El problema, como siempre, era que no había plata. Siempre falta el dinero. Siempre faltan esos papelitos que no sirven para nada más que para ser eso: plata. Entonces, Pablo Rosales, hace 20 años, agarró lo que tenía alrededor y se puso a hacer obras. Y entre lo que tenía alrededor había tarjetas de subte, es decir, los viejos subtepass. En esos pedacitos de cartón Rosales hizo caras, escribió frases, dibujó marcas de ropa deportiva, plantas, cuerpos y unas cuantas imágenes más. Digamos que Rosales dibujó todo lo que sus ojos podían mirar porque él solo tenía una pobre antena que le transmitía lo que había cerca suyo: la ciudad –Buenos Aires–, el país, el mundo del arte, la historia del arte y la literatura.

Todo el mundo que Rosales fue construyendo en sus obras a lo largo de estos años se puede ver en Visibilidad variable, su actual exhibición en el Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires. La muestra recorre producciones del artista realizadas desde comienzos del 2000 y hasta la actualidad. Visibilidad Variable es un fragmento del mundo de Rosales, un espacio en el que la historia del arte, la arquitectura, la pintura y también el humor se entrelazan para dar origen a una serie de obras que van a pensar la figura del artista, la literatura del yo y hasta la herencia de las vanguardias históricas.

1. En 2015, Mercedes Halfon publicó el poema “La choza”. En una parte, el texto dice: “Con mi hermano jugamos a la choza / yo no sé, José, por qué estos palos / no se quieren agarrar a la tierra / qué mal se nos ha dado la construcción / una vida tratando de crear una estructura sólida / como cuando mamá te regaló / una olla buena de acero inoxidable / pero al tiempo la vimos en el fondo del terreno / los pájaros y los perros bebían de ahí”. La pregunta de Halfon por las estructuras, por la posibilidad de crearlas, se puede trasladar a la muestra de Rosales: todas las obras de la exhibición son una estructura o necesitan de una para poder existir.

En la primera sala de Visibilidad Variable hay una instalación en la cual, a diferencia del problema que tienen Halfon y José, los palos si se agarran a la tierra pero el suelo no es estable, sino que está partido y los palos quedan inclinados. La obra es un pedazo de vereda partida, con un cartel caído hacia un costado –pero bien agarrado– con nombres de calles apócrifas: “Ministro de Alta Cultura H. Bustos Domecq”, “Pasaje de la Civilización de la Barbarie y del Después”, “Premios Nobel sin Paz”.

El mundo de la ciudad se mete en la obra de Rosales y viceversa. Pero no es cualquier ciudad, es la Buenos Aires de hace 20 años: hay boletos de colectivo gigantes –de esos que te cortaba el tipo que se sentaba al lado del chofer– y cientos de tarjetas de subte intervenidas. El artista propone un recorrido por una ciudad que ya no existe. Una forma de estar en un mundo que tampoco existe más.

Pero lo que importa no es la ciudad, sino las estructuras –una forma distinta de decir “la arquitectura”, pero menos pomposa–. En la segunda sala de la exhibición Rosales muestra una serie de pinturas montadas sobre grandes estructuras de madera que las contienen. Es como si diseñara un dispositivo propio para contener su universo. En estas pinturas hay referencias a la historia del arte, a otras obras suyas, imágenes abstractas y otras figurativas. También hay un cajón que contiene como otra pequeña retrospectiva de Rosales dentro: tal vez así se imagina este artista su propio ataúd, como un cajón lleno de objetos que hablen de lo que le interesa.

Rosales arma estructuras para poder contener su propia imaginación y también la imaginación de una época. Y su estructura es tan firme que no termina siendo un tacho para que los pájaros y los perros tomen agua, sino más bien una gran torre de marfil donde hay lugar hasta para el pasado. Con estas pinturas y con este cajón, que van y vienen en el tiempo y los estilos, Rosales está diciendo yo recordaré por ustedes.

2. No se puede recorrer Visibilidad variable sin pensar en la literatura. Hay obras en la muestra que incluso hacen una referencia explícita a esta disciplina.

