Se cumplieron tres semanas del intento de magnicidio - femicidio de Cristina Fernández, el hecho político que dejó expuesto algo que hasta ahora era una sospecha pero que nadie quería entender: se ha roto un piso de consenso democrático que enciende todas las alarmas en el país del NUNCA MÁS. La comunidad LGBT+ entre tantas otras, habiendo recibido el odio en tantos cuerpos, lleva décadas llenando de volumen aquellas políticas que históricamente desarticularon estas prácticas y que hoy nos presentan una alternativa posible: combatir el fascismo con orgullo, visibilidad y resiliencia.

Que tengan miedo de ser...

La tragedia no comenzó el 1 de septiembre en Recoleta, fue más bien un proceso paulatino de normalización de discursos odiantes. La irrupción mediática de la extrema derecha impactó sobre toda la sociedad, al tiempo que torció la vara de lo que es o no posible en un Estado de Derecho. “Que tengan miedo de ser kirchneristas” decía Jonathan Morel, íntimo del casi-magnicida Sabag Montiel. Nada nuevo para las travas, putos, tortas y quienes han vivido toda su vida con esa frase sobre los talones: “Que tengan miedo de ser”.

Los discursos de odio, aquellos que pronunciados en la esfera pública promueven, incitan o legitiman la discriminación, deshumanización y/o violencia hacia una persona en función de su identidad o existencia (política, racial, de género, sexual, etc) son los que preparan el terreno para que la concreción del hecho violento sea posible y hasta naturalizado. Comienza por generar el clima de hostilidad, a través de prejuicios, adjetivaciones violentas, burlas, que no discuten ideas sino existencias. Sobre esta base se motoriza a un chivo expiatorio: el “tipo” (o grupo) que concreta y sintetiza lo que el flagelo del odio venia instalando. El  tramo final, individualizar la responsabilidad del hecho haciendo eje en la punitividad que cae sobre el individuo al que - de la nada -  se le ocurrió gatillar, asesinar, o violar para “corregir”.

Hay en esta ecuación quienes se consideran “los dueños y guardianes del bien, de la moral, de los valores” y tantos otros eufemismos que tienen un solo significado: es  fascismo. La doctrina simplemente considera que hay gente que no debería existir por su simple condición de ser y suele estar promovida casualmente por los mismos que son también dueños de las tierras, de la fe, de las redes, de los medios de comunicación y las empresas. El resultado es cuantificable en todas las áreas. Solo en la comunidad LGBT+, como ejemplo, fueron 120 los crímenes de odio en 2021, y entre esos 120 el 80% fueron asesinatos a personas trans según el Observatorio de Crímenes de Odio. ¿Pero qué tiene que ver con el intento de magnicidio?

El avance de la ultraderecha reaccionaria, es un fenómeno mundial que se extendió al calor de un sistema político tradicional que tiene escasos reflejos para responder a los nuevos paradigmas. La pandemia alimentó con catástrofe y crueldades la tensión que termina de asentarse con una economía devastada. 

Es clara la involución y radicalización que el neoliberalismo propone como línea política, más bien, antipolítica. Canaliza la rabia que provoca la ausencia del Estado o sus falencias en los sectores más vulnerables, la juventud que no ve futuro o simplemente dándole espacio a los violentos que siempre existieron y ahora se quitan el bozal. Los fenómenos comunicacionales maximizan estos discursos con una rapidez dificil de combatir sin el tiempo necesario para debatir que requieren más que 280 caracteres.  

Los engranajes son perfectos para una maquinaria que atropella en lo simbólico, en lo jurídico, en lo dialéctico y de manera cotidiana la construcción de futuro inclusivo, digno, igualitario para la sociedad en su conjunto. Desde la prohibición del lenguaje inclusivo en las escuelas, la criminalización de les docentes, las represiones en manifestaciones hasta incluso llegar a la cancelación en lo concreto de acuerdos internacionales: las convenciones de Cedaw y Belém do Pará, convertidas en leyes nacionales existen desde los 80' y sancionan entre otras violencias, la mediática. Esta última está caracterizada como la que se ejerce "a través de medios de comunicación masivos y electrónicos que de manera directa o indirecta caen en humillación, explotación, degradación, discriminación y violencia contra las mujeres poniendo en peligro su integridad" ¿Resuena? 

