Dos espectáculos infantiles de la cartelera porteña, en esa forma ampliada que da la previa de las vacaciones de invierno, vuelven sobre aquel clásico de Julio Verne que mostró, allá por el siglo XIX, cuán inmenso y a la vez asible puede ser el mundo: La vuelta al mundo en ochenta días. En uno, el siempre sorprendente Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín despliega una galería para el asombro, paseando por todas las técnicas con más de setenta muñecos y un nutrido grupo de artistas. En el otro, Fernán Cardama realiza la operación inversa para llevar la atención a lo pequeño, al detalle del juguete antiguo, a las posibilidades del unipersonal. Una y otra puesta le sacan brillo de distintas maneras la historia de Verne, en una invitación a que chicos y grandes emprendan esa vuelta al mundo, con todo lo que ello trae aparejado.

  Un festejo de aniversario 

El prestigioso Grupo de Titiriteros del San Martín está cumpliendo cuarenta años y para celebrarlo, entre otras cosas, convocó para este espectáculo a dos de los integrantes de aquel primer grupo dirigido por Ariel Bufano, fundadores además de Libertablas, otra prestigiosa usina creativa titiritera. Así, Luis Rivera López hizo su versión libre con La vuelta al mundo en ochenta mundos, la dirección de actores y titiriteros, y Sergio Rower tomó a su cargo la dirección general y puesta en escena. La obra, que ya puede verse en el teatro Regio (ver aparte), formará parte de la programación de vacaciones del Complejo Teatral porteño. 

Con Adelaida Mangani sosteniendo el sello de este cuerpo estable desde la dirección, el Grupo de Titiriteros vuelve a mostrar cuán potente es ese arte milenario que se muestra inagotable, en un paseo por casi todas las técnicas: guante, varilla, boca, arnés, manipulación directa, sombras... Cada escena parece deparar una sorpresa nueva con más de setenta títeres manipulados, a medida que el flemático Mr. Fogg, su mayordomo francés Passepartout y, más tarde, la princesa india Aouda, van recorriendo París, Bombay, Calcuta, Hong Kong o el viejo oeste norteamericano, en goleta, en tren, en barco a vapor o en elefante. 

A esta “magia de los títeres” (aquí el lugar común se vuelve acertado) hay que sumar actuaciones clave como la de Román Lamas en el protagónico papel de Phileas Fogg, música original con canciones cantadas en vivo, y hasta pequeñas puestas coreográficas en algunas escenas. Bien planteados, todos estos recursos delinean un espectáculo que seguramente pasará ser de los “recordados” del Grupo de Titiriteros del San Martín (que lleva realizadas 56 obras, incluyendo la muy emblemática y repuesta En gran circo, y suma dos inminentes estrenos: La musa y el poeta, para agosto, y La isla desierta en noviembre).

“La clásica novela de aventuras de Julio Verne nos permite hacer el recorrido por diversos mundos reunidos por una peripecia llena de diversión, peligros y misterio. Cuando el protagonista dice: ‘Nunca bromeo con algo tan serio como un juego’, abre la puerta a un viaje delirante que revolucionará su vida formal y ordenada”, analiza Luis Rivera López. “Fogg y Passepartout se introducen en cada mundo que atraviesan, emergiendo aparentemente iguales que antes. Sin embargo, las experiencias los van cambiando, y estos verdaderos Sancho y Quijote terminarán dando una vuelta al mundo real para desembarcar, finalmente, en su propio mundo interior”, observa, y ese hilo conceptual de la novela es el que parece haber tomado para tirar hacia esta historia.

“Para trabajar la adaptación me vi seducido, en principio, por lo absurdo y alocado del planteo central: una simple apuesta hace que un gentleman supuestamente serio y formal se lance a un viaje delirante que modificará su vida por completo. Y que lo hará descubrir en la supuesta servidumbre, una amistad, en el cado de Passepartout, y en una peripecia del viaje, el amor de la Princesa Aouda”, explica a PáginaI12 el creador de Libertablas.

“A mí me entusiasmó poder trabajar con un clásico de la infancia que pone en juego tantas ideas que trascienden edades: el salir desde un propio lugar para descubrir esos otros mundos reales desconocidos, la posibilidad de la transformación que ese otro ser cultural nos genera, la valoración de intentar conseguir un objetivo propio”, enumera Sergio Rower al ser consultado sobre el punto de partida. “Y, sin duda, el hecho de la propia ‘vuelta’ al grupo de titiriteros que integré en sus comienzos, fue sin dudas determinante en esta elección”, advierte.

Esto que Rower celebra como “La Vuelta”, con mayúsculas, tiene otras implicancias: “No es casual que sea en La Vuelta donde se produzca la fusión de la dirección de arte, realización, autoría y dirección de Libertablas. También nosotros, próximos a cumplir cuarenta años como cooperativa teatral independiente, hemos encontrado en la unidad estética una potencialidad de proyecto que nos identifica. ¡Son vueltas de la vida que envuelven caminos compartidos y utopías por delante!”, se alegra el director.

