Inferno es el nombre de la obra de Rafael Spregelburd que subió a escena en el renovado Teatro Astros (Corrientes 746) a cuatro meses de su reapertura. Se trata de una pieza que ya fue estrenada en 2016 en Austria, aunque sin la dirección de su autor. Comisionada por el Vorarlberger Landestheater Bregenz de ese país, Inferno formó parte del multidisciplinario recordatorio de los 500 años de la muerte del pintor Hieronymus Bosch (1450-1516), también conocido como El Bosco. 

Los motivos de aquella invitación no fueron fortuitos: Spregelburd analizó la obra del neerlandés en detalle, tanto que desde 1996 hasta 2008 escribió siete piezas teatrales inspiradas en cada una de las escenas centrales de la famosa Tabla de los pecados capitales expuesta en el museo de El Prado, de Madrid: la llamada Heptalogía de Hieronymus Bosch, integrada por La inapetencia, La extravagancia, La modestia, La estupidez, El pánico, La paranoia y La terquedad. En el caso de Inferno, la obra fue inspirada en la representación del infierno contenida en el tríptico conocido como El jardín de las delicias, obra de El Bosco fechada hacia 1500. Junto al mismo autor, Andrea Garrote, Violeta Urtizberea y Guido Losantos se harán cargo de los 16 personajes de la obra. La música, ejecutada en escena, es obra de Nicolás Varchausky.

Este estreno es otra de las producciones de El Patrón Vázquez, la compañía fundada por Garrote y Spregelburd hace casi 30 años, que por primera vez estrena un espectáculo en la calle Corrientes. El vestuario es de Lara Sol Gaudini y el diseño espacial, de Santiago Badillo, el cual contará con la intervención del artista plástico Marcos López

Como suele suceder en las obras de Spregelburd, Inferno también presenta un argumento complejo, aunque se puede adelantar que trata de las cómicas derivaciones de un caso de plagio literario. Y de los padecimientos de un periodista de un suplemento de Turismo (interpretado por el propio autor) que debe obtener las 7 llaves que lo librarán del infierno, lo cual lo obliga a tomar contacto con las siete virtudes celestiales: fe, esperanza, caridad, templanza, justicia, prudencia y fortaleza. Todo esto enmarcado por el anuncio del Vaticano relativo a la abolición de la idea del infierno como lugar. Lo cual es importante dado que, si el infierno ha pasado a ser solamente una palabra, entonces estará presente en todas partes. Como es de imaginar, el autor incluye en la pieza sus habituales disquisiciones acerca del mundo y del lenguaje.

“Así como el infierno se organizaba en círculos”, -escribe Spregelburd en el material de prensa-, “la virtud también: parece imposible ejercitar las siete virtudes a la vez porque son descentradas e incompatibles, están mal definidas y el daño llama inexorablemente al daño”. Sobre la obra, el autor afirma que se trata de una fábula moral que le permite indagar una vez más sobre sus obsesiones: el mundo como creación del lenguaje, el caos, la catástrofe, la culpa y la estafa. Y aclara que, ante la propuesta de inspirarse nuevamente en la obra del Bosco, el dramaturgo decidió referirse al infierno, pero desde la experiencia cotidiana. 

Algo a destacar es que, aunque se trata de una comedia desaforada, el autor no deja afuera lo que él menciona como “el trauma infernal de la dictadura”. En ese sentido, manifiesta: “Nos hemos abocado a la tarea titánica de abordar un imposible: tejer historias con los retazos de una tela desgarrada por el horror. El espacio de este drama (la arquitectura de una pesadilla que no se anuncia como tal) está hecho de horror vacui, de símbolos, de plagios, de duplicaciones, de caos y de desgarros”, concluye.

Dramaturgo, actor, director y traductor, Spregelburd está considerado uno de los paradigmas de la renovación de los procedimientos de escritura escénica en el país. Sus indagaciones de estilo cruzan metaficción y filosofía con temas provenientes de la lingüística, la teoría del caos y la cultura multimedia. Sus obras son excesivas tanto en su duración como en la proliferación de sus desvíos argumentales. Por su parte, El Bosco creó su obra entre la Edad Media y el Renacimiento, en una época caracterizada por la ansiedad social y por una distensión de costumbres que alcanzó a todos los estamentos de la Iglesia. Satírico y enigmático a la vez, sus pinturas fueron interpretadas, según cada época, como morales o como caprichosas y lascivas.

