Si se le alinean todos los resultados, Boca puede tener un cierre de temporada memorable y ganar tres títulos de campeón en otras tantas semanas o menos: el Campeonato de la Liga Profesional, la Copa Argentina y el Trofeo de Campeones están al alcance de la mano del equipo que conducen Hugo Ibarra desde el banco y Juan Román Riquelme desde el complejo de Ezeiza en la semana y su palco de la Bombonera los días de partido.

Como Boca también alzó la Copa de la Liga en el primer semestre, 2022 podría terminar siendo uno de los años más gloriosos de la historia boquense: los cuatro títulos locales en disputa engrosarían su escudo. Aunque la decepción de haberse quedado fuera de la Copa Libertadores en octavos de final ante Corinthians siga ardiendo como un clavo encendido en la moral de los xeneizes.

Pero Ibarra y Riquelme están en condiciones de dejarle a Boca algo todavía más importante que una acumulación feliz de vueltas olímpicas: el legado de una generación de juveniles que no esté de paso en el equipo, forme la base de los futuros equipos y deje millones de dólares en la tesorería en el caso de hipotéticas transferencias.


Si durante su presidencia, Daniel Angelici les vendía las jóvenes promesas a los clubes europeos para traer jugadores consagrados como Carlos Tevez y Eduardo Salvio, Riquelme hace todo lo contrario: ahora las retiene e Ibarra las jerarquiza dándole lugar en el plantel. De hecho, desde la llegada al club de Riquelme como vicepresidente de Jorge Amor Ameal el 20 de diciembre de 2019, Boca promovió a Primera a 32 jugadores de sus divisiones inferiores, un número muy importante si se tiene en cuenta que en los ocho años de la gestión de Angelici (2011-2019), lo hicieron 39.

A los futbolistas que empezaron a aparecer en el equipo en el segundo semestre de 2020 bajo la dirección técnica de Miguel Ángel Russo (Alan Varela, Luis Vázquez, Aaron Molinas, Exequiel Zeballos, Cristian Medina), ahora se les ha agregado otra camada de prospectos (Luca Langoni, Agustín Sández, Gabriel Aranda y Gonzalo Morales) a los que hay que sumar a los chicos que van al banco (los defensores Nahuel Genez, Lautaro Di Lollo y Matías Olguín, los volantes Simon Rivero y Jabes Saralegui y los atacantes Brandon Cortés y Maximiliano Zalazar) y de a poco, Ibarra les va dando los minutos indispensables para su crecimiento y consolidación.


Habrá que ver si cuando en 2023 vuelva a apretar la fiebre copera, Boca sostiene su opción preferencial por los jóvenes o resultan desplazados por la llegada de los tan mentados "refuerzos de jerarquía"
. Queda claro que en el plano local, los chicos boquenses pueden ser relevantes para ganar campeonatos. La duda pasa por saber si sucederá lo mismo cuando haya que enfrentar a los poderosos equipos brasileños. La Copa Libertadores no disculpa flojeras y el salto acaso resulte demasiado grande para este grupo de promesas juveniles que Ibarra y Riquelme por ahora vienen templando a fuego lento.