Carlos Santiago Fayt, el juez que se quedó en la Corte Suprema hasta los 97 años, murió en la noche del martes, once meses después de haber dejado el cargo que había ocupado desde 1983. Sus restos fueron despedidos en el cementerio de la Recoleta, en una ceremonia pequeña en la que participaron familiares cercanos, todos los jueces supremos, ex secretarios, ordenanzas, jueces de otras instancias, estudiantes y amigos. “Era un hombre íntegro al que todos recordaremos”, dijo el presidente de la Corte, Ricardo Lorenzetti, en un discurso escueto. “Era el número uno de los jueces, el más grande jurista latinoamericano”, amplificó con su pasión habitual Jorge Rizzo, titular del Colegio de Abogados de Capital Federal, que fue su abogado y vocero. Durante el día, en medios y redes sociales circulaban pinturas variadas sobre la vida y los aportes de Fayt al derecho. Muchos lo recordaron como un juez que mantuvo posiciones independientes, que se opuso a la mayoría automática menemista, que escribió votos en defensa de los trabajadores y las minorías, a favor de la libertad de expresión y en ciertos casos admitió revisar sus posturas, como lo hizo al apoyar la inconstitucionalidad de la tenencia de droga para consumo personal. Para otros prevalece un sabor amargo por su defensa de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, que impedían juzgar los crímenes dictatoriales, su tajante objeción a la ley de medios,  su defensa de la inconducente investigación cortesana sobre el atentado a la Embajada de Israel y su insistencia por quedarse en la Corte hasta mucho después de la edad jubilatoria.    

La despedida

La familia de Fayt no quiso que lo velaran en la Corte. Margarita Escribano, su esposa, quedó algo molesta por cómo transcurrieron los últimos meses de su esposo en el tribunal. En ese momento eran cuatro los jueces y Lorenzetti buscaba su voto para resolver cuestiones de su interés, como su propia re-re-reelección ocho meses anticipada. Fue el famoso episodio en que le llevaron los papeles para que los firmara en su casa, pero el texto decía que había estado presente en la sala de acuerdos. El ex supremo ya iba poco a la Corte, porque se cuidaba y necesitaba ayuda para movilizarse. Margarita funcionaba como nexo. Cuando creció la discusión pública por la edad a la que su marido permanecía en la Corte, ella habló con Lorenzetti sobre los términos y el momento de la posible salida. Lo proyectaba entrado 2016. El día que  el presidente supremo esperaba que llevara el texto de su renuncia, Fayt –provocador nato– llegó con las manos vacías. Lo terminó redactando un secretario, Cristian Abritta, bajo indicaciones de Lorenzetti, y la condición que alcanzó a poner Fayt fue que se hiciera efectiva después de que Cristina Kirchner, a quien despreciaba, entregara el gobierno a su sucesor. Pablo Hirschman, un colaborador muy cercano, le avisó enseguida a Margarita lo que había pasado. 
Hirschman fue uno de los cuatro oradores junto al hall del cementerio de la Recoleta. Se lo veía al borde del llanto. Llevaba en la mano el libro de Derecho Político de Fayt. Contó que charlaban de todo, no sólo de expedientes, y que un día hablaron de la muerte, frente a lo que Fayt se mostraba escéptico. Dijo que lo considera un “prócer”. Recordó el buen vínculo que tenía con Carmen Argibay, su alumna, a quien el juez llamaba “la reina de los hoyuelos”. También habló Andrés Abramovich, del Foro de Práctica Profesional y Estudiantes de Santa Fe, al que el juez donó su biblioteca al dejar la Corte. Después de la renuncia, de hecho, Lorenzetti apuraba para que se llevaran los libros porque quería mudarse (y lo hizo) a ese despacho, con la idea de que sería una suerte de monumento histórico. 
Rizzo se deshizo en elogios y en su tono descontracturado dijo que era evidente que Fayt era querido por cómo se reprodujo el anuncio de su fallecimiento que publicó en Twitter. “Hasta yo fui trending topic”, bromeó. Dijo del juez: “Este señor que se está riendo de nosotros se va sin sospechas de corrupción. No participó de golpes de Estado, luchó contra las dictaduras y enfrentó a la mayoría automática”. Mientras Rizzo hablaba, una emisaria de Lorenzetti se acercó a Margarita para preguntarle si le permitían decir algo al titular de la Corte. Fue precavido, porque era obvio que el clima no estaba de parabienes. 
A su lado quedó la hermana de Fayt, que lo tomaba de la mano. El supremo puso énfasis en que era un momento de la familia, pero que recordaba “una gran amistad” con Fayt. “Nos tocó llevar adelante momentos muy difíciles pero solo nos dejó enseñanzas. Era un hombre íntegro al que todos recordaremos”, se limitó a decir. Al final hubo aplausos y saludos a la hija de Fayt, Graciela, a Margarita y al nieto, Máximo. Estaban Elisa Carrió y Hermes Binner. El presidente Mauricio Macri expresó sus condolencias en un tuit: “Fue un hombre comprometido hasta el último día de su vida con la Justicia”.