Pero ninguna de las escenas de El jardín…en las que se describen los tormentos del infierno a los que está expuesta la Humanidad encuentra un paralelismo en esta obra de Spregelburd. Porque, así como procedió en su Heptalogía respecto de la referencia escénica de los pecados capitales, aquí tampoco existe una voluntad de ilustración. “Pensé en armar una fábula sobre cada una de las virtudes”,-cuenta Spregelburd en la entrevista con Página/12. “Pero no ilustrándolas en forma lineal, sino como hacía El Bosco, que utilizaba una simbología que hoy es de muy difícil acceso porque se perdió el 'diccionario' del medioevo”. Y sobre esta cuestión señala: “Me interesa mucho la pérdida de la adjudicación de un significado común, societario, que da lugar a la aparición de lo fantástico, pero no de una manera lineal”.

-No te habrá sorprendido que te invitaran a escribir inspirándote en El Bosco…

-No, supongo que tuvo que ver la Heptalogía… Pero en un principio me pareció que no tenía mucho más para decir sobre la obra de El Bosco. Luego pensé que podría hacer una heptalogía en una misma obra, sobre las 7 virtudes. Así que usé los mismos procedimientos constructivos y, como en la vez anterior, acá tampoco ilustré cada virtud. Lo primero que apareció es la estructura.

-¿Cómo la describirías?

-Son 7 cantos o salmos -o estampitas- que presentan una fábula en la que no se dice lo esperable sobre cada virtud. Soy ateo a rabiar y la verdad es que no tenía ganas de escribir sobre temas teologales. Pero me interesó escribir sobre un infierno propio, local, absolutamente socio histórico, compartido, que es el infierno de la dictadura.

-Es difícil imaginar un tema como éste dentro de una de tus comedias…

-Sí, esperamos todo tipo de reacciones. Los espectadores tendrán diversas experiencias sobre este tema y es por eso que podrían considerar que la obra es problemática. Me parece que ya estamos en el momento de no seguir hablando de estos tabúes como si fueran monumentos, precisamente para que el tema siga estando en la picota, para que no olvidemos que los motivos que llevaron a la represión y a la tortura fue un sistema pensado y diseñado para el fracaso de cualquier intento de revolución. Y fue tan eficaz que sigue siendo difícil hablar de la figura del sobreviviente porque sigue estando sospechado de traición: la moral militante era casi religiosa y la decisión de inmolarse sin dar nombres fue un motivo de honor y orgullo. Aquel fue un sistema diseñado para meter terror y para paralizar un movimiento que podría haber sido imparable. Creo que es un tema pendiente en la discusión histórica.

-Que las 7 virtudes no se puedan ejercer todas a la vez porque son incompatibles es algo que en la obra aparece como muy gracioso…

-Mi personaje piensa, por ejemplo, que no es posible tener esperanza con moderación…Y esto es porque las virtudes son palabras y, al estar en permanente redefinición, siempre estaremos discutiendo lo que quieren decir. Algo que está muy presente en mis obras es que cada palabra es un gran conjunto de significados que contiene en alguno de sus subconjuntos alguna definición que niega el concepto general. Es el caso de la palabra libertad: Estados Unidos es libre para invadir un país para regular el precio del petróleo pero en ese caso la libertad no está significando nada bueno.

-¿Porqué Inferno es una fábula moral?

-Porque la culpa, la expiación y el perdón, son temas morales. Pero como creo que el teatro no es una buena herramienta para afirmar nada, esta obra pone los puntos de vista más encontrados sobre un mismo tema y unos personajes que son el eje de ideologías diversas. Entonces la obra es moral, pero sin moraleja, porque no hay una forma correcta de interpretar los acontecimientos. En cuanto al humor incómodo que propone, la verdad es que a nosotros nos resulta insoportable la dinámica de la pieza. Uno de los momentos más terribles es cuando un personaje dice: “Y bueno, habrá centros culturales donde ahora se tortura…”

-Uno de tus temas está aquí presente: el mundo como creación del lenguaje…

-Percibimos la realidad a través del muro del lenguaje, de las palabras, así que nuestra relación con el mundo tiene que ver con las palabras que nos enseñaron, por el uso afectivo de esas palabras. El jugador uruguayo que fue suspendido por decirle negrito a otro no pudo convencer a la FIFA que hacía uso afectivo y no discriminatorio del lenguaje.

-La noción de caos también está presente…

-Sí, pero está presente la definición de caos que me interesa, que proviene de la matemática y que no habla de desorden sino de un orden complejo cuyas reglas aparentes están sumergidas en una estructura más profunda. No es el caos del surrealismo que tiene que ver con el inconsciente y el azar. Como en el fractal, en esta obra hay tanto orden como desorden. Y hacia el final hay una suerte de embudo donde se justifican todos los desmanes.