Las tarjetas de subtepass intervenidas eran parte de un proyecto que Rosales tenía junto a otros artistas como Nahuel Vecino. Era el año 2001 y este grupo de artistas decidió vender “arte sorpresa”: una persona pagaba un peso –¡un peso! ¡en tu cara mercado del arte dolarizado!– y recibía un sobre con una obra adentro, es decir, uno de estos tickets de subte intervenido. Y sobre uno de ellos se puede leer: “Quiero ser un poeta, como Haring, como Cocteau”. Una suerte de versión de esta tarjeta se puede ver en la segunda sala de la exhibición, pero más grande: Rosales armó un stencil con la frase, listo para estampar la ciudad con ese deseo.

Pero el mundo de la literatura no aparece en Visibilidad variable sólo con esa referencia a la poesía, sino también en una serie de textos que Rosales escribió y compiló bajo el título de Un artista entre otros. Pablo se grabó leyendo esos textos –crónicas autorreferenciales, pequeños ensayos, frases breves que podrían ser tuits virales– y reprodujo el audio desde el cajón ubicado en la segunda sala de la muestra.

Con un tono por momentos irónico o humorístico, Rosales recorre diferentes tópicos que se entrelazan con su propia producción. Es decir, lo que Rosales hace con la lectura de estos textos es armar una narración que aborda los temas que invocan sus obras. No se pueden pensar estas obras sin este relato. No hay obras sin literatura y narrar es transmitir emociones.

Estos textos que se escuchan por la sala del museo le dan sentido a todo lo que está colgado en las paredes y las instalaciones que se apoyan en el suelo. Esta combinación deja en claro que el arte contemporáneo llegó a un punto tal de deformación que ya no puede vivir sin un texto que lo acompañe. El arte necesita de la literatura para poder ser. Aunque estemos en la era de lo visual o lo audiovisual, las artes plásticas ya no pueden estar solas: necesitan palabras, textos, ideas y relatos paralelos para llenarse de sentidos.

3. La pregunta que siempre está presente en Visibilidad variable es sobre la figura del artista: cómo es un artista, cómo debería ser un artista, cómo eran los artistas de otras épocas. También aparece la pregunta sobre el propio mundo del arte y su configuración. En uno de los textos que Rosales grabó dice: “En el principio fue Kuitca, que se hizo solo. Y después se dijo; ‘no es bueno que Kuitca esté solo’, y creó la clínica de análisis de obra; es decir, el arte contemporáneo argentino. ¿Es el arte contemporáneo argentino un resultado del formato kuitqueano de clínica de análisis de obra, es decir, un subproducto del psicoanálisis porteño?”.

En esas líneas, da cuenta de un fenómeno de época (las clínicas de obra), un tipo de artista (Kuitca) y el propio sistema del arte (¿un subproducto del psicoanálisis porteño?). Lo que Rosales está haciendo con esto es crear una suerte de mito fundacional de la escena local. Es decir, construye un posible origen de todo –de nuevo aparece la literatura como herramienta para darle sentido a una obra y ahora también a una escena–.

En la serie de obras “Continuación de lo mismo”, que son las ya mencionadas estructuras de madera que contienen diversidad de piezas –pinturas, baldes con luz, máscaras, imágenes figurativas y otras abstractas–, Rosales logra resumir estos temas que aparecen en las grabaciones. Además, se tematiza la historia del arte. Por ejemplo: en una de las obras se puede ver un pedazo de madera con un tajo en la mitad, como el que tenían las pinturas de Lucio Fontana. La serie “Continuación de lo mismo”, al igual que el cajón o Un artista entre otros, es una forma condensada de todas las obsesiones de este artista y las relaciones que él encuentra entre cada una. Digamos que Rosales es un gran hacedor de antologías, a tal punto que hace varias adentro de una misma.

Las obras de Rosales son producciones que permiten pensar el estado actual del arte local, la forma en la que esta escena se relaciona con todo lo que tiene alrededor y también cuál es su relación con el pasado. Este artista piensa una época mirando hacia atrás, trayendo del pasado algunas pistas para entender el presente. Pero lo más importante es que ponen en la cara del espectador que incluso en esta tierra gris y precaria una obra puede ofrecer una estructura para la creatividad, el humor y la fantasía.

Visibilidad variable, de Pablo Rosales. Hasta el 20 de noviembre en el Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires (MACBA), San Juan 328.