otro, al igual que lo que propone el eje temático de la obra.

-Es que esta obra fue un poco la profecía autocumplida, porque no solo a todos la pandemia nos cambió nuestra vida completamente, sino porque todos cambiamos nuestra percepción sobe la realidad. De repente, no solo dejamos de trabajar sino que también Buenos Aires se había vuelto fantasmal. Nuestras seguridades se pusieron en jaque con la pandemia. de hecho, nunca más hablamos entre los que estábamos detrás de la obra. Ni por teléfono ni por mail.

-El mundo era otro.

-Claro. Nadie quedó igual tras la pandemia. Entonces, la obra quedó allá olvidada, como si perteneciera a otra vida. Hasta fines de febrero de este año, cuando en un rapto de voluntad les escribí a Laura y a Cristian para ver si querían retomar aquella obra. Solo teníamos las ganas. De hecho, en aquel momento la obra se llamaba Porque sí, como una forma de describir ese deseo de querer hacer la obra y porque Daniel Melero tiene un tema hermoso que se llama así. De hecho, yo todavía no había vuelto a hacer teatro después de la pandemia. Lo último había sido Burundanga en 2019.

-¿Habías estado tanto tiempo sin hacer teatro?

-Nunca. Tenía muchas ganas de subirme al escenario. Fueron dos años y medio en los que sentí que me faltaba algo. Hice películas, una serie, pero tenía la necesidad de hacer teatro. Fue una época fea. Una se va adaptando a esa imposibilidad, pero me pasaba que soñaba que estaba en el escenario, que hacía teatro… ¡No tenía otra que adaptarme! Hice streaming, películas y hasta una serie, pero fueron todos paliativos. La sorpresa fue que cuando les propuse retomar la obra, los dos me dieron el "sí" con muchas ganas y contundencia. Pude constatar que no era solo yo la que se había quedado enroscada. Juntamos al elenco y les hicimos una propuesta loca: no hay obra sino tres escenas, tampoco teatro sino una sala, pero muchas ganas. Y por suerte todos se coparon.

Entre esos ensayos que se organizaban cuando las agendas de todos coincidían, Sebastián Blutrach les ofreció el teatro El Picadero para que puedan estrenar esa obra que estaba en ciernes. Allí, Fernández aceleró la escritura y las tres escenas se convirtieron en una obra, cuya trama gira en torno a Emilia (Bassi), una mujer que regresa a su casa familiar tras muchos años de ausencia -y sin que nadie supiera nada de ella- a partir de un inexplicable accidente automovilístico. Esa vuelta, extraña en si misma, lo será aún más ante la imposibilidad de recordar que le dejó el accidente a Emilia, en un proceso de tiempo que sus familiares parecen no estar dispuestos a acompañar.

“A Emilia, a raíz de un accidente automovilístico un tanto extraño, le queda una secuela que le impiden recordar algunas cosas y está un poco perdida”, analiza Bassi, sobre su personaje. “Ella no sabía muy bien a dónde se dirigía, solo que en el auto llevaba un colchón sobre el techo y que la ruta la llevaba hacia su casa familiar. Entonces, tiende a pensar que volvía a vivir a su casa familiar. El tema es que de esa casa ella había saliendo huyendo hacía mucho tiempo, sin dar razones ni decir a dónde se iba. Aunque ella no se acuerde de ese pasado, sí lo recuerdan sus familiares. Hay un desfasaje entre su cabeza y cómo percibe las cosas, y la mirada de sus familiares, que no están dispuestos a acompañarla en el proceso médico para recuperar su memoria porque están resentidos y enojados por esa huida hace años. Tienen un montón de cosas que decirle”.

-¿Le pueden señalar y cuestionar aquel pasado o el tratamiento tampoco lo permite?

-Más o menos. Más allá de la cuestión médica, ella no se encuentra con un clima amigable sino más bien bastante hostil. En esa situación, la obra se abre a los vínculos familiares, las cosas “no dichas” que atraviesan a todas las familias, las imposibilidades afectivas, los rencores guardados… Todo eso salta por los aires ante su llegada.

-¿Por eso la obra cambió su título de Porque sí a Los gestos bárbaros?

-Me gusta no explicarlo todo y que los espectadores saquen sus propias conclusiones. Lo que creo que es todos los personajes de la obra tenemos gestos feroces, gestos bárbaros, gestos muy pocos civilizados. Porque si bien es mi personaje la que tiene “problemitas”, todos exponen actitudes que están a su nivel. Somos todos imperfectos. Yo veo gestos bárbaros en todos nosotros. Los seres humanos somos imperfectos y bárbaros.

-No es “civilización o barbarie” sino “civilización y barbarie” la que guía a la humanidad.

-Totalmente. Todos tenemos adentro nuestro un animal salvaje que cada tanto aflora. Estoy esperando el estreno de la obra para poder recibir la devolución del público, que siempre es un hecho imposible de anticipar. Percibo que la obra tiene mucho humor, porque Juan escribe siempre con mucho humor. La obra no tiene un registro naturalista tampoco. En lo personal, la obra me reconforta con el ser humano, porque somos todos seres defectuosos y espantosos en Los gestos bárbaros. Por momentos, nos permitimos ser espantosos con nuestra familia. Hay algo catárquico que aparece allí. Hacemos lo que podemos y lo que nos sale con lo que va pasando en la vida. Creo que eso nos sucede un poco a todos.

