La británica Florence Schechter -vlogger especializada en videos de difusión científica, fundadora de la productora fílmica Collab Lab, con símil finalidad- asegura que debe su “¡eureka!” a una seguidilla de casualidades. Y es que, tiempito atrás, tras grabar un exitoso clip acerca de los penes en el reino animal para su canal de YouTube, quiso continuar en tópico con otro acerca de vaginas y fauna; empero, al momento de investigar se topó con penosa realidad: que existía poca información al alcance. De hecho, se desayunó la veinteañera que, de los papers científicos publicados en las últimas décadas, el 49 por ciento se ocupaba exclusivamente de los machos y apenas un magro 8 por ciento de las hembras. Descubrió además que aunque sí existe un museo del pene en Islandia -la Faloteca Nacional, con miles y miles de especímenes fálicos de variedad de mamíferos-, no hay ninguno que se especialice en la vulva. Ni uno. “Hay un museo médico de obstetricia, un museo de menstruación, obras de arte temáticas desperdigadas en galerías del mundo…; pero no existe ningún espacio físico ciento por ciento dedicado a la vagina, y a las personas que las tienen”, se indigna Schechter en charla con The Independent. Y explica que, a su entender, la única manera de rectificar el asunto es… creando uno. 

Ajá, tal como suena. Desde los pasados meses, la joven Florence se ha puesto manos a la obra con un objetivo entre ceja y ceja: fundar el primer museo dedicado a la vagina. Y aunque reconoce que semejante empresa -titánica, realmente- podría llevarle unos cuantos años (y varios millones de libras), ya recibe cash vía crowdfunding, organiza eventos para recolectar fondos, busca socios estratégicos, material para venideras muestras... “Hay que rectificar urgentemente esta falta”, dice; “Yo soy cabeza dura, no voy a dar el brazo a torcer”, se anima. La empujan, claro, ciertos datos puntuales: el hecho, por caso, de que un reciente estudio de la ONG Eve Appeal, en UK, arrojase que el 44 por ciento de las mujeres no puede identificar su vagina en un diagrama anatómico… Sin embargo, aclara la doña, el museo no será un gran diorama biológico sino un puntapié que desarme tabúes y aliente la conversación inclusiva e interseccional. “Muchas personas no saben acerca de sus propios cuerpos, ni sobre cómo mantenerlos sanos y salvos. Eso conlleva problemas reales”, advierte la entrepreneuse.

Y aunque no ha detallado en qué sitio de Inglaterra planea situar la mentada institución, sí ha precisado que su entrada será libre y gratuita. Y que contará con cuatro colecciones permanentes, divididas según tópico, amén de abordar la vagina desde diferentes puntos de vista (el social, el histórico, el cultural, el científico). Así, conforme recuenta Florence, el museo volverá sobre el aparato genital femenino, sobre la menstruación y la menopausia, sobre la contracepción y el consentimiento, sobre la sexualidad y la identidad de género. Sobre cómo ha sido representada la vedette de ocasión en las artes. Sobre perniciosos mitos y leyendas con base religiosa. Sobre mutilación, sobre opresión, sobre estigmatización…

“Hay quienes objetan que lo llamemos Museo de la Vagina, por no ser el término preciso para referir a todos los temas que serán tratados -por caso, el cáncer cervical o el embarazo-, pero considero que, como palabra reconocible, vuelve a la propuesta más accesible”, se ataja Florence ante consultas repetidas del tipo “¿Por qué no bautizarlo Museo de la Vulva?”, “¿Por qué no Ginecológico?”. Pues, desde el vamos, porque tampoco sería exacto… 

Por lo demás, aunque no tenga aún techo ni paredes, sí cuenta con tienda (virtual) de suvenires porque, a propio decir, “¿quién no quiere una taza que diga Museo de la Vagina?”. O, en su defecto, buzos, musculosas y remeras, fundas de celular o laptop, pins, almohadones, bolsos, cuadernos emperifollados por el mentado logo. Variopinto merchandising oficial que busca seguir sumando morlacos para financiar la futura inauguración. Que, cuando en efecto acontezca, proveerá a lxs visitantes de mucho más que muestras, exposiciones… Porque la intención es devenir plataforma militante que trabaje con organizaciones afines en acciones colaborativas, hacer uso del espacio para eventos nocturnos (desde stand-up feminista hasta talleres de arte, clases de autodefensa, formación en primeros auxilios). “También habrá una tienda de regalos con literatura feminista y objetos de jóvenes artesanas locales. Y un café para recargar energías y comerse un sabroso cupcake con forma de coño”, promete la entusiasta Florence.