Cuando el piso democrático se rompe, se rompe también el consenso mínimo de humanidad. Cuando ni las leyes pueden enmarcar un proceso político, se desvanece ese umbral que, aunque frágil, queda de tolerancia hacia un otro. Ahora, naturalizar la eliminación de ese otro, después de 39 años de democracia y 30.000 personas desaparecidas, después de la desaparición de Tehuel, después de entender lo que la palabra “Identidad” significa para la Argentina es el peor peligro político que se avecina.

El loquito suelto, la pollera corta y los impuestos

La estructura es la misma en todos los casos, o al menos muy parecida. De hecho, tomo la licencia de decir que los “dos tiros a García Lorca en el culo por Maricón” se asemejan bastante a los dos (fallidos) tiros a la cabeza de Cristina Fernández de Kirchner, por sus ideas. Por peronista, digamos también su identidad.

Recapitulando: sectores hegemónicos instalan la agenda y la “opinión popular” vía fakenews, declaraciones que al principio son tomadas como “chistes”, ataques masivos en redes de saña desproporcionada. O bien de la forma tradicional para quienes no estén tan expuestes: degradación, humillación, deshumanización, recrudecimiento de los prejuicios y la impunidad de sentir que alguien debe accionar. Ahí “el loquito suelto” ejecuta como si fuera una ocurrencia casual, una “emoción violenta”, con suerte y dificultad de lo condena. Y luego se recupera la agenda natural: Que tenía el feriado muy largo, y vos que hiciste para que intente pegarte un tiro, que paseaba por el barrio y destruía los valores de la familia, y todo esto lo pago yo con mis impuestos. El plan es perfecto, sistemático y colaborativo

El disciplinamiento social es parte del proceso. A diferencia de la mayor parte de los femicidios que son en ámbitos privados, el 55% de los 120 crímenes de odio se realizaron en la vía pública. A la vista de todes para que no quede ninguna duda del -heroismo- del asesino que extingue lo que no tolera. 

Esta comparativa entre estos dos tipos de crímenes de odio apuntan a extraer la raíz común y generar el antídoto. A dimensionar también que la gama de identidades partidarias también son objeto y receptoras de odio, por ejemplo el peronismo, proscripto 70 años, baleado, bombardeado, y luego denigrado como estrategia en medios de comunicación masivos de manera ininterrumpida.

Claudia Piñeiro define como “la maldición de Casandra”, esa mujer que puede ver el futuro pero que está condenada a que nadie le crea por “loca”, a la invisibilización constante que sufren la comunidad LGBT+, la comunidad afroargentina, la comunidad indígena y el feminismo que vienen denunciando hace años estos fenómenos. Ya se han cansado de repetirlo: los que apuntan y gatillan son los hijos sanos del patriarcado, del racismo, de la campaña del desierto, son los hijos sanos del “Viva el cáncer” y “La libertadora”. Gatillan porque saben que pueden.

Del laberinto se sale por arriba

El proceso de construcción de las políticas de orgullo y visibilidad son uno de los procesos más potentes en la historia de la militancia. Recorre desde ese primer piedrazo del hartazgo que voló en Stonewall de la mano de Marsha P. Johnson contra un patrullero, hasta el coraje latinoamericanos de oponerle a la vergüenza, el miedo y la violencia, orgullo. Travestis, lesbianas, putos, tortas, no binaries, entre otras existencias -abyectas-, en las distintas épocas, desarrollaron como primer instinto de supervivencia no solo la resiliencia necesaria para poder ser sin miedo, sino también la fortaleza, los cuidados, el afecto y el teje como estrategias políticas colectivas.

Hoy un joven de 23 años, muy joven, con soltura dice en canales abiertos: “Haga patria, persiga al kirchnerismo”, "Todos presos, muertos o exiliados" entre antorcha o guillotinas que lleva a la Plaza de Mayo con convicción. La actualización de consignas tan conocidas como bestiales en bocas tan jóvenes exponen la fragilidad del sistema y la necesidad de pensar otro futuro posible.

Fueron las Madres y Abuelas paradas sin miedo en frente de los caballos de la policía, Lohana Berkins a los gritos, Diana Sacayán piquetera, Higui defendiéndose sola en la calle, nuestra escuela. Será tarea entonces limitar la impunidad y frenar a tiempo las amenazas que comienzan con un adjetivo. Nombrar, cada identidad, denunciar cada atropello. Pero ante todo volver a disputar cada límite semántico que se haya corrido para asi dibujar las fronteras del país que queremos habitar. Pensarlas bien, hacerlas propias y defenderlas porque en ese límite fino reside un espacio vital. Esa frontera a conquistar es el segundo en el que se decide o no gatillar.