-Las instituciones -familiares, educativas, laborales- a veces fallan en su intento de homogeneizar dentro de las reglas de la civilidad. Por suerte está el arte, ¿no?

-Sí, claro. El arte es “el” lugar libre que tenemos. Por eso es tan necesario. Es el lugar en el que uno abre las fronteras, donde uno puede interpelar y cuestionar con libertad. En los procesos artísticos la imaginación es libre. No hay tabú, no hay reglas de civilidad… no hay nada. El arte nos permite imaginar todo lo que queramos y escaparnos un rato -aunque no del todo- de nuestra realidad. Si bien yo uní al principio, siento que la obra se fue gestando a través de los aportes de todos. De hecho, el documental quedó muy atrás. Aunque se mantiene la esencia, de las charlas del bar de 2019 quedó poco y nada. El proceso creativo fue una hermosura.

-¿Un proceso creativo que no siempre se da, verdad?

-No, por supuesto. Este proceso creativo se da solo en este tipo de teatro, donde te mueve el deseo. El germen fue el deseo de juntarnos actuar porque sí. No nos mueve otra cosa más que el deseo. Eso que se armó resignifica un poco la profesión.

-Sobre todo para una actriz como vos, a la que convocan para proyectos más armados.

-Claro, que también está bueno. Uno disfruta de la actuación en todas sus variantes. Pero hacer algo que te transporta a lo básica y esencial del hecho artístico es reconfortante. Con esta obra siento que todos volvimos a la fuente primaria.

Cannabis medicinal

En medio de avances extraordinarios

Fuera de las tablas y los sets, Valentina Bassi es mamá de Lisandro, su hijo de 14 años que padece trastorno del espectro autista. Desde hace años, la actriz es una férrea luchadora por la legalización de la marihuana para uso medicinal, la cual utiliza para aplicarle a su hijo. La ley de uso medicinal de la planta de cannabis y sus derivados, aprobada en 2017, fue el primer hito: no solo habilitó la posibilidad de cultivar legalmente, sino que también transformó la vida de muchas familias que utilizaban el cannabis con fines medicinales. Desde su promulgación, con una prescripción medica y la previa inscripción en el Registro del Programa de Cannabis (Reprocann), el cannabis adquirió el mismo status que cualquier medicamento. “Hubo un avance extraordinario en un montón de cosas y eso es evidente. Yo le estoy dando a Lisandro un preparado que hago yo, alto en CBD. La neuróloga me aconsejó que sería bueno que se lo dé cada seis horas, por lo que hay una toma que cae en horario escolar. Gracias a la ley, ahora con una prescripción médica le están dando el aceite en la escuela. ¡Eso hace años era imposible!”, celebra la actriz.

En base a su experiencia personal, Bassi confía en los efectos positivos del uso del cannabis medicinal para algunas patologías o trastornos, aunque con prudencia. “En lo personal, estoy esperando más evidencia científica respecto de los efectos del cannabis en autismo. Así y todo, mientras la espero le estoy dando CBD y percibo cambios conductuales en Lisandro. No sé si es exclusivamente por eso, o si es la sumatoria de la escuela, de las terapias… El cannabis solo no es mágico, en todo caso en autismo es un complemento”, remarca.

Sin embargo, Bassi tiene algunas dudas respecto a la Ley de la Producción de Cannabis Medicinal y Cañamo industrial recientemente aprobada por el Congreso. “Va a ser una industria, va a dar trabajo y es algo fantástico”, aclara. “El tema es que falta la reglamentación y creo que allí se debería incluir a las cooperativas. O sea: que las cooperativas y las productores regionales puedan producir cannabis. Que el pequeño productor, que son muchos, pueda asociaciones a otro para armar una cooperativa y poder así insertarse en el mercado. Que no sean solo las grandes empresas las que produzcan cannabis medicinal, porque las cooperativas pueden bajar el precio y tener una concepción solidaria. Ojalá ese paso sea atendido en la reglamentación de la ley de producción”.

El hincha

Un mundo de barrabravas

Aunque Los gestos bárbaros marca el regreso al teatro de la actriz, Bassi no estuvo con los brazos cruzados durante la pandemia. Por lo pronto, en octubre se podrá ver a la actriz en El hincha, una serie que se emitirá por la pantalla de El Nueve y por la plataforma Flow, bajo la dirección de Alejandro Ciancio (El marginal). “Es una serie que se mete de lleno con el mundo del fútbol y las barras. Mi personaje es el de una mujer que hace las remeras para la barra y que tiene sus ambiciones personales dentro de ese ámbito”, adelanta la actriz, que comparte elenco con Luis Machín, Vico Dalessandro, Martín Slipak, Daniel Pacheco Bautista, Antonella Ferrari, Malena Villa y Nicolás García Hume, entre otros. Además, Bassi filmó junto a Sofía Gala Castiglione Natalia Natalia, un policial negro dirigido por Juan Bautista Stagnaro que aún no tiene fecha de estreno en los cines.