La inflación de septiembre se ubicará en la zona del 7 por ciento por tercer mes consecutivo, estirando el registro del año al 67. Las posibilidades de que supere el 100 por ciento al terminar 2022 son cada vez mayores.

El gabinete económico discute qué hacer frente a esa situación, si aplicar un plan de estabilización de shock, con salto cambiario, ajuste fiscal más severo y congelamiento de precios y salarios temporario, para aspirar a que la inflación se modere primero al rango del 3 y luego del 2 por ciento mensual, pero con serios riesgos de generar una recesión y, si fracasa, un estallido hiperinflacionario, o un programa soft que siga tapando agujeros a la salida de divisas, como el inminente nuevo encarecimiento del dólar para el turismo, reforzando las reservas del Banco Central para estabilizar el dólar, con un probable dólar trigo en noviembre, y con acuerdos sectoriales para moderar los aumentos de precios, como se hizo esta semana con textiles y laboratorios. La inflación en este caso descendería más lentamente pero habría un menor castigo sobre el nivel de actividad y la generación de empleo.

"Hay que enfriar las variables sin introducir el germen de la propia explosión del plan", advierten quienes se inclinan por sostener la estrategia gradualista. Reconocen que ya no queda demasiado margen social para seguir con una inflación del orden del 7 por ciento mensual y que es necesario torcer las expectativas a corto plazo, para lo cual hará falta como mínimo mayor decisión ante los formadores de precios para detener las remarcaciones.

Pero sin acumular más reservas en el Banco Central, insisten, no será posible ir a un esquema de estabilización de shock, con corrección cambiaria inicial, por el peligro de que dispare una devaluación descontrolada y el remedio sea peor que la enfermedad.

El problema, contestan desde el equipo de Sergio Massa, por ejemplo el viceministro de Economía, Gabriel Rubinstein, es que el 7 por ciento de inflación ya no se tolera y el plan gradualista hasta ahora no funcionó.

Inflación en dólares

"Los precios de los principales productos de consumo masivo ya tienen niveles en dólares aceptables. En lo que va del año, estimando una inflación piso del 6,5 por ciento para septiembre, el IPC llegará al 67. El dólar Contado Con Liquidación (CCL) en el mismo período subió 49 por ciento. Para empatar con la inflación debería estar a 346", precisa el economista Sergio Chouza, de la Consultora Sarandí.

"La diferencia es mayor con el dólar oficial. La cotización del mayorista subió 43 por ciento en el año, muy por debajo de los 67 de inflación hasta septiembre", agrega.

La conclusión es que la mayor parte de la economía ya recompuso márgenes de precios en dólares. En 2021 había ocurrido lo mismo, dado que todos los segmentos del dólar subieron menos que los precios.

Por lo tanto, considera Chouza, hay posibilidades de explorar un plan de combate a la inflación más aguerrido, con un acuerdo que congele precios y salarios, luego de una recomposición inicial de estos últimos, por lo menos hasta fin de año.

"Sin un Plan de Estabilización integral es difícil pensar que la inercia inflacionaria se pueda reducir naturalmente, como producto de la mejora en la coordinación macro, con ritmo gradualista. Evitar un escenario de desbande y espiralización de precios no es poco, pero difícilmente alcance para torcer la percepción general de hastío con la situación económica, a causa de la inflación", advierte.

Algunos ejemplos de productos con fuerte inflación en dólares que aporta el economista son los siguientes: los huevos subieron 38,2 por ciento en dólares en el año, de 76 centavos en diciembre de 2021 a 1,05 actuales. La harina trepó 30 por ciento en moneda dura (de 28 a 37 centavos de dólar); los fideos, 28,4 por ciento (de 37 a 48 centavos); el pollo, 18,7 (de 1,07 a 1,26); el aceite, 18,6 (de 1,41 a 1,68); la leche fresca, 13,9 (de 42 a 49 centavos); el queso crema, 13,8 (de 3,30 a 3,86) y el pan, 13,7 (de 99 centavos a 1,13).

Diferencias con 2015

En la línea de razonamiento de quienes consideran que se necesita un plan de shock urgente que frene la inflación a un 2 o 3 por ciento mensual, para que en 2023 el IPC pueda quedar entre 30 y 40 por ciento y no escale al 60, como postula el proyecto de Presupuesto que envió el Gobierno al Congreso, o al 84 por ciento, como señalan los economistas del mercado en la encuesta del Banco Central (REM), la coyuntura actual es distinta a la de diciembre de 2015.

En aquel caso, afirman, los precios de la economía no estaban alineados con el dólar blue, como sostenía Alfonso Prat Gay, y por eso la devaluación inicial del gobierno de Mauricio Macri llevó la inflación de 25 a 40 por ciento.

Ahora, entienden, las diferentes trabas que puso el Gobierno a las importaciones forzaron a la mayor parte de las empresas a buscar alternativas con los dólares financieros para ingresar las mercaderías, y por lo tanto los precios reflejan en mayor proporción ese sobrecosto respecto de lo que ocurría siete años atrás.

En una palabra, se pagaron los costos de la devaluación pero no se obtuvieron los beneficios. Mediante un plan integral, coordinado y con apoyo político, evalúan que se podría llevar el dólar oficial a los 200 pesos que fue el dólar soja, con un posible desdoblamiento del mercado de cambios entre un dólar comercial, para el comercio exterior, y otro financiero, para el turismo y el ahorro, y de ese modo apurar la cosecha de dólares para las reservas, habilitar un amplio acuerdo con congelamiento de precios y salarios y modificar las perspectivas de raíz para bajar la inflación.

Dólar turista

Mientras el debate toma temperatura dentro del gabinete de Massa y con el Banco Central, este último organismo se apresta a aumentar el costo del dólar para turismo en el exterior. Este viernes se pulieron aspectos finales de la medida. 

La salida de divisas por este motivo ronda los 750 millones de dólares mensuales. El cálculo que hacen los funcionarios es que en el mundial de Qatar el incremento de la demanda podría llevar esa cifra hasta el doble. Sin medidas, se espera una salida de divisas de entre 1300 y 1500 millones. El objetivo, en cambio, es que un dólar turista más caro permita reducir el drenaje en unos 200 millones de dólares por mes, para totalizar 2400 millones en un año.

"Con los 6000 millones del dólar soja, más unos 3000 millones del BID y el Banco Mundial, más lo que se logre frenar de salida por turismo, estamos armando algo interesante para avanzar con un plan de estabilización soft, con acuerdo de precios y salarios y certidumbre cambiaria", dicen quienes proponen seguir por ese camino para disminuir paso a paso la inflación. 

Un eventual dólar trigo, similar a lo que fue el dólar soja, formaría parte del proceso para sumar reservas, a aplicar en noviembre o diciembre, cuando se produce la cosecha del cereal. Pero, en este caso, requeriría acciones que compensen el incremento del costo de este alimento esencial para que no impacte de lleno en la inflación.

"Con ese plan, la inflación para las elecciones del año que viene no estará por debajo del 80 por ciento, con un 4 o 5 mensual", desaconsejan otros funcionarios.

Las discusiones se prolongan, mientras el reloj y los precios siguen corriendo.