Vida y obra

Lorenzetti recordó el humor de Fayt y su mordacidad. En los plenarios supremos era el que introducía los temas ríspidos con comentarios ácidos. “¿Qué aeropuerto del mundo gozó de su presencia?”, le preguntaba a Raúl Zaffaroni para cuestionarle sus viajes académicos. Lo había bautizado “piel de valija”. El penalista, le retribuyó con humor, regalándole una guayabera de recuerdo de México. A Elena Highton de Nolasco le elogiaba siempre el vestuario. El día que salió publicado un reportaje a la vocera de Lorenzetti, María Bourdin, con una producción fotográfica en la que posaba agarrada de un caño, encaró en el acuerdo a Juan Carlos Maqueda: “Doctor Maqueda, ¿usted lee la revista Noticias?” (se hizo silencio). 
Fayt, socialista salteño, llegó a la Corte en 1983. Decía que no conocía a Raúl Alfonsín. Intentaba mostrarse independiente y con los años lo acentuó en sus votos. Un estudio sobre fallos políticamente perfilados del constitucionalista Gustavo Arballo analiza cómo se comportaba cada juez en los votos: durante el alfonsinismo Fayt firmó un 75 por ciento de votos afines al gobierno (estaba en una posición intermedia); durante el menemismo 32 por ciento (en la minoría); y en el kirchnerismo tuvo su más claro enfrentamiento al Poder Ejecutivo con 19,61 votos en conformidad con cuestiones relativas al gobierno. Fue el supremo que más votó en contra, en el período en que además la Corte tuvo más fallos adversos al gobierno.
Juristas y abogados recordaban ayer sus votos a favor de la libertad de expresión, su voto contra el per saltum que permitió la privatización de Aerolíneas Argentinas en los 90, su postura a favor del divorcio, su apoyo a la personería jurídica de la Comunidad Homosexual, su voto a favor de trabajadores que reclamaban actualización de haberes recortados por la dictadura, su planteo a favor de la reposición del fiscal Ricardo Molinas, echado por investigar corrupción. 
Hay quienes marcan que sentó las bases de fallos que trascendieron como, en 1990, el que se conoció como “Peralta” (Plan Bonex) que le reconocía al Poder Ejecutivo la facultad de decidir por decreto la constitucionalidad de un régimen de emergencia y también fue pionero en la postura de habilitar a los jueces a declarar inconstitucionalidades de oficio, ya en 1984. También defendió por años (y hasta escribió un libro) la investigación de la Corte sobre el atentado a la Embajada de Israel, que nunca llegó a nada, aunque sigue abierta. Siempre se esmeró en mostrar una afinidad exagerada con la colectividad judía, para lo cual exhibía sus premios. Como reveló Horacio Verbitsky, su apellido no era Fayt sino Moisés.
Así como en 1986 y luego en 1990 se pronunció por la criminalización de la tenencia de droga para consumo personal, en 2009 cuando se discutió el caso “Arriola” reconsideró su postura y dijo que la norma que castiga la tenencia para autoconsumo demostró que “devino irrazonable” para los fines previstos. 
Cuando cumplió 75 años Fayt inició un amparo para permanecer en la Corte, pese a que la Constitución dice que los supremos se jubilan a esa edad a menos que consigan un nuevo acuerdo del Senado. Él consiguió que en 1999 sus propios colegas supremos declararan inconstitucional la Constitución y lo habilitaran a seguir. Algunos analistas sostienen que  Cristina Kirchner comenzó a cuestionar su avanzada edad después de que votó (en disidencia) que se obligara a Chevron a pagar una demanda millonaria que complicaba su acuerdo con YPF. Después de la crisis de 2001 se ganó la simpatía de los ahorristas que reclamaban sus depósitos dolarizados por su postura a favor de ellos. Sus fallos claramente a contramano de procesos de apertura y cambio en la Corte fueron su defensa de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, y su declaración lisa y llana de inconstitucionalidad de la ley de medios. Uno de los fallos, que apoyó, en defensa de la corporación judicial y en contra de la democratización de la Justicia, fue promovido por Rizzo, su vocero y abogado. La última sentencia que firmó, y que sin su voto no hubiera salido, fue la que obligó a devolver millones de la coparticipación a las provincias. Fue el caso que usó Lorenzetti para marcarle la cancha al gobierno de Cambiemos.