RUIDO DE FONDO 7 puntos

White Noise; Estados Unidos/Reino Unido, 2022

Dirección: Noah Baumbach.

Guion: Noah Baumbach, basado en la novela de Don DeLillo.

Duración: 136 minutos.

Intérpretes: Adam Driver, Greta Gerwig, Don Cheadle, Raffey Cassidy, Sam Nivola, May Niviola, Jodie Turner-Smith.

Estreno en Netflix el viernes 30.

“Los choques de autos en el cine de los Estados Unidos son parte de una larga tradición del optimismo americano, una reafirmación de los valores tradicionales. Son como el Día de Acción de Gracias o el 4 de julio”. El profesor interpretado por Don Cheadle describe el fenómeno con vehemencia frente a una audiencia de estudiantes universitarios, mientras detrás suyo la pantalla ofrece un seleccionado de las mejores colisiones y explosiones automovilísticas de Hollywood y aledaños. Unos cuarenta y cinco minutos más tarde, Ruido de fondo, el nuevo largometraje de Noah Baumbach, sumará un poroto más en esa extensa lista de estímulos audiovisuales cuando un camión se estrelle contra un tren en movimiento y la carga tóxica del convoy quede expuesta en el aire, para el asombro y susto de los habitantes del lugar. El protagonista del film, basado en la novela homónima del escritor Don DeLillo –otro de esos textos legendarios considerados imposibles de adaptar a la pantalla– no es ese profesor de cine sino su colega Jack Gladney (Adam Driver repitiendo experiencia junto a Baumbach), un docente especializado en estudios históricos alrededor de la figura de Adolf Hitler, aunque no hable ni una palabra de alemán.

El primer tramo de Ruido de fondo, dividido en tres grandes capítulos como la novela en la cual se inspira, presenta a Jack, su esposa Babette (la reina indie Greta Gerwig, pareja de Baumbach en la vida real, y directora de Lady Bird y la esperada Barbie) y los hijos de uno, de la otra y de ambos. Como en el libro, publicado en 1985, el marco histórico –el presente para DeLillo, aquí el pasado reciente– son los años '80, pasada la crisis del petróleo pero con la consciencia de los dolores ambientales del planeta aún en pañales. El tono es siempre irónico, en parte humorístico y en parte dramático; a veces, aunque no siempre, de manera simultánea. Los conflictos y crisis puertas adentro son los de cualquier matrimonio; afuera, las pancartas señalas problemáticas colectivas. Todo eso queda relegado a un segundo plano durante el segundo capítulo, “Escape tóxico a la atmósfera”, con el exilio temporal de la familia Gladney y el resto de la población de su pequeña ciudad ante la amenaza de la nube hinchada de relámpagos y toxinas.

El director de Los Meyerowitz e Historia de un matrimonio (sus dos títulos previos, financiados en parte, como este último, por el gigante Netflix) homenajea y referencia al Godard de Tout va bien y Weekend para deslizarse luego a un segmento extendido en el cual adopta el molde spielbergiano, con esas miradas azoradas ante el prodigio celestial y la posibilidad de la aventura a bordo de un automóvil transformado en imposible navío acuático. Más tarde, cuando la toxicidad desaparece (al menos de la atmósfera), un implacable miedo a la muerte toma posesión de Jack y Babette, y una droga experimental es la plataforma de lanzamiento de revelaciones inesperadas, una nueva crisis íntima y un micro relato que parece tomado de las páginas de un policial negro.

Ruido de fondo es fiel en fondo y forma al relato del autor de Cosmópolis. También mantiene su fidelidad en cuanto a las ambiciones: tejer un tapiz de grandes dimensiones, delineando un retrato generacional que refleja cierto zeitgeist, término alemán que el profesor Gladney sin duda utilizaría en sus clases. En ese sentido, la película señala un paso hacia senderos desconocidos para Baumbach, usualmente asociado a producciones de presupuestos moderados y escalas más pequeñas. No es un paso en falso: si bien White Noise no es su mejor película, se agradecen y mucho las intenciones de construir un relato adulto para adultos que nunca cae en simplificaciones didácticas. En su estructura y tonalidades cambiantes, de un naturalismo enrarecido que se permite ir del psicodrama matrimonial al cine apocalíptico y de allí a una secuencia felizmente musical, se afirma este último escalón en una filmografía esencial del cine independiente estadounidense del siglo XXI.