“¿Usted tiene problemas con las viejas lesbianas, las bolleras, los tortilleras?”, le pregunta Nina Dorn (Barbara Sukowa) a un azorado agente inmobiliario cuando descubre que Madeleine Girard (Martine Chevalier) aún no está segura de querer vender su departamento en una pequeña ciudad francesa y mudarse con ella a Roma, a orillas del Tíber. El vendedor de casas no tiene ningún problema con el lesbianismo, pero Madeleine –cuyo esposo ha muerto tiempo atrás y sus hijos ignoran que ella mantiene un romance con su vecina berlinesa– teme que la familia se oponga a sus deseos.

Melancólica, oscura y reivindicativa, Nosotras, la primera película del director italiano Filippo Meneghetti, reúne a dos grandes actrices europeas (Sukowa es célebre en el mundo por sus trabajos para los directores alemanes Rainer Werner Fassbinder y Margarethe von Trotta, y Chevalier integra la Comedia Francesa) en una historia de amor clandestino entre dos vecinas jubiladas. Luego de un preámbulo misterioso en el que se insinúa la desaparición de una niña que juega con otra en un parque público, Nosotras (cuyo título original es Deux) muestra el romance entre Nina y Mado mientras hacen los preparativos de la mudanza; en Roma, sueña Mado, podrán asumir identidades fabulosas. 

Las primeras escenas, donde la pareja disfruta de comidas, copas de vino, lecturas y un erotismo apacible, contrastan con el tenso encuentro que Mado tiene con sus hijos, Anne (una formidable Léa Drucker) y Frédéric (Jérôme Varanfrain), y en el que no se anima a decirles que se mudará a otro país con la mujer que ama. Ellos no perciben su inquietud y se pelean por el reloj del padre. En el film de Meneghetti, los jóvenes encarnan valores obtusos y egoístas.

La situación se transforma cuando Mado sufre un derrame cerebral y pierde el habla, luego de la discusión callejera con Nina. Afectada por la culpa, que no le permite descansar mientras está alejada de su pareja, e indignada porque se la considera apenas una vecina con buenas intenciones (y un poco metida), Nina se irá acercando de manera cada vez más audaz a su pareja. La avasallante personalidad de la amante alemana, que puede combinar en una misma escena audacia, desesperación y tenacidad, encuentra en Sukowa a una intérprete perfecta. Nina llega incluso a proponerle un trato poco convencional a Muriel (Muriel Bénazéraf), la cuidadora de Mado. En Nosotras, transcurren en simultáneo dos historias: una de superficie (que comparten todos los personajes) y otra más profunda y arrebatada, que solo Nina, los espectadores y acaso Mado comprenden. En este sentido, Anne, la hija de Mado, pasa del sentimiento de traición por el silencio de la madre acerca de su vida amorosa a otro de asombrosa comprensión (asombrosa para ella misma).

“La visión que tienen de nosotros otras personas influye en la forma en la que nos vemos a nosotros mismos, pero al menos en ocasiones podemos aislarnos del mundo exterior –declaró Meneghetti–. El problema es que no puedes escapar de tu propio juicio. Creo que esta película trata sobre la autocensura. Madeleine vive una doble vida. En la primera parte ella es la impostora, mientras que en la segunda es al revés. Quería que todos los personajes parecieran ambiguos, o incluso que se convirtieran en villanos”. En la economía emocional de la película, que toma posición sobre el amor entre mujeres y entre mujeres mayores (sean o no madres o abuelas), esa ambivalencia se expresa en diálogos excepcionales.

“Mi madre no fue feliz con mi padre –le cuenta Léa a Nina mientras Mado duerme–. Pero nunca lo dejó por amor a mi hermano y a mí; esa clase de sacrificios me parece conmovedora”. “Puede ser –responde la vecina, que conoce la historia mejor que la hija–. Pero no siempre es lo más recomendable para la persona que los hace”.

Nosotras

Dirigida por Filippo Meneghetti, con Barbara Sukowa, Martine Chevallier, Léa Drucker, Jérôme Varanfrain y Muriel Bénazéraf.