Las acciones de Wall Street siguen mostrando una importante volatilidad y las firmas de tecnología son algunas de las empresas sobre las que se concentra la mayor parte de la incertidumbre. Hubo un rebote de precios en octubre, con algunos indicadores que suben hasta 6 por ciento, pero que se encuentran lejos de compensar las pérdidas acumuladas durante el año. Los rojos se ubican cerca del 30 por ciento sin señales sobre cuál es el piso.

Las grandes tecnológicas se ven obligadas a reforzar sus estrategias para mantener la atención de los inversores, que en algunos casos pierden la confianza en el futuro de las compañías y en otros casos realizan cuentas frías sobre los inconvenientes de invertir en activos de la Bolsa cuando el costo del dinero aumenta y la economía parece estancarse.

Uno de los más preocupados en los últimos meses en intentar enamorar de nuevo a los fondos de inversión es Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook, dueño de las principales redes sociales de Occidente e impulsor de un motor de realidad virtual conocido como Metaverso.

La preocupación no es para menos. La acción de su empresa perdió más del 60 por ciento de precio el último año y cotiza a valores prepandemia. En la firma decidieron apostar más de 10 mil millones de dólares en construir un mundo digital, que por el momento parece lejos de generar interés masivo y permitirle con ello producir ingresos reales para la compañía.

Fortunas en juego

La última semana, Zuckerberg intentó sorprender mostrando una nueva tecnología que genera una representación casi idéntica de una persona en un entorno virtual. El desarrollo es realmente impactante pero por el momento no fue efectivo para recuperar el entusiasmo de los inversores.

Algo similar le pasa al dueño de Tesla, Elon Musk. Las acciones de su firma de autos eléctricos acumulan importantes caídas en últimos meses y además parece estar obligado a realizar su ingreso como principal accionista de Twitter, la cual compró a un valor que hoy resulta exagerado. Sin embargo, el empresario sigue en su rol de emprendedor providencial, asegurando que avanza en el desarrollo de proyectos que generarán sorpresa.

Los ejemplos pueden encontrarse también para empresas que cotizan en Wall Street pero concentran sus operaciones en Latinoamérica. Un caso emblemático es el de Nubank, que cotiza a la mitad del precio de diciembre pasado. Se trata del principal banco digital de Brasil, con negocios en Colombia y México y listas de clientes que superan los 60 millones de personas.

Este neobanco intentó la semana pasada llamar la atención de los fondos de inversión lanzando su propia moneda digital denominada NuCoin. Se usará en un principio como un programa de fidelización de clientes, y competirá contra un proyecto similar de MercadoLibre en el mercado brasileño.

Al final del día, todas estas empresas saben que deben seguir generando encanto, porque sus miles de millones de dólares en las bolsas de valores pueden esfumarse de un segundo para otro. Muchos usuarios y publicidad no son sinónimos de negocios asegurados ni perpetuos.

Wirecard entre líneas

El mes pasado, Netflix subió a su plataforma un documental llamado ¡Skandal! La caída de Wirecard. Cuenta acerca de la construcción y el derrumbe de una firma de tecnología alemana dedicada a procesar pagos y a mover dinero a través de internet.

El crecimiento de la empresa fue tan vertiginoso que casi compra al Deutsche Bank, uno de los principales bancos del mundo, mientras que la caída implicó la perdida repentina de fortunas en el DAX, la bolsa de Alemania.

En verdad esta historia dice mucho más que lo endeble que pueden ser los activos bursátiles y la posibilidad que en un abrir y cerrar de ojos puedan esfumarse miles de millones de dólares. Sobre todo, muestra entre líneas el juego de interés que existe detrás de estas compañías.

Wirecard era un símbolo de innovación para la economía alemana, al punto que su gerente general o CEO era percibido en las noticias como el Elon Musk o Steve Jobs europeo. En cierta forma, esta compañía había logrado ingresar en un podio junto a los tanques norteamericanos de Silicon Valley.

Pero una catarata de denuncias del Financial Times por llevar adelante operaciones poco transparentes, lavado de dinero, balances inflados y negocios escondidos en países del sudeste asiático derrumbó en meses la cotización de la empresa. En 2020 terminó con precios cercanos a cero.

Las denuncias que recibió Wirecard pueden resultar indecorosas aunque mirado fríamente la pregunta es evidente. ¿Hay algo que alguna de las otras grandes empresas de medios de pago de Occidente pueda asegurar que no hace? ¿Visa, Mastercard o Paypal están libres de escrutinio?

Posiblemente la verdadera causa de la caída se debería intentar encontrar en otro lugar. Por ejemplo, ¿Estados Unidos estaba dispuesto a tener competencia en Occidente en el manejo del dinero electrónico? Tal vez lo único que no puede evitar ni controlar es el crecimiento de los gigantes chinos.