Qué grande lo pequeño

Desde la misma historia como punto de partida, el español –radicado en la Argentina– Fernán Cardama llega a otro lugar: uno que hace pie en lo pequeño, lo sutil, con el juego y, sobre todo, los juguetes, ganando la escena. Es que parte del encanto de esta obra es el uso que hace de una maravillosa colección de juguetes antiguos, recolectados por los integrantes de la compañía a medida que –¡oh casualidad!– viajaban por el mundo. Hay un trapecista de madera de Praga, una cinta que era un juego tradicional de un pueblito de Cataluña, un barquito de lata alemán, un tren de la propia infancia... Con todo esto se va contando esta Vuelta al mundo en 80 días, unipersonal de Cardama con dirección de Claudio Hochman.

La historia básica es la que cuenta Verne: el tan estructurado, rico y solterón Phileas Fogg contrata a un nuevo mayordomo, después de haber despedido a otro que le sirvió a destiempo su té. Así conoce al solícito Passepartout, que aunque no tiene todos los papeles en orden para el puesto, se las ingenia para quedar seleccionado. La vida de ambos cambia cuando Fogg, como si tal cosa, apuesta toda su fortuna en el distinguido Reform Club, mientras juega a las cartas con otros caballeros: con los adelantos técnicos que ha ganado el siglo XIX, asegura, podrá dar la vuelta al mundo en 80 días. Pero, ¿es posible contar la historia que sigue en 43 minutos y 55 segundos?, plantea Cardama, en la piel de Passepartout, en el comienzo de la obra. Al igual que en la apuesta de la historia, él tiene sólo ese tiempo –ni un segundo más, ni uno menos– para contar la aventura que acaba de vivir, antes de que su jefe se despierte de la siesta y le pida su té de las 5.

La versión de Cardama y Hochman prescinde, entre otras, de la figura del detective Fox, empeñado en seguir a los aventureros alrededor del mundo, y seguro de que Fogg es el autor del reciente y resonante robo al Banco de Inglaterra. En cambio, elige poner el ojo en todo lo que implica viajar, y en lo que sucede cuando el viajero está a dispuesto a dejarse transformar por esa experiencia. También esta obra ha viajado mucho: desde su estreno en 2004 recorrió escenarios de la Argentina y España, cosechando varios premios.

Y hay más: la idea misma de la obra, cuenta Cardama, surgió de los viajes que había hecho la compañía. “Nos habíamos radicado en España y teníamos la obra ¡Llegó el cartero!, que también hicimos con Claudio Hochman, con la que viajábamos mucho. De cada viaje nos volvíamos con nuevos afectos, con amigos que seguíamos viendo luego en otros lugares. Los viajes nos transformaron”, recuerda Caradama en diálogo con PáginaI12. “Y leyendo la obra, vimos que al Señor Fogg le pasó lo mismo. El empezó a viajar para ganar una apuesta, la de dar la vuelta al mundo. En un momento, la novela dice que él no viajaba, sólo trazaba una circunferencia alrededor del planeta. Pero al final Fogg termina enamorándose de una mujer que conoció en la India, lejana a su mundo. Sin darse cuenta, él también fue transformándose con el viaje, enriqueciéndose interiormente. Y eso es lo que elegimos contar: cómo los viajes nos transforman, nos permiten conocer otras culturas, conectarse con el otro y aprender de las diferencias”.

El trabajo con títeres y objetos pequeños es toda una línea de trabajo que la Compañía Fernán Cardama ya ha mostrado en espectáculos anteriores como Sopa de estrellas, sobre el libro de Mercedes Pérez Sabbi, o ¡Llegó el cartero!, inspirado en un cuento de Eduardo Galeano. La idea es “contar lo máximo con lo mínimo”, explica el actor. “Trabajar con objetos me permite acceder más fluidamente al mundo de la metáfora y las imágenes. Creo que cada persona tiene una poética en particular. La mía es producto de la formación en el conservatorio de teatro primero, luego en el clown, los títeres, el teatro de objetos, y también haciendo teatro de calle. Todos ese recorrido confluye en este estilo que tenemos”, asegura. 

Capaz de abarcar ese “ATP” en el que caben todas las edades, la obra pega en la nostalgia de los adultos a través de los juguetes, en esa clase particular de emoción que surge de todo lo que recuerda a la infancia. Y a los chicos hoy tan conectados –esos de los que se dice livianamente que “nada los engancha”–, les revela el poder hipnótico de un barquito a vela dando vueltas por una fuente mínima. O lo feroz que puede ser una tormenta que azota un tren de pasajeros, cuando está hecha de nieve de carnaval.


La vuelta al mundo en 80 días
Intérprete: Fernán Cardama. Dirección: Claudio Hochman. Teatro Maipo, Esmeralda 443. Sábados y domingos a las 16.30. En vacaciones, martes a domingos a las 16.30. Duración: 45’.
Entradas: $200.
El Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín asombra con La vuelta al mundo en ochenta mundos.