-La estafa es otra de tus constantes…

-Es uno de mis temas favoritos: mostrar personas que hacen las cosas con mucho talento pero para obtener un beneficio que no les corresponde. En Inferno hay un escritor que lo acusan de plagio y como se niega a pagar el juicio planea una estafa. Esa idea de la realidad como construcción de estafa es una sensación medio permanente que yo tengo frente a la vida política de este país. Uno casi siempre siente que no hay medida política que no tenga una contracara de estafa. Me interesan mucho los relatos de grandes robos; me parece que hay algo redentor en delatar esa estafa que, por otra parte, siempre tiene algo cómico que termina generando empatía con el estafador.

-¿Qué hay de cierto en lo que dice un personaje acerca del escritor, en el que ve a un ser vanidoso que cree que su imaginación lo supera todo?

-Es posible. Pero desesperadamente necesitamos que el dolor del mundo sea ficción. Nos pasa como a los niños para quienes la ficción implica una experiencia filosófica de aprendizaje, porque es un campo de formación de unos conceptos que la vida luego les va a enseñar a los golpes.

-Fue cambiando tu dramaturgia con el tiempo?

-De un tiempo a esta parte me veo cada vez más igual a mí mismo, lo cual no habla muy bien de mí... Tito Cossa dice que está bien que uno hable siempre de lo mismo porque eso genera tu trazo, tu identidad. Me parece que el tema es no aburrirse a uno mismo. También creo que en la vida uno tendrá una o dos ideas buenas y que de la combinatoria de esas ideas se genera un estilo. Lo que sí siento que cambia es una sensación cada vez más agobiante en relación a la corrección política que se pretende hacer imperante: cada vez se puede hablar menos de algunas cosas.

-¿Te autocensuraste en alguna de tus obras?

-No, nunca, porque el teatro no afirma ni niega sino que problematiza: se puede tener un personaje que enuncie lo que está prohibido siempre que el sistema moral de la pieza lo condene o que el espectador tenga permitido condenarlo. En Inferno estamos probando hasta donde podemos tirar de una cuerda que está cada vez más corta.

-Aparte de Inferno, ¿Cuál es tu visión del infierno cotidiano?

-Tengo una sensación tan desesperanzada que estreno esta obra por no poder contestar esa pregunta. La obra es prepandémica, así que cuando fue escrita no se presuponía el infierno que todos hemos atravesado y la idea de que probablemente esta novedad de los virus que matan haya llegado para quedarse. No puedo dejar de asombrarme de las malas noticias que trae la época: el fascismo crece en la pobreza y en la desesperación, el humanismo retrocede, la solidaridad es puesta en duda. Así que tengo una visión tan desesperanzada que respondo a la realidad creando vida, estrenando obras.

- Inferno, Teatro Astros (Corrientes 746) los miércoles 14, 21 y 28 de septiembre a las 20.30.

LA FICHA

Autor de Destino de dos cosas o de tres, Remanente de invierno y Bizarra, entre muchos otros títulos, Rafael Spregelburd nació en 1970. Entre sus maestros se encuentran el dramaturgo Mauricio Kartun y el director y actor Ricardo Bartís. A partir de 1995 comienza a dirigir sus propias obras y a realizar adaptaciones de textos de otros autores y es becado por El Teatro Fronterizo de la Sala Beckett de Barcelona. En 1998 es seleccionado por el British Council y el Royal Court Theatre de Londres para participar del Summer International Residency que organiza anualmente el Royal Court. A partir del año 2000 fue “Hausautor” (autor comisionado) del Deutsches Schauspielhaus de Hamburgo. En 2005 comienza a trabajar como “fellow” de la Akademie Schloss Solitude, de Stuttgart. Es director y autor del teatro Schaubühne, de Berlín. Fundador de la compañía El Patrón Vázquez, sus montajes han sido vistos en numerosos festivales y teatros internacionales.

Sus obras están traducidas al inglés, alemán, francés, italiano, portugués, polaco, checo, ruso, griego, eslovaco, catalán, neerlandés, croata, turco y sueco. Spregelburd también actúa tanto en televisión como es series y en cine.

TEXTUAL
Habla Felipe, el personaje interpretado por el propio Spregelburd:

 

(A Marlene y Berenice) Se disfrazaron de catequistas. Pero ustedes no saben nada de palabras. Ustedes son la burda invención de una doctrina. Mucho peor, ustedes son la burda invención de mi cabeza imaginando lo que podría pensar una doctrina, cualquier cosa armada de palabras, un crucigrama que me pudiera sacar de acá. Pero las palabras no se organizan así, no se organizan en doctrinas. Las palabras se organizan solas, por rima, por afinidad, por rechazo, por azar. ¿Cómo creen ustedes que son los días y las noches de este infierno? ¿Ustedes creen que no he sopesado ya todas las palabras, que no he hecho con ellas todos los ejercicios posibles de la voluntad, la poesía, la banalidad, el insulto, los anagramas, la chacota? Las horas y la tortura son lo mismo. Ustedes van a desaparecer conmigo. Y con mi historia. Y no va a quedar nada.