Te considerás un arquero raro? Sos tranquilo, muy ordenado y relativamente callado para jugar.

-Me han dicho que soy un arquero raro, me pasaba siempre en Godoy Cruz. Acá, en San Lorenzo, un par de veces me lo dijo Belluschi. Soy distinto al estereotipo del arquero. Me marcan que no soy loco, que soy callado y que solo me dedico a entrenar y mejorar.

-¿Qué implica ser arquero?

-Es un puesto que requiere mucha responsabilidad; y, a veces, me sobrepasan las responsabilidades. La autoexigencia por hacer bien las cosas me juega en contra. Más allá de lo físico y de lo táctico, el puesto de arquero es muy mental y emocional.

-En el arco hay una diferencia clara entre ser titular y ser suplente. Varias veces en tu carrera pasaste de un extremo al otro de manera abrupta y no se te escuchó una queja...

-Es muy difícil. Cuando era titular en Godoy Cruz, me fui a Argentinos Juniors por una temporada y al regresar el entrenador me dejó de tercer arquero pese a que estaban los mismos compañeros de antes. A partir de ahí me dije: “Cuando no jugás, tenés más tiempo para entrenar”. Ahora estoy trabajando fuerte en el juego con los pies para que cuando me llegue la oportunidad de volver a atajar lo haga mejor que antes.

-¿Cómo fueron tus inicios?

-Comencé en un lugar muy precario, en el Barrio Supe de Carrodilla, en Luján de Cuyo. Antes también había practicado básquet y vóley. Arranqué a jugar al fútbol seriamente en Andes Talleres, donde había poco y nada. Un técnico trabajaba en tres o cuatro categorías. Los entrenadores de arqueros no existían.

-La tarea que hoy desarrolla tu hermano.

-Así es. De chicos nos entrenábamos por nuestra cuenta en un campito. Mi hermano no fue arquero, era un central rústico y además de hacer algunas cuestiones específicas también me pateaba. Nos capacitábamos de esa manera, insistíamos e insistíamos. A mí me tocó llegar a Primera y él al poco tiempo dejó de jugar, así que casi que arrancamos juntos: uno como jugador y él otro como entrenador de arqueros.

-¿Esos comienzos te ayudaron en el día a día?

-Sí, indudablemente. Por un lado, me hizo facilitó acomodarme rápido a los otros tipos de entrenamientos, aunque donde creo que más me ayudó es en la adaptación a las distintas lateralidades del deporte.

-¿Cómo la creación de tu fundación?

-Me siento muy feliz con “Fundación Amigos”. Buscar sponsors y comida para los chicos, gestiono viajes y charlas de entrenadores mendocinos y armamos el partido de fin de año. Nos dedicamos a la inclusión social de los chicos a través del deporte. Arrancó como una escuelita de arqueros y hoy hay fútbol, boxeo y hockey. Empezamos cerca de nuestra casa, pero conseguimos un terreno en Guaymallén y nos instalamos ahí. Empezamos jugando la Liga Mendocina y hace un par de años empezamos a competir en el Argentino C.

-Muchos recuerdan aquella atajada en cancha de Vélez como el punto de inflexión del título local. ¿Considerás que ha sido tu mejor momento en San Lorenzo?

-No. Si tengo que elegir un momento me quedo con los cruces de los octavos y cuartos de final de la Copa Libertadores 2014. Ahí le respondí al equipo y me sentí importante en lo conseguido.

-¿Y el peor fue el semestre pasado?

-Sí. Cuando me tocó salir sentía que el equipo me necesitaba, que era el momento de aparecer y no había podido responder.

-¿Qué se piensa en ese momento en el que no te salen las cosas?

-Hay impotentencia y ansiedad. Te preguntás qué hacer para que las cosas mejoren. Después ves que todos los jugadores pasaron por momentos así, pero en ese momento no lo podés entender.

-¿Escuchabas a la gente?

-Depende la cancha y el momento. Cuando estás bien no sentís nada. El tema es cuando sabés que te equivocaste. De chico me quedaba pegado con la jugada.

-¿Qué implica quedarse “pegado”?

-Seguir pensando en esa jugada en la que tuviste responsabilidad mientras sigue el partido. Y hay veces que es peor, porque te hacen un gol en el que tuviste poca responsabilidad pero sabés que van a decir que es culpa del arquero y eso te da bronca. Con el tiempo lo fui trabajando y, ahora, trato de ir pelota a pelota.

-¿Y te quedás “pegado” al partido fuera de la cancha? ¿Cómo reaccionás después de saberte responsable?

-Ahora, gane o pierda intento olvidarme del resultado. Me hace bien charlar con alguien, generalmente con mi hermano o el entrenador de arquero, y después